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Con cuatro repartos anuales, más de 1.900 personas subsisten durante tres meses mientras pasa la tormenta; esta vez unos 50.000 kilos para 480 familias, que se lee pronto. Lo cierto es que aquellas personas que están muy cerca de la realidad del ... día a día saben que su acción es fundamental para ayudar a aquellos que pasan por un mal momento. En este aspecto, INPAVI no abandona a esas familias que necesitan una mano amiga y, esta vez, los kilos de alimentos que otorgan para pasar el verano suponen mucha más cantidad que en el de marzo: unos 37.000 provenientes del FEAD a los que ahora Bancosol le suma 13.000 kilos más. Hablamos con Liliana Ibáñez, coordinadora del Área de Proyectos de la entidad y al frente de los repartos que se han realizado durante el viernes y el sábado en su sede de la Corta.
–El reparto que han realizado este fin de semana es uno de los más multitudinarios, ¿cuál es su balance desde principios de año?
–Se han multiplicado los usuarios, hay gente que sigue sufriendo por el Covid y la crisis derivada, aunque hay algunos que se han dado de baja, pero hay muchos más que se han dado de alta. Estábamos repartiendo como máximo a 450 o 460 familias, pero ahora llegamos a las 480. Además, repartimos casi 50.000 kilos de alimentos en tan sólo dos días. También damos ropa y enseres de bebé, como carros, cunas o tronas.
–Un reparto no es sólo los días elegidos y en los que se cita a las familias, ¿cuándo empieza realmente?
–Comenzamos desde la descarga del camión, incluso desde antes repartiendo cartas y haciendo llamadas telefónicas a las familias para ver cuándo pueden venir. El martes y el miércoles armamos toda la paquetería para que el viernes y el sábado se pueda repartir. Son unos 175 voluntarios, aproximadamente, pero muchas veces más porque vienen otros amigos de voluntarios y si hacemos la cuenta somos unos 200 toda la semana echando una mano.
–¿En cuánto tiempo se traducen los repartos?
–Un mes, aproximadamente. Nos tiene que asignar Bancosol las fechas, contratamos el camión para ese día, se elaboran las cartas para los usuarios -muchos sí reciben cartas en mano, sobre todo de la barriada de la Corta- o se les llama por teléfono. A muchas se las entregamos en mano porque el correo no entra y se despistan. Después toca el prorrateo, asignar a cada familia cierta cantidad de alimentos; no es lo mismo que haya en el núcleo dos personas a que sean siete o hasta diez, que las tenemos. Cada paquete es proporcional a la vivienda familiar.
–¿Quién se encarga de hacer esos repartos? Tienen que tener todas las familias muy contabilizadas.
–Sí, tenemos una base de datos y en ella todo está registrado; si el usuario está casado o casada, cuántos niños tiene, las edades... Si son menores de dos años tienen alimentos especiales para bebés, como cereales o potitos. En esta ocasión damos de frutas y de verduras y carne. Al tener todo eso en la base de datos, que es muy extensa, cuando hacemos las cartas sabemos todos los datos de la familia para desglosarlo todo y que cada persona se lleve el alimento que necesita.
–¿Qué han entregado en esta ocasión?
–Alimentos no perecederos, como pasta, aceite, leche, cacao soluble, arroz, atún... Esta vez hay menos variedad, pero más cantidad. También hay preparados especiales de lasaña o menestras, con bandejas precocinadas sólo para calentarlas. También tomate frito, salsas tipos boloñesa, botes de garbanzos, macedonia de verduras, ensaladilla rusa... Estos alimentos son aproximadamente para tres meses. Como son repartos puntuales se llevan bastante cantidad.
–¿Cómo se pone de acuerdo a tantos voluntarios?
–Los convocamos por día según la necesidad, después cuando pedimos una lista una semana antes lo planificamos con los nombres de los voluntarios. Por ejemplo, tenemos a un jefe de carro, donde pone los alimentos y sale. El usuario no puede entrar a la sede, tenemos las tres mesas de identificación y de firma afuera, siempre con el gel, la distancia y la mascarilla. Se busca su expediente y han de confirmar su asistencia, después esperan junto a otra compañera que tiene la conexión con el salón, donde están los carros ya preparados para dárselos al usuario con el fin de evita el menor contacto posible, por el tema Covid.
–¿Qué simboliza para vosotros unos repartos así? Son cuatro al año, ¿verdad?
–Sí, nos da mucha gratificación y es lo que le queremos transmitir a los voluntarios. Hay gente que viene muy necesitada, muchos de ellos con vergüenza, o llevan mucho esperando este día para poder tener algo en sus casas. Lo planteamos como una oportunidad para ayudar a tantas familias, así que la organización está ya hecha y aunque nos retrasemos no pasa nada, lo importante es que la persona se lleve su paquete y que podamos suplir esa necesidad en este momento puntual. Nos gratifica poder sumar en esta sociedad y como está la cosa ahora nos carga de energía que la persona se vaya bien, feliz y con sus alimentos.
–Son 480 familias, aproximadamente... ¿Cuántas personas son en total? ¿Y menores de edad?
–Unas 1900 personas, aproximadamente, y unos 400 niños y niñas.
–¿A qué se debe este aumento de usuarios?
–Como estos repartos son cada cuatro meses, hemos visto que venía en aumento desde principios de año. Antes teníamos nuestros usuarios habituales y después se fue incrementando, algunos de los de este fin de semana entraron la semana pasada o hace un año. Esa documentación para poder recoger los alimentos se tiene que renovar de forma anual.
–Al estar tan cerca de estas familias, ¿cómo valoran la situación?
–Nos da esperanza ver que vienen muchos de ellos y se dan de baja, que hay algo que está cambiando y hay muchas familias que están saliendo, pero sí que hay incremento en familias normalizadas que todavía no pueden salir adelante. Pero creemos que sí, que va a ir a mejor.
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