Una vida por los demás: de misionera con 17 a voluntaria a los 65
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María del Carmen Martell Pino recibe una mención especial en los Premios Málaga Voluntaria con casi 50 años dedicados a ayudar y colaborarCRISTINA PINTO
Lunes, 12 de diciembre 2022, 00:05
Así como canta el malagueño Zenet: «Toda una vida estaría contigo, no me importa en qué forma, ni cómo, ni dónde, pero junto a ti...», le canta María del Carmen Martell Pino a los demás, por los que lleva toda una vida dedicada como misionera ... y voluntaria y por lo que acaba de ser reconocida con una mención especial en la última edición de los Premios Málaga Voluntaria, celebrados hace justo una semana en el Teatro Cervantes. Esta malagueña, nacida en El Palo, cuenta unos días después a SUR la historia de su vida y cómo se vinculó a lo solidario desde muy jovencita hasta ahora, que tiene 65 años. «Siempre he estado en las parroquias, soy Misionera de la Esperanza desde que tengo 17 años y cuando fui creciendo empecé de voluntaria. Nací en el Palo pero he vivido en diferentes barrios: Perchel, Huelin, Carlos Haya... Hasta que nos mudamos a Palma-Palmilla mi marido, mis hijos y yo», introduce la malagueña su historia.
En esa primera etapa como misionera conoció a su pareja, José Montes Martín: «En la parroquia nos presentaron y nos hicimos novios, ahora llevamos 40 años de casados y hemos hecho nuestro proyecto de vida juntos en el que se incluyen todas estas cosas porque nuestra vocación de misioneros es algo que estaba en común, abiertos a ayudar a los demás», señala María del Carmen Martell. Él fue fundador y presidente de la asociación Naim, que se encarga de la promoción del desarrollo y el empleo para las personas en riesgo de exclusión social. Sin duda, una pareja vinculada de lleno a la acción solidaria malagueña que lo han dejado reflejado también en sus cuatro hijos: María del Carmen, Pepe, Teresa y Clara.
Pero la segunda etapa de María del Carmen Martell Pino llegó como voluntaria: «Y mi vocación como misionera fue la que me llevó al voluntariado», puntualiza Martell Pino. Hace más de veinte años cuando se mudaron a Palma-Palmilla, también se vincularon con Cáritas de la parroquia y con la asociación Vive, en la que se implicó de lleno con el plan de acción comunitaria 'Proyecto Hogar' en el que todavía sigue colaborando.
«Nada más llegar al barrio empecé de voluntaria en la Cáritas parroquial y en Vive; desde entonces mi marido y yo apoyamos los diferentes proyectos que se llevan a cabo. Es que mi vida en sí es eso, dedicarme a los demás en todo lo que pueda. Toda esta experiencia ha sido increíble, he conocido a mucha gente y eso ha sido muy grande para mi vida, no te puedes imaginar la de personas que han entrado en mi corazón en estos años», recalca la voluntaria.
La asociación Vive ayuda día a día a mujeres en situación de vulnerabilidad: «Allí nos hemos centrado en las mujeres que no se atreven a salir del barrio porque no conocen otras cosas, también en mujeres mayores que quieren hacer actividades diferentes y en mujeres extranjeras que llegan sin saber idioma. Nos dedicamos, entre otras cosas, a dar clases de español, en formarlas para trabajar y en hacer actividades como aprender a utilizar el ordenador, clases de gimnasia, costura... Yo, por ejemplo, he ayudado mucho con el tema de aprender a coser con la máquina porque de joven estuve unos diez años trabajando en una fábrica de sombreros», detalla María del Carmen Martell. «Muchas de las mujeres con las que colaboramos en Vive y en la parroquia tienen a sus maridos metidos en el mundo de la droga y con tema de ludopatía, por eso desde Cáritas y la asociación se les da ayuda para que puedan salir de esa vida», recalca la malagueña.
María del Carmen Martell Pino se considera ya vecina de Palma-Palmilla tras más de veinte años viviendo entre sus calles y colaborando con ellos: «Conocer a la gente es muy importante, las personas de allí saben que viven en un barrio obrero y hay mucho paro y crisis. Es un barrio pobre pero tiene muchos valores», añade. «He aprendido muchas cosas gracias a la gente que he conocido allí, ha sido algo muy bonito. Gracias a ellos me siento realizada, siento que puedo hacer algo en la vida», asegura Martell Pino.
Al hablar de sus vecinos de Palma-Palmilla no puede evitar acordarse del apoyo en momentos difíciles: «En 2019 me amputaron las piernas y los dedos de las manos y pensé que ya no iba a poder pasear más por mi barrio. Pero gracias a Dios tengo las prótesis y me desenvuelvo bien; pero ellos me ayudan mucho a moverme por allí, a veces siento que me ayudan más a mí que yo a ellos», confiesa la voluntaria. Fue una septicemia lo que le provocó eso en 2019, justo cuando volvía de vacaciones de África, donde lleva a cabo un proyecto junto a su marido: «En 2017 empezamos en África con una iniciativa para dar un hogar a niños de la calle, gente que no tenía a nadie. Estuvimos allí mi marido y yo dos años y volvíamos algunas semanas de vacaciones a Málaga; en las de 2019 ya no pude volver, estuve a punto de morirme, ya no contaban conmigo, pero me salvaron», relata la malagueña.
«Desde ahí he necesitado mucha rehabilitación y sigo colaborando con la asociación en cosas más puntuales. Pero yo sigo con ellos, tengo mi vocación muy clara y haciendo esto soy feliz», asegura María del Carmen Martell Martín, que junto a su marido José Martín ha dejado un legado en sus hijos: «Dos de mis hijos, Pepe y María del Carmen, son Misioneros de la Esperanza, otra de mis hijas, Teresa, trabaja en Naim y mi otra hija, Clara, es historiadora del arte. Cada uno colaboramos a nuestra manera y estilo, pero todos ayudando a los demás», concluye.
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