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MARÍA DOLORES TORTOSA
Domingo, 31 de enero 2010, 03:18
A la hora de buscar un calificativo que resuma la larga trayectoria política de Gaspar Zarrías Arévalo (Madrid, 1955) el que mejor le cuadra según amigos y adversarios políticos es el de apasionado por la política. También subrayan su gran capacidad para adaptarse: Fue director general con Escuredo, consejero de los gobiernos de otros dos ex presidentes andaluces, Rodríguez de la Borbolla y Manuel Chaves; ligado políticamente a Chaves durante 15 años, le acompañó en 2008 a Madrid como secretario de Estado de Cooperación Territorial. Era su salto a la política nacional y una nueva oportunidad para demostrar sus dotes de supervivencia. Ha tardado poco, un año, en situarse como número cuatro del PSOE de Zapatero, a quien no apoyó en las primarias. «Perdimos los de Bono y ganamos con Zapatero», ha dicho más de una vez. En este nuevo quiebro de su carrera política ha pesado que el puesto de secretario de Política Autonómica haya sido cuota en los últimos tiempos de la influencia andaluza en el PSOE (el 25% de su militancia), también que le hayan avalado conjuntamente Chaves y Griñán, pero sobre todo su habilidad para salir a flote cuando cambian los tiempos y su propia personalidad, marcada por una pasión desmedida por la política.
«Su gran hobby es la política, es su ADN», dice de él un joven ex colaborador. Realmente sus genes tienen mucho que ver. Hijo de un histórico socialista que padeció cárcel durante el franquismo, suele recordar que en su casa se hablaba de política casi todos los días. Nació en Madrid, donde su padre estuvo desterrado por el régimen. En un ambiente de 'Amar en tiempos revueltos' -sus progenitores se conocieron cuando la madre iba a visitar a la cárcel de Yeserías al abuelo, luego fusilado- se crió Zarrías, quien cursaba el Preu en 1972 cuando se afilió al PSOE y estuvo en los congresos de Suressnes y Toulouse. Llega a la democracia con la carrera de Derecho terminada en Madrid y es diputado por Jaén del primer Parlamento andaluz en 1982. El padre y el abuelo fueron alcaldes de Cazalilla (Jaén), de la que él fue concejal unos meses en 1985 para seguir la tradición.
A este hombre con 'pedigree' de memoria histórica lo que mejor se le da es estar entre las cacerolas de la política y ver y remover lo que se cuece. Como 'cocinero' en los gobiernos andaluces ha derrochado una gran habilidad negociadora en no pocos conflictos y sobre todo en los pactos de coalición con los andalucistas. En esta etapa andaluza adquirió fama de poderoso por su influencia sobre Chaves y el férreo control que ejercía sobre sus gabinetes como consejero de consejeros. En las distancias cortas es afable, dicharachero, inquieto y amigable, pero la oposición andaluza, sobre todo Javier Arenas, conocen su afilada lengua y su inagotable artillería dialéctica. Es exigente en el trabajo, reconocen sus colaboradores, pero sabe premiar a los que le sirven.
Madrid siempre se ha cruzado en su camino, pero su gran referente biográfico y político es Jaén, donde tiene casa familiar. Se dice que no se mueve una hoja de olivo en esta provincia sin que él se entere. Como contrapartida, el barre siempre que puede para la que considera su tierra. Muchos se extrañan de por qué nunca ha querido desprenderse de su cargo de secretario provincial del PSOE, aunque transite por moquetas más poderosas. Sencillamente porque ahí está su poder. Jaén es, lo que para los antiguos nobles feudales, su blasón político. Lo cual no quiere decir que para su otra pasión, el fútbol, vista los colores del Madrid de su niñez. 'Colchonero' desde chico, jugó de extremo en los juveniles del Atlético de Madrid, el equipo de sus amores. No se le conocen muchas más aficiones. Está casado y tiene dos hijos.
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