Refugiados, inmigrantes, familias en riesgo de exclusión, mujeres maltratadas, niños vulnerables, ancianos solos... En plena euforia de datos que hablan de recuperación económica, Cruz Roja sigue recogiendo a los que han quedado por el camino. El recorrido en 2017 fue presentado la pasada semana en la memoria anual de la organización, y su presidente, Luis Utrilla, se siente aún lejos de la meta porque –avisa– «estos datos no son más que el reflejo de nuestro fracaso como sociedad».
Publicidad
–¿Tan mal lo estamos haciendo?
–Yo creo que esto es el reflejo de nuestra propia historia. A lo largo de los años, Cruz Roja ha estado allí donde las administraciones y la sociedad no han podido llegar. Cuando la sociedad no pudo atender a los heridos de la Guerra del Rif, ahí estuvo Cruz Roja en Málaga con sus primeras actuaciones; cuando no se pudo hacer nada contra los incendios, allí estaban los voluntarios de Cruz Roja de bomberos; cuando no había recursos para asistir a los heridos en la carretera en los años 60, ahí estuvo Cruz Roja montando puestos de socorro; y, en fin, cuando no había para las transfusiones de sangre, ahí estaban los puestos de la Cruz Roja. Una vez que la administración es capaz de llegar a esa frontera de la solidaridad, Cruz Roja da un paso hacia atrás y sigue abriendo nuevos retos; aunque nuestra labor sigue siendo la misma: estar allí donde los demás no llegan. Por eso hemos sido capaces de aguantar más de 140 años al servicio de Málaga y la sociedad.
–Ahora parece que las necesidades siguen estando del lado de aquellos que no han conseguido salir de la crisis, por mucho que se hable de recuperación económica...
–Una de las mayores tragedias de la crisis, más allá de las individuales de cada familia o cada persona, es la colectiva: la crisis ha roto en gran medida la clase media de nuestra provincia. Y la clase media era el gran sustento de la sociedad, de modo que se ha abierto una brecha cada vez más profunda entre los más poderosos y los más necesitados. Esa destrucción de la clase media ha llevado a que familias que antes podían subsistir dignamente con un empleo ahora no pueden llegar, y siguen necesitando la ayuda de las organizaciones sociales. Antes, las familias que estaban en dificultades tenían un entorno social de padres, hermanos, primos o amigos que les podían atender, pero esa cobertura en la actualidad la han perdido porque todos los miembros están en paro o con serias dificultades económicas. Ese tejido se ha ido desintegrando, y esa es la gran tragedia de la crisis.
–Pero llama la atención que en Málaga no hayan descendido las intervenciones de Cruz Roja a pesar de que lo peor parece haber pasado.
–En Málaga, en los últimos diez años, las intervenciones de Cruz Roja han ido incrementándose año tras año de forma casi exponencial. Ahora parece que estamos en una situación de meseta, pero estamos lejos de poder decir que hayamos superado la crisis.
–Una de las estrategias que más llama la atención en los últimos programas de la organización ha sido el paso del 'asistencialismo' a una política más centrada en la inclusión y la normalización. ¿Ha funcionado bien ese cambio?
Publicidad
–Es que esa primera política, la asistencial, sólo funcionaba para determinados problemas. En los últimos cinco años nos hemos dado cuenta de que no sirve de nada que a una familia le paguemos la luz, la casa o la ropa; es necesario que se haga una intervención más global. Por eso ahora cada vez que un usuario llega a nuestra puerta intentamos hacer una radiografía de cuál es su situación, ver en qué ámbitos podemos ayudarle y proponerle que se sume a una estrategia global que no es un proyecto asistencial, sino un proyecto de vida. Así se conservan la autoestima, la capacidad de trabajo y las posibilidades de sacar adelante a sus familias.
–Pero eso habrá necesitado de recursos extra...
–Sí, porque multiplica el número de horas que dedicamos a cada usuario, pero a la vez nos da más satisfacciones. Conseguir que el 40% de las personas que llaman a nuestra puerta encuentren un empleo está muy, muy lejos de los resultados de cualquier administración, incluidas las especializadas en la búsqueda de empleo. Se trata de cambiar los números por los rostros de las personas.
Publicidad
–Uno de los dramas que resurgen con fuerza este año ha sido la llegada de pateras. ¿Cómo se puede abordar este problema que no hace más que crecer?
–Efectivamente, en 2017 se han duplicado las intervenciones con respecto a 2016 y la previsión es que este año se vuelva a duplicar. El problema todos lo conocemos y la solución también pasa por intervenir en los países de origen para acabar con la corrupción y con la desigualdad social para que esas personas puedan quedarse allí viviendo dignamente con sus familias. Cualquier otra medida paliativa no responde a los problemas de fondo. Además, creo que desde la sociedad occidental debemos entonar el 'mea culpa' porque parte de nuestro desarrollo está basado en esos países en los que la economía está a niveles ínfimos.
Publicidad
–Hablemos del caso del traslado de inmigrantes a la cárcel de Archidona. ¿A qué se refiere cuando dice que Cruz Roja tuvo que aguantar presiones internas y externas?
–Cuando nació Cruz Roja, el primero de sus principios era el de la caridad. Eso mutó a lo largo de los años por el concepto de humanidad: esa era nuestra razón de ser, es decir, estar en el lugar donde hubiera una necesidad individual o colectiva. Nos da igual el marco administrativo o jurídico que esa persona tenga, porque defendemos que por ese principio de humanidad tenemos que intentar suavizar las condiciones en las que se desarrolla su vida. Para nosotros el caso de Archidona fue un reto porque Cruz Roja de Málaga nunca había atendido un centro de internamiento de inmigrantes: aquello se planteó muy atropelladamente, en apenas 72 horas tuvimos que dar respuesta. Montamos un equipo de 21 personas con médicos, psicólogos, abogados o trabajadores sociales para dar apoyo allí. Las situaciones en el centro no han sido fáciles, aunque hemos contado con el apoyo de la Policía Nacional, que nos han echado una mano en todo momento.
–¿Cómo fue el trato con los inmigrantes?
–Con ellos hemos trabajado a fondo, los pusimos en contacto con sus familias, les dimos la primera asistencia sanitaria y también en el capítulo emocional para que tuvieran un nivel de dignidad adecuado mientras permanecían en Archidona; incluso les dimos cobertura legal en la medida que pudimos y que nos permitieron las autoridades... Creo que nuestra labor ha sido muy positiva desde el punto de vista de las personas que estaban allí, pero desde otras organizaciones quizás no se ha visto con buenos ojos y se ha atribuido una colaboración de Cruz Roja con las administraciones que nunca ha ido en esos términos sino en el del principio exclusivo de la humanidad.
Publicidad
–¿Piensa que se ha sido injusto con Cruz Roja en este sentido?
–Creo que se ha sido injusto con Cruz Roja y con la labor tan callada y dura que se hizo en la cárcel de Archidona. Permítame recordar que durante el periodo en el que se atendió a estas personas se celebró la Navidad, y en todo ese tiempo estuvieron una veintena de voluntarios los sábados, los domingos, Nochebuena, Nochevieja, Reyes.... Atendían a personas que lo necesitaban, y a veces en cosas tan pueriles como organizarles un campeonato deportivo para que pudieran pasar mejor las horas; y otras no tanto, como ponerles en contacto con sus familias con los móviles de la organización, para darles ropa o para facilitar que recibieran la comida acorde a sus principios religiosos o éticos.
–En su memoria anual también se hacía una mención especial a los ancianos que viven solos. Otro drama, aunque parece que en este caso está aún más invisibilizado...
–Son nuestros grandes olvidados, y en este asunto también tenemos que asumir nuestra responsabilidad porque los hemos dejado un poco fuera de nuestra intervención. Hasta ahora tenían esa red social que proporcionaban los pueblos pequeños y las redes familiares, pero en los últimos años la sociedad se ha hecho mucho más urbana y las nuevas realidades familiares no permiten que nuestros mayores vivan en casa con los hijos. Por eso se han quedado solos en un piso de la Carretera de Cádiz o en una casa perdida de Villanueva del Trabuco. Esa sensación de aislamiento y soledad es lo que más daño les hace, por no hablar de las dificultades económicas de muchos de ellos, con rentas de menos de 500 euros al mes y que a veces tienen incluso que apoyar a los hijos y a los nietos. Por eso en Cruz Roja no sólo nos hemos centrado en el aspecto material y económico, sino también en una estrategia más humana centrada en combatir esa tristeza que les hace tanto mal.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
El pueblo de Castilla y León que se congela a 7,1 grados bajo cero
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.