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Las sublevaciones llevaban ya varios años poniendo las cosas muy difíciles al Gobierno de España en Marruecos. La Guerra del Rif iba sumando víctimas y desastres en los albores de un siglo XX convulso y nefasto para el país. Y mientras que la reputación del Rey Alfonso XIII caía en picado, el ministro de la Guerra, Enrique Pastor, creó en 1920 lo que hoy en día se conoce como La Legión Española, un cuerpo de élite destinado a combatir en el norte de Marruecos que se llamó inicialmente Tercio de Extranjeros. Ha pasado un siglo desde que se firmó el real decreto fundacional de los legionarios, pero el espíritu de esta fuerza militar sigue más vivo que nunca. Prueba de ello es el empuje de la Fundación Tercio de Extranjeros, que desde Málaga trabaja sin descanso para crear material y equipos de protección para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, «y para todo el que lo necesite», añade el coronel retirado, abogado y coordinador de la organización, Juan Díaz Díaz.
En un pequeño local del Soho cedido por el Ministerio de Defensa, la fundación y Cáritas Castrense trabajan mano a mano bajo el lema 'Juntos formamos bandera'. El Tercio de Extranjeros se centra, principalmente, en ayudar y dar respaldo a veteranos de La Legión en situación o riesgo de exclusión social. Actualmente, en Málaga, hay una decena de caballeros legionarios que viven con la ayuda de la organización, que no sólo da techo y alimento, también «ocupación». «Siempre que podemos intentamos buscar empleo para quienes pueden trabajar», apunta el coronel Díaz.
Pero, ante la llegada de la pandemia, el espíritu de sacrificio de los tercios hizo que quienes trabajan en la fundación dirigieran sus esfuerzos a dar servicio a quienes protegen a los demás. Por eso empezaron a tejer y preparar mascarillas y otros materiales, tras tener conocimiento de que la Policía Nacional y la Guardia Civil estaban afrontando los primeros días del estado de alarma sin todas las protecciones pertinentes.
El producto estrella que fabrican en los talleres de la fundación es una mascarilla reutilizable de tela con funda interior para introducir ahí una capa de otro producto sanitario (generalmente mascarillas higiénicas o quirúrgicas). Es de color verde y lleva a un lado la bandera de España. Más de 7.000 unidades han salido desde el local del Soho con dirección a comisarías de Policía Nacional, jefaturas de policías locales, cuarteles de la Guardia Civil y de las Fuerzas Armadas de todo el territorio nacional.
La pieza fundamental de esta labor es la cabo Ana Figuerido, de la Armada. Antes de alistarse pasó toda su vida rodeada de máquinas de coser, telas y pespuntes en el taller familiar, por eso cuando se enteró de la iniciativa de la fundación Tercio de Extranjeros no dudó en participar junto a su hijo. «Siempre he sido costurera y me ha parecido una manera muy bonita de echar una mano», explica entre mascarillas. Figuerido prefiere estar sirviendo a los demás en vez de «en casa», por eso cuando habló con Díaz y se enteró de la iniciativa, no lo dudó. «Me he criado entre costuras y aunque pertenezco a la Armada, este también es mi oficio».
Además de la cabo Figuerido, una red de mujeres colabora con la fundación Tercio de Extranjeros, entre ellas el grupo de Santa Teresa de la Parroquia de El Salvador, coordinadas por Maite Bernal. Ellas son el motor que hizo que la labor del Tercio de Extranjeros creciese hasta conseguir abastecer a diferentes fuerzas y cuerpos de seguridad de forma regular –cada día salen de los talleres varios paquetes con un destino fijo–.
Pero la labor de esta fundación lleva siendo crucial para muchas personas desde antes de que el Covid-19 se instalase en la realidad. Los legionarios retirados que están en riesgo de exclusión social encuentran entre estas filas –y las de Cáritas Castrense– una mirada cómplice y amiga y una red de apoyo que evita cualquier caída.
La fundación cuenta con patronos privados de diferentes entidades simpatizantes de La Legión, pero es, tal y como afirma Díaz, una entidad independiente que tiene como único propósito ayudar a la sociedad, manteniendo vivo el espíritu de aquellos soldados que se adentraron en las ardientes filas del norte de África para defender una serie de ideales.
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