Los hijos de Lola y Luis volaron del nido hace unos meses, independizados con sus parejas y con trabajos prometedores para su futuro. Sin embargo, al hogar de esta familia malagueña llegaron hace escasas semanas dos personas que cambiarían por completo su rutina y, por ... consiguiente, su forma de ver la vida. Natalia y Max, madre e hijo, son refugiados ucranianos procedentes de la ciudad de Berdiansk, perteneciente a la región de Zaporiyia, donde se encuentra la central nuclear conocida a raíz del conflicto.
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Cuando comenzó la guerra, la familia de Natalia tardó en escapar de las fronteras de Ucrania, pero lo consiguió y llegó a Málaga el 19 de abril. Sin embargo, madre e hijo entraron directamente a un centro de refugiados ucranianos en el que convivían con unas 50 personas más, muy cerca del barrio de las Delicias, donde reside su actual familia acogedora.
A escasos metros de ellos, sin saberlo, Lola y su marido ya habían comenzado los trámites con la Asociación Arrabal y Fundación 'La Caixa' para ser familia acogedora. Sin embargo, la realidad es que estas gestiones tardaron demasiado y, aunque los malagueños no se rendían, aburrían o desistían, Lola explica que les sentó como «un jarro de agua fría» al enterarse de que durante los cuatro meses que estuvieron aguardando la llegada de la familia estaban tan cerca: «Es normal que sea un proceso lento, porque hay que preparar mucha documentación, pero es que ellos estaban aquí al lado. Igual hasta nos cruzamos por la calle porque Natalia sale a dar paseos por la playa. Éramos vecinas; ellos durante tanto tiempo esperando familia y nosotros con sus camas vacías», cuenta con tristeza, pues la familia no sabía quiénes serían sus nuevos huéspedes ni cuándo llegarían.
Este programa llamado 'Familia necesita Familia' lleva en funcionamiento desde que comenzó el conflicto ucraniano, impulsado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones de la mano de la Fundación 'La Caixa' en ciudades como Madrid, Barcelona, Girona, Murcia, Alicante y Málaga. Aquí, en la provincia, las entidades encargadas de llevarlo a cabo y canalizar la solidaridad de los malagueños son la Asociación Arrabal-AID, Hogar Abierto, Fundación Don Bosco y CEAR con la primera acogida de estar personas que escapan de la guerra.
A la Asociación Arrabal han llegado desde que impulsaron este proyecto casi un centenar de solicitudes, aunque actualmente sólo hay 25 familias disponibles, aquellas que han pasado favorablemente el proceso de valoración: «Nos citamos con la familia interesada en una primera sesión informativa, le comentamos el proyecto y resolvemos sus dudas. Después, realizamos una entrevista individual para conocerles en profundidad. Tras ello, hacemos una visita al domicilio familiar para conocer la vivienda y su entorno. Con toda esta información realizamos un informe de idoneidad para la acogida y lo enviamos al Ministerio de Inclusión, quienes son los encargados de asignar a una familia a medida que dispongan de ellas cuando soliciten la acogida», explica Verónica Baena, trabajadora social en Arrabal y técnica del proyecto.
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Cuando Lola y su marido pasaron estas pruebas les pareció algo «imposible», pues explican que los requisitos son bastante exigentes: «Es normal, no pueden dejar a una familia con cualquiera, tienen que conocernos, saber nuestros gustos y dónde van a estar. Pensábamos que no íbamos a ser una buena familia de acogida, pero creo que al final sí. Tenemos dos habitaciones para ellos con sus camas, que es lo justo porque necesitan su intimidad», recalca la familia malagueña.
Además de su piso, Lola explica que tienen una casa en el campo con piscina y barbacoa, espacio en el que han pasado gran parte del verano con Natalia y Max. Allí, la familia ucraniana cuenta que se siente como en casa: el campo y la naturaleza resultan para Natalia un recuerdo muy vivo de su infancia. Además, en la actualidad, esta mujer aprende español para poder buscar un trabajo, y su hijo pronto comenzará el instituto: «No le tengo miedo al trabajo, me gustará cualquier empleo. Yo en Ucrania era repostera y mi marido es abogado, sigue allí trabajando, no le han llamado para luchar», relata haciendo uso del traductor de su móvil, pues aún no se manejan del todo bien con el español.
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De hecho, este es uno de los puntos que reivindicaba Lola durante la entrevista: «Si llevan ya aquí casi cinco meses, lo normal y lo más conveniente para ellos es que empiecen a aprender español en cuanto llegan, porque lo necesitan. Natalia quiere trabajar, se siente mal y no quiere que le demos nada de dinero. Yo intento ponerme en su situación, aunque es imposible, y la entiendo, porque es muy duro que tu vida haya cambiado así, de repente», cuenta Lola, confesándole a Natalia con una sonrisa que su «pueblo es muy trabajador».
Para formar parte de esta ayuda, como la familia de Lola y Luis, Arrabal explica que aquellas personas que quieran acoger pueden hacerlo por dos vías: llamando al teléfono gratuito 900 670 909 o mediante un formulario que puede encontrarse en la página oficial de Fundación 'La Caixa', seleccionando en el apartado 'Entidad' a la Asociación Arrabal si se quiere iniciar con ellos el proceso de acogida.
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Verónica Baena relata que los requisitos son variados: «Deben ser personas residentes en la provincia de Málaga, con un actitud positiva para la colaboración, comprometidas y solidarias, con estabilidad personal y familiar, que cuenten con una situación económica favorable y con buen estado de salud. No es necesario el conocimiento de idiomas, pero si es recomendable que algún miembro de la familia hable algún idioma extranjero, para facilitar la comunicación con la familia ucraniana», apunta, permitiendo, además, que los interesados elijan el número de personas que quieren acoger y su rango de edad, aunque, como Lola, no les conocerán hasta que se apruebe su solicitud y la familia llegue a su nuevo hogar para empezar en Málaga vida completamente distinta.
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