Fundación Harena: Un abrazo en la distancia para romper la soledad

María García ha soplado ya 98 veces las velas de cumpleaños y aunque no recuerda con certeza cuándo hará las 99 sabe que es cerca de Navidad. Esta malagueña rebosa energía y optimismo a pesar de su avanzada edad y de la soledad que lleva a sus espaldas. Puede valerse por sí misma, aunque cuenta a SUR que ya no puede 'guisar' porque la vista le está fallando, así que acude a un restaurante muy cerca de su casa donde almuerza cada día. Allí se encontró por primera vez con Miriam, una voluntaria de la Fundación Harena que llamó a García a principios de verano para acompañarla: «Ella ha seguido llamándome y estando conmigo en mi soledad. Mi marido murió en 1942 y mi hija vive en Burdeos, en Francia», cuenta esta mujer a través del teléfono fijo de su casa. García, como las 1.257 personas que durante estos meses han recibido asistencia y acompañamiento telefónico, tiene una historia fascinante: tuvo tres hijos, se despidió de su marido con tan sólo 21 años, fue oficial de sastrería a los 18 años y más tarde empleada del hogar. Como fue perdiendo la vista paulatinamente se jubiló un año antes de lo que le tocaba y desde entonces sigue su día a día con la vitalidad que acostumbra.

Ánder de Abrisqueta Rangel, coordinador del voluntariado de la Fundación Harena, cuenta algo parecido sobre el mayor que acompañó durante cuatro años. Antonio fue para él como un abuelo. Cuando este hombre llega de Venezuela en 2016, se topa por casualidad con la fundación y decide emprender una aventura que no olvidará jamás: «Antonio había perdido a su mujer poco tiempo antes y crees que es una experiencia con la que vas a ayudar a otra persona, pero al final esto es una simbiosis», explica emocionado recordando sus tardes con el mayor. Cuenta que le presentó a su hija, que daban largos paseos y que tomaban café por el barrio de Antonio, algo que no modificaron en todo el tiempo que estuvo acompañándolo hasta que falleció a principios de este 2020.

Ahora que Abrisqueta coordina el voluntariado cuenta que está siendo una ardua tarea, aunque muy gratificante. Ya han retomado algunos de los acompañamientos presenciales, eso sí, cumpliendo escrupulosamente las medidas ante el factor de riesgo de los mayores: «Aunque ellos a veces por su soledad necesitan un abrazo o un beso ahora mismo no puede ser. Los acompañamos y estamos con ellos, pero es lo que nos ha tocado vivir ahora», explica. Como coordinador, lleva el seguimiento de todos los voluntarios de Harena y realiza las presentaciones a los mayores, algo que en los últimos meses se está haciendo con menor frecuencia.

Este voluntariado tiene un compromiso muy sencillo: son sólo dos horas a la semana durante un año, algo que se puede prolongar si ambas partes están de acuerdo. ¿El perfil que Harena busca para paliar la soledad de los más de 1.000 mayores a los que ayudan? Tener 18 años y mucho amor que dar.

Marta Madrid, una joven de 21 años recién graduada en psicología, acompañaba a Mercedes una tarde a la semana a merendar y dar un paseo. Madrid habla maravillas de esta mujer de 91 años, a quien ha seguido ayudando durante los meses más duros del confinamiento de forma telefónica. Además, cuenta que los grupos de voluntarios se coordinaban para ayudar a los mayores llevándoles comida o medicamentos; muchos de ellos no podían salir de casa y la única ayuda que tuvieron fue la de la Fundación Harena, quienes también llevaron el teléfono de la soledad, dispuesto por la Diputación de Málaga, a través del que atendieron 7.562 peticiones, que no es poco.

Este programa al que pertenecen María García, Ánder de Abrisqueta o Marta Madrid lleva como título 'Soledad 0-Vida 10'. Parece una competición entre dos emociones en las que siempre gana la vida, y así es. Angie Moreno, gerente de la Fundación Harena, explica que este proyecto funciona desde 2008, cuando un grupo de personas vieron la tremenda necesidad que tenían muchos ancianos malagueños: precisaban compañía, aunque fuese sólo un par de horas a la semana. «El programa no es sólo en la capital, también llegamos a Fuengirola, Casabermeja y Marbella y estaremos pronto en Casarabonela, Álora y Pizarra. Aunque la gran parte se concentra en la capital, en los pueblos hay muchos mayores que necesitan salir de ese aislamiento que tienen», expone la gerente de la Fundación.

El coordinador del voluntariado explica que esos momentos en los que llega el voluntario, rompe la rutina del mayor por completo, dándole una ilusión y un plan que para ellos no es habitual: «Muchos de ellos, aunque no tienen una soledad física, conviven con su mujer o su marido y algunos están enfermos y necesitan salir y oxigenarse. Para ellos salir a cortarse el pelo o dar un paseo es un ánimo increíble», apunta Ánder de Abrisqueta.

Marta Madrid cuenta algo similar, y es que durante el año que ha estado con Mercedes ha visto que, en realidad, es ella quien le hace el favor: «Desconecto del móvil y de los estudios y ella me cuenta sus cosas y yo la escucho. Es pura sabiduría y todos los jóvenes deberían interesarse por un voluntariado así», explica Madrid con ilusión, animando a más personas a unirse a Harena, algo que pueden hacer a través del correo voluntariado@fundacionharena.org

Nuestro tiempo es valioso y si lo empleamos en ayudar a los que más lo necesitan, veremos como se multiplica y, además adquiere más sentido.