Están decididas y no hay nada que las detenga; las mujeres de Dosta tienen claro que sin formación su vida se estanca y su futuro se nubla, algo que a pesar de que hace años no lo tenían muy claro, actualmente luchan por conseguir sus metas e inculcárselo también a sus hijas y nietas.
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Cuando Dosta, palabra que en caló significa 'basta', nace en 2019, su presidenta Vanessa Jiménez tenía claro que llegarían lejos, que ayudarían a muchas mujeres de la etnia gitana que no tenían recursos ni posibilidades y que, sin duda, cambiarían sus vidas para siempre mediante la formación. Jiménez, que decidió con 34 años y con su familia ya construida seguir avanzando y estudiar en la universidad, consiguió llegar al grado de Trabajo Social y ayudar así a más mujeres como ella. No en vano, junto a su marido Bernardo Muñoz dieron pasos agigantados, consiguiendo y cada año más, que hijas, madres y abuelas se interesen por terminar sus estudios y alcanzar sus metas, da igual cuáles sean.
Recientemente inauguraron un espacio seguro con la ayuda de AVRA y la Fundación Unicaja. Un lugar de estudio, concentración y mucha dedicación donde dan clases de lunes a jueves de todas las materias que se necesitan para obtener la ESO y el acceso a la universidad. Los viernes, en cambio, ofrecen talleres de alfabetización digital a pequeños y mujeres que necesitan ese impulso tecnológico para no estancarse.
48 Es el número de mujeres que Dosta ayuda en la actualidad sólo en Málaga capital; en Alhaurín de la Torre atiende también a 17 chicas.
En una de esas clases, Mónica Alonso, docente formada en finanzas y contabilidad, es voluntaria por las tardes en esta entidad, impartiendo a las mujeres materias como matemáticas, inglés o economía. En los pupitres, muy atenta a la explicación, Mari Paz Fernández lleva dos años recibiendo el apoyo de Dosta y ahora tiene claro que estudiar oposiciones para la administración del Estado es su sueño y su meta más cercana. «Yo tengo una hija y cuando ella ya creció un poco Dosta me acogió con los brazos abiertos», comenta esta mujer de 49 años. A su lado, Rocío Muñoz, de 31, confiesa que estudió hasta la educación secundaria, pero que siempre tuvo la inquietud de continuar su formación hasta llegar a la universidad y especializarse en alguna rama de la sanidad.
Rocío Heredia, también atenta a la explicación de las ecuaciones de Mónica Alonso, acude en esta ocasión con su pequeña Ainhoa al no tener la posibilidad de dejarla a cargo de algún familiar mientras ella estudia. «Dosta nos da la posibilidad de traer a nuestros hijos y poder conciliar así de alguna forma», explica esta mujer, que aunque se formó en peluquería y estuvo ejerciendo esta profesión durante 15 años, quiso dar un vuelco a su vida para poder pasar más tiempo con su familia. En la actualidad, pretende estudiar para ser Policía Local, uno de sus sueños.
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En el otro extremo, llegan a aula Concepción y Custodia, dos chicas de 20 años que, con algo de timidez, confiesan que su situación familiar fue la causante de que no siguieran cursando la ESO en sus institutos. Estas dos primas está muy unidas, básicamente porque juntas han retomado sus estudios y pretenden seguir avanzando. «Yo dejé el instituto con 16 años, me casé muy joven y fui madre. Pero cuando Vanessa se mudó aquí, muy cerca de donde vivimos, vimos que teníamos que sacarnos la ESO y trabajar de algo que nos guste. A mí, personalmente, me gustaría ser maquilladora profesional, siempre se me ha dado muy bien», cuenta Custodia. Su prima Concepción tiene la misma idea, aunque pretende «evolucionar» con esta nueva meta que se ha propuesto.
También en el aula, la madre de Custodia, Antonia Blanco, de 45 años, decidió cambiar su vida de igual forma, aunque sus obligaciones diarias no le permiten escalar tanto y tan rápido como a ella le gustaría. «Ella es el ejemplo más claro de que se puede conseguir, aunque es difícil cuando una tiene que conciliar con el cuidado de los hijos y ahora los nietos, pero quiere trabajar, y lo necesita», apunta la presidenta de la entidad.
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Ana Cortés, junto a Antonia, confiesa ser activista de su pueblo, «el pueblo gitano», y que desde siempre ha impulsado acciones que llevaran a las mujeres a luchar por sus sueños, porque la vida se puede desarrollar más allá de «la casa, de la limpieza, el marido y el cuidado de los hijos».
En la actualidad, la organización Dosta ayuda a 48 mujeres de todas las edades a realizarse y continuar creciendo sólo en Málaga capital; en Alhaurín de la Torre, en cambio, son diecisiete. «En realidad, este es el número de chicas contabilizadas, pero también ayudamos a sus madres, hermanos o hijos», apunta Jiménez. Además, han conseguido este año que 19 chicas hayan logrado su titulación en ESO, un escalón más para lograr cualquier cosa que estas mujeres luchadoras se propongan.
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