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Con 18 años, Miriam Joy halló las fuerzas para poder contar que con cinco habían abusado de ella. Comenzó entonces un proceso realmente duro para esta malagueña, que se tuvo que enfrentar a una «crisis existencial» y a la búsqueda continua de ayuda, incluso más ... allá de nuestras fronteras.
Cuenta que se crió en un entorno religioso y que sus padres, aunque sabían que esto ocurre en algunas familias, «jamás se imaginaron que podía pasar en la suya, que lo tendrían tan cerca». Con el fin de ayudar a su hija Miriam viajaron hasta Estados Unidos para hablar con profesionales especializados, encontrar técnicas de ayuda y trasladarlas a Málaga, pues tirando de hilo se toparon con más casos similares que siempre habían estado silenciados y escondidos: «Mi madre reunió en el patio de nuestra casa a personas que habían pasado por situaciones así, y con la idea de acompañar y de vivirlo juntos, pues esto se vive con mucha soledad y confusión, comenzó Redime», cuenta Joy.
Esta entidad malagueña lleva en funcionamiento desde principios del año 2000, momento en el que ven que es necesario extender su acción y profesionalizarla para ayudar a todas las personas que habían sufrido abusos sexuales en su infancia: «Algo que estaba diseñado para destruirnos nos lo tomamos como un resurgir, para ver el futuro con esperanza. Es un proceso muy duro, pero es un camino hacia la sanación, porque una persona de la que han abusado no enlaza la causa con el efecto», aclara Joy, aclarando que en su mayoría las víctimas de estos abusos muestran deterioro físico y mental, al contrario que el abusador, «que puede ser cualquiera, personas reputadas, con altos cargos, normales y corrientes, con una fachada impoluta».
Por ello, y aunque saben que «llegan tarde», su intención es minimizar el daño de los abusos sexuales en la infancia y prevenirlos acercándose a los más pequeños y «hablándoles en su idioma» para que sepan que «hay partes de su cuerpo que sólo les pertenecen a ellos y que nadie tiene derecho a tocar»: «Queremos enseñarles a los niños que si hay cariño no significa que no te puedan hacer daño, porque la mayor parte de los abusadores son familiares o personas muy cercanas. Por eso es tan difícil que el niño sepa qué pasa y que se lo cuente a alguien, porque puede pensar que es normal, que en otras familias también ocurre», explica.
La abogada de la entidad, María del Carmen Heredia, relata otra de las partes negativas tras el abuso: cuando un caso llega al proceso penal, siempre suele «llegar contaminado», pues antes ese testimonio ha pasado por demasiadas evaluaciones: «Intención buena hay, pero normalmente no se sabe proceder. Hay muchos protocolos y se pisan unos a otros. Antes, todo el mundo evaluaba: que si el director del colegio, el de servicios sociales, el psicólogo... Por eso pedimos una coordinación real, una formación que sea obligatoria para todos los profesionales que trabajan con la infancia», apunta esta letrada.
Heredia, que también es usuaria de la entidad, cuenta que entró a Redime a través de otro familiar que también sufrió abusos: «Vine y me di cuenta de que a muchas otras personas les pasaba igual que a mí, que no estaba loca. Empecé a conectar ideas y vi que muchas cosas que me pasaban era por el abuso que sufrí y es porque, como dice Miriam, no relacionamos causa con efecto, algo que te pasa con cinco años no lo enlazas una consecuencia cuando tienes 30. Cuando entro en este mundo me doy cuenta de la falta total y absoluta que hay con las víctimas a nivel judicial», recalca.
Explica que por este motivo es tan importante que el testimonio se recoja correctamente para que, más tarde, «sirva como prueba suficiente para el dictado de una sentencia condenatoria»: «Son delitos que se cometen en la intimidad y no hay testigos, el agresor se ocupa bien de que el niño no hable y de que nadie vea nada. Como normalmente no hay prueba física, porque el niño habla después o a los años, su testimonio es lo único que tenemos. Y puede ser fácilmente contaminado, si pasa por demasiadas manos no va a servir. Por eso es importante saber cómo hay que tratar al menor», sentencia. Para que no ocurra, desde Redime recomiendan acudir cuanto antes o al pediatra del pequeño o directamente al Equipo Mujer Menor (EMUME) de Málaga, perteneciente a la Guardia Civil o al Grupo de Menores (GRUME), de la Policía Nacional.
Indican, además, que si se toman estas últimas vías es importante no acudir con el pequeño y, si fuese posible, recoger el testimonio en audio: «Hay que entender que el abuso sexual no es sólo penetración, también manoseos o toqueteos, mostrarle pornografía a un menor e incluso practicar sexo delante de él. Todo esto es delito», cuenta Heredia. Desgraciadamente, lo que explican sin asombro es «la cantidad de llamadas que recibimos a la semana de personas preguntándonos qué hacer en términos jurídicos»; de hecho, sólo en los grupos de ayuda mutua tienen a 60 usuarios.
Pero, ¿cómo puede saber un padre o una madre que su hijo puede estar sufriendo abusos? Apuntan que «la mejor prevención es conocer a tu hijo o a tu hija»: «Regresión de comportamientos superados, pesadillas, terrores nocturnos, fobias sociales, problemas con la comida, bajada de rendimiento escolar o malos comportamientos o que de repente se vuelvan callados...», aclaran. Si esto se percibiera, nos aconsejan tomarlo con «calma, intentar poner cara de poker aunque sea difícil y creer y apoyar al niño», apuntan.
Por su parte, Mari Ángeles Reyes es la psicológica de la entidad especializada en apego, disociación y trauma y explica que normalmente el abuso es silenciado e incluso un tema aún tabú: «Claro que es duro pensar y saber que algo así pasa en tu entorno, pero estamos contribuyendo todos a que sigamos sin hacer nada, a silenciar y a reforzar al abusador. No damos testimonio de pena, contamos lo que hemos vivido, pero terminamos hablando de resiliencia, de esperanza, de acompañamiento. Se puede salir de ello con personas que te entienden y que saben por lo que has pasado», apuesta.
Uno de esos testimonios es el de Paco Caba, uno de los pocos hombres que hay en la entidad desde 2019: «Yo tenía necesidad de contar lo mío, tenía un nudo siempre, estaba cansado, y ahora se me han abierto muchas puertas en la vida. Hay más hombres a los que les ha ocurrido esto, pero si te ha pasado no lo cuentas para que no piensen que eres débil y no es así», explica este hombre de 61 años, que sufrió abuso desde los 11 hasta los 13 años, y quien anima a otros hombres a dejar estas creencias a un lado.
Carmen, por su parte, prefiere no desvelar su verdadero nombre, aunque su testimonio es firme y claro. Esta mujer, que sufrió abuso desde niña de un amigo de su hermano y, más tarde, de su propio hermano, plantea uno de los grandes dilemas del abuso sexual infantil que pueden sufrir muchos pequeños: «Si quien me hace eso es alguien me quiere, ¿yo quiero lo que me está haciendo? En ese momento te sientes cómplice, una guarra, porque tú solo tienes seis años y quieres afecto, no quieres sexo. Cuando los abusos acabaron porque me enfrenté a él con 11 años tras intentar suicidarme, aunque me amenazaba, empezaron las palizas», relata refiriéndose al abuso de poder que ejercen sobre los niños y niñas.
Para pararlo, Redime lanza un mensaje de esperanza, pero sobre todo de apoyo: «Estamos aquí».
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