
Ver fotos
Secciones
Servicios
Destacamos
Ver fotos
Ana Pérez-Bryan
Sábado, 14 de septiembre 2019, 00:17
Los colegas le llaman Scofield, aunque su verdadero nombre es Abdurahman. Pero aquello fue en otra vida. Aquello fue cuando nació en Sierra Leona hace 19 años y antes de que, a los 14, decidiera dejarlo todo atrás –también su nombre– y atravesar África durante dos años interminables. Antes también de que intentara saltar dos veces la valla de Melilla y antes de embarcarse en una patera que lo dejó, a los 16, en Málaga. «Prefiero no recordar aquello», pide en un castellano que ya quisieran muchos. Scofield deja un momento la máquina de coser que acaba de desmontar para ajustar el programa y, sobre la mesa, un bolso que en otra vida fue un enorme cartel publicitario de una exposición en el Thyssen. Gracias a las manos de Scofield, esa lona tiene una segunda vida. La metáfora perfecta de la suya propia.
Porque después de aquel desembarco en Málaga, del centro de menores de Torremolinos y de la Ciudad de los Niños, el chaval ha comenzado a remendar las cicatrices de una biografía demasiado pesada a pesar de que ni siquiera sume veinte velas. Lo hace gracias a Hilo Doble, un proyecto alumbrado desde Aidei (la empresa de inserción social de Arrabal) y Asimas (Asociación Ciudadana Anti-Sida de Málaga) que trata de dejar atrás la imagen de taller ocupacional para tejer una iniciativa empresarial robusta y capaz de ofrecer oportunidades laborales reales a personas como Scofield. Después de todo el verano dándole forma, Hilo Doble arrancó hace apenas un mes y ya cuenta con cinco personas que, como él, ya han firmado su contrato. Con todo lo que eso implica.
«La idea es la del largo plazo, que puedan encontrar las herramientas necesarias para competir en el mercado de trabajo en las mismas condiciones que el resto», reflexiona a su lado María José Santos, responsable de Aidei e implicada al cien por cien en este proyecto de dos que supervisan y gestionan desde la casa de acogida que Asimas tiene en El Palo. «Algunos residentes vienen como voluntarios a aprender, desde coser a las rutinas de unos horarios, pero el objetivo es el de la inserción laboral plena», añade por su parte Eli Fernández, trabajadora social de este hogar que ha reconvertido una luminosa sala de la primera planta en un taller donde el sonido de las cuatro máquinas de coser marcan el ritmo de las segundas oportunidades.
Perfectamente apiladas, limpias y dispuestas para entrar en el proceso de patronaje y corte, decenas de lonas publicitarias que antes empapelaron la ciudad aguardan turno para convertirse en bolsos, mochilas, portafolios, alforjas, carpetas y otros artículos de merchandising destinados a las empresas y particulares que sean capaces de ver en esta economía circular un círculo virtuoso donde todos ganan. «Buscamos el doble impacto: el social, dando trabajo a personas en situación de vulnerabilidad; y también el del medio ambiente, con materiales reutilizados que si se desechan sin más son altamente contaminantes», añade Santos, en cuya agenda figuran ya varios contactos con instituciones y empresas malagueñas dispuestas o bien a donar sus lonas o bien a adquirir los productos que salen de su taller. Entre las primeras, el Festival de Cine, el teatro Cervantes, La Caixa, Copicentro e incluso establecimientos como la Clínica de la Bicicleta, que cede sus llantas para que éstas se (re)conviertan en las asas de las mochilas. También Cervezas Victoria, que acogerá el próximo mes de octubre la presentación oficial de esta iniciativa a la que pondrán rostro de manera desinteresada la actriz Adelfa Calvo o la cantante, activista y modelo Brisa Fenoy.
«Todo suma, porque es algo que hemos hecho 'a pulmón' y la colaboración resulta vital para que esto salga adelante», anima Santos. De que esto salga adelante dependen también familias como la de Ricardo Marroquín, un salvadoreño de 31 años que hace algo más de uno escapó de su país con su mujer y su hija de cuatro años y pidió asilo nada más pisar tierra. Mientras se tramita su condición de refugiado, este antiguo trabajador de una fábrica de mochilas, maletines y bolsos ha encontrado en Hilo Doble la oportunidad perfecta con la que mirar al futuro y criar a su niña. «Hice un curso de patronaje y confección de 180 horas y aquí estoy, muy contento y agradecido...», explica mientras encadena un bolso con otro. Los más sencillos se hacen en 20 minutos. Otros complementos, como las alforjas para la bicicleta, necesitan más de tres horas de máquina. Los precios también se ajustan en función de eso: desde los cuatro o cinco euros que cuestan los estuches o las fundas para gafas hasta los 39,90 de los bolsos con más elaboración.
«Cuando yo llegué no sabía nada de coser; no conocía ni el recorrido del hilo», añade Scofield terminando uno de esos básicos que en su vida anterior había publicitado un refresco. «Lo mejor es la confianza que depositan en ti», resuelve aportando más detalles sobre su nueva (y feliz) rutina laboral: 40 horas a la semana que compagina con los estudios de un grado medio de informática, «porque lo que yo quiero es ser un gran programador». Por eso, además, no hay máquina de coser que se le resista y a poco que se atasque un programa, la desmonta y la vuelve a poner en uso. «Este ya está», dice finiquitando un bolso en su máquina recién reparada. Lo extiende y lo pone sobre la mesa. «Este para ti», nos ofrece Santos antes de pedirle a Scofield que personalice la tarjeta que lo acompaña. «Todos dejan su mensaje en las cosas que hacen», explica. Y Scofield coge el mismo bolígrafo con el que antes deletreó en un papel su nombre verdadero; el de la vida de antes. «Eres lo que piensas», escribe. Él pensó en grande. Y poco a poco va cosiendo ese futuro.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El rincón de Euskadi que te hará sentir en los Alpes suizos
El Diario Vasco
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.