Ante la adversidad, la mejor herramienta posible es el amor puro y leal, aquel que aguarda paciente en los momentos difíciles la llegada de un nuevo amanecer. Y esta realidad está muy cerca de las historias de vida de Antonio y María y de Luchy y Antonio.
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La primera pareja lleva 34 años casada y María recuerda entre risas aquel 28 de febrero de 1988 en el que pasó «muchísimo frío» vestida de novia: «Tenía el pelo alborotadísimo, para meterle una querella a los peluqueros», se reía con la mirada cómplice de Antonio. Desde entonces han manteniendo férreo un amor que no ha vivido momentos fáciles, sobre todo relacionados con la enfermedad.
Este matrimonio es de Cuevas del Becerro y lleva viviendo en Málaga apenas dos semanas. Aunque hay que remontarse a principios de junio, cuando Antonio empezó a notar en su garganta cierta dificultad para tragar: «Yo le decía: «Chiquillo, tienes que ir al médico, eso no es normal». Pero nada, a los hombres parece que no le gustan los médicos, y encima él apenas se quejaba, pero hubo un momento en el que ya no podía tragar ni agua», cuenta María con cierto tono de humor sobre una situación que aún están asimilando. Cuando acudieron al Hospital Serranía de Ronda, Antonio estuvo 23 días ingresado, aunque reconocen que fue «un tiempo perdido» porque lo que realmente necesitaba este hombre era radioterapia y quimioterapia, y posteriormente una operación: «Llamaron al Clínico, se reunió el comité y decidió que le tenían que poner una prótesis porque no podía tragar. Estuvimos cinco días esperando cama y ya le ingresaron aquí en Málaga», cuentan cuando a Antonio le diagnosticaron cáncer de esófago.
La verdadera odisea llegó cuando está familia tuvo que buscar rápidamente una vivienda de alquiler cerca en Teatinos o sus inmediaciones, y ni con la ayuda de su hija lo consiguieron: «Aún había estudiantes y estaba todo carísimo. Pero Antonio tenía que estar con radio todos los días, él no iba a soportar venir desde Cuevas cada día y lo acabaría dejando», relatan. El carácter activo de María hizo que rendirse no fuese una opción, por lo que preguntando llegaron a la Asociación Española Contra el Cáncer, quienes poseen 12 pisos en Málaga para este tipo de casos: familias que no encuentran residencia o no se pueden permitir los elevados alquileres de la capital, que cuentan con bajos recursos, que vienen de otras ciudades como Almería, Ceuta, Melilla, Alicante (o desde países como Marruecos) y que han de recibir tratamientos oncológicos: «Si no es por terceras personas ni te enteras de estas cosas», relata María, quien también tuvo cáncer de mama en 2019.
Desde hace dos semanas su suerte cambió y ahora residen en uno de esos apartamentos en los que cuentan con todas las comodidades para pasar este proceso de la forma más liviana posible: «Aquí estamos de lujo, cuando volvamos al pueblo y lo contemos... Madre mía, estamos súper agradecidos. Además, viene una ambulancia a buscarnos cada día para la radioterapia, esto es una maravilla», reconoce esta familia, que se siente como «en vacaciones» a pesar de sus circunstancias, pues a Antonio le diagnosticaron el cáncer un año después de haberse jubilado tras toda una vida trabajando en la construcción. Sin duda, lo que más llama la atención de esta familia de Cuevas del Becerro es su actitud alegre ante la vida. María no le quita ojo a Antonio en ningún momento y confiesa que mientras ella esté «aquí nadie se rinde».
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En el mismo bloque donde reside esta pareja, la AECC posee siete viviendas más para pacientes oncológicos y sus familias, donde la estancia es totalmente gratuita y, además, donde reciben atención psicológica para pasar este proceso de la mejor manera posible.
De hecho, el espacio donde se encuentran las familias protagonistas de este reportaje, cerca del Centro de Málaga, se convierte en un hogar temporal para muchas de ellas, pero las comodidades que les proporcionan hacen que apenas echen de menos sus casas. Excepto Antonio, que reside en la segunda planta; aunque reconoce que su mujer Luchy y él «están muy bien en el apartamento», se emociona al recordar que han dejado atrás, aunque sea por apenas un mes y medio, su casa en Melilla y a su familia. A este hombre de 76 años le diagnosticaron cáncer de próstata y en seguida le derivaron a Málaga para recibir radioterapia. Luchy, como lleva más de 20 años siendo voluntaria de la AECC en su ciudad, se enteró rápidamente de que en Málaga también tenías viviendas para los pacientes y sus familias. De este modo, se pusieron manos a la obra y en poco tiempo lograron la vivienda en la que ahora se encuentran: «Cuando llegamos no nos esperábamos encontrar esto. Es un sitio muy bonito, estamos genial, vaya sorpresa nos hemos llevado», explican.
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Desde la entidad, la coordinadora de los pisos, Olga Santiago, y la encargada e intérprete, Fátima Zymbioui, cuentan que ya llevan 15 años abriéndole las puertas de estas viviendas temporales a las personas que lo necesitan y que seguirán haciéndolo para que el amor, incluso en los malos momentos, siga brillando en la AECC.
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