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ALMUDENA NOGUÉS
Domingo, 31 de mayo 2009, 13:31
Durante el siglo XIX, Frigiliana mantuvo una fuerte actividad económica gracias a la exportación masiva de albaricoques a la zona de Levante e Italia. Las frutas del lugar eran conocidas fuera de las fronteras de la localidad axárquica como «las más buenas y aguanosas». Tanto caló aquella referencia que la denominación pasó a formar parte de la historia del municipio, a cuyos oriundos se les sigue conociendo hoy día popularmente como aguanosos.
El gentilicio, aunque extraoficial, está tanto o casi más extendido que su rival en las enciclopedias: frigilianense. Un pulso que se repite en otros muchos municipios de la provincia donde los apodos o motes se han erigido como protagonistas a la hora de designar a sus habitantes.
Detrás de cada nombre de este peculiar listado hay un sinfín de relatos y leyendas. Unos tienen base histórica, otros (con tintes despectivos) parten de antiguas rencillas entre pueblos colindantes y otros tantos apuntan a viejas tradiciones y estilos de vida de sus ciudadanos, como ocurre en Colmenar.
Las gentes de sus tierras son colmenareños, aunque también arrastran la denominación extraoficial de tinajeros. El alcalde del municipio, Pedro Fernández, explica que los más veteranos sostienen la teoría de que el mote se debe a que antiguamente se utilizaban muchas tinajas de barro para destilar anís o fermentar vino.
En el caso de Istán, hay que remontarse a la reconquista de la Península Ibérica, para encontrar el origen del apodo que reciben los oriundos de este enclave, al norte de la Costa del Sol Occidental, conocidos popularmente como panochos. Cuenta la leyenda que a los árabes se les prohibió vivir cerca del litoral para evitar que pudieran comunicarse con sus congéneres del norte de África. Entonces, el pueblo fue repoblado por un grupo de familias procedentes de Murcia que hablaban un dialecto conocido como panocho. Otra de las variantes sostiene que los repobladores provenían del pueblo murciano El Cristo de Panocho.
Fieles a los pagos
También en la reconquista se enmarca la historia que explica la denominación que identifica a los nacidos en Alozaina: pecheros. Según dicho relato, tras la llegada de las tropas de los Reyes Católicos, allá por 1484, la zona comenzó a repoblarse con gentes venidas de fuera, a quienes se les exigía el pago de un tributo o pecho por las tierras. El término pechero empezó a atribuirse desde aquel entonces a los nuevos habitantes de Alozaina porque eran fieles en los pagos.
Menos preciso es el origen del término perote, hoy ampliamente utilizado para designar a los vecinos de Álora (oficialmente aloreños). José Morales, autor del primer Diccionario Histórico-Geográfico de Álora, reflexiona sobre las posibles procedencias de este mote: «Hay quienes dicen que viene de un tal Don Pero, que quedó como guardián del castillo conquistado en 1484, pero esta versión no tiene base histórica», señala el estudioso. Documentalmente, sí hay constancia, sin embargo, de un tal Pero López en el siglo XVI. «Su nombre figura en una relación de procesados por parte del tribunal de la Inquisición de Granada» añade.
Y si los habitantes de Álora son perotes, sus vecinos antequeranos son mochanos. Eso sí, no todos. El escritor y catedrático de Literatura Juan Benítez precisa que según la tradición, el abuelo, el padre y el hijo deben haber nacido en Antequera para que el último sea considerado mochano, siendo el calificativo una manera de destacar la autenticidad del linaje del municipio. El abogado y escritor Juan Alcaide matiza que mochano procede semánticamente de muchacho, que en castellano antiguo se escribía mochacho y que en este sentido hay un poema llamado 'Mocharita' sobre la mujer antequerana.
No menos curioso es el apodo referido a los habitantes de Villanueva de Tapia: entreicheros. Según explica su alcaldesa, Encarnación Páez, a los vecinos de este pueblo de la comarca nororiental de Málaga, los tapienses, también se les llama así porque a tenor de la historia popular, en 1603 Pedro de Tapia compró por 12.000 ducados las tierras de un lugar conocido entonces como 'El entredicho', ya que era una tierra muy rica en pastos que se disputaban las jurisdicciones de Loja (Granada), Iznájar (Córdoba) y Archidona.
Tierra rica en sauces
En el caso de Villanueva del Rosario, sus oriundos son saucedeños, término que sí tiene grado de gentilicio. El alcalde, Diego Miguel González, asegura que sus gentes son llamadas así porque originariamente la localidad se denominó Puebla del Saucedo por la abundancia de sauces que tenía cuando se refundó a principios del siglo XVIII. En 1830, tras separarse de Archidona, pasó a llamarse Villanueva del Rosario.
En el otro extremo de la provincia llama la atención el caso de Faraján. Sus habitantes son farajeños... pero también celestones. ¿El motivo? Hay que buscarlo en una leyenda del municipio. José Barragán Gutiérrez, vecino del pueblo y autor del libro '109 cuentos y leyendas del Valle del Genal', cuenta que antiguamente el patrón de Faraján era San Francisco. Hasta que un buen día llegó un cura que decidió robar la imagen de este Santo, que fue sustituido por San Sebastián.
La figura, sin embargo, no gustó a los ciudadanos, salvo a unos pocos (mirados con recelo por su carácter afeminado) que lo eligieron su patrón. «Al cura de entonces no le sentó muy bien, por lo que al llevar varias parroquias del Valle del Genal, comenzó a llamar celestones a las gentes de Faraján, circunstancia que permitió la expansión del mote», agrega Barragán.
A los nacidos en Riogordo (riogordeños) también les persigue un mote despectivo: panzones. Su regidor, Francisco Alarcón, señala que se han encargado estudios para conocer el origen, pero insiste en que no ha servido de nada. No obstante, a nivel popular hay quien dice que lo de panzones se debe a que como hay muchas cuestas en el pueblo al subirlas la panza da con el suelo. Otros piensan que puede ser porque en un momento dado hubiera muchos barrigones, extremo sin confirmar.
Tampoco suena demasiado bien el apodo asignado a los nacidos en Nerja, conocidos como 'morralleros'. Según detalla el cronista oficial de la villa, José Adolfo Pascual, fueron los vecinos de los municipios más cercanos los que bautizaron a los nerjeños con este mote, que procede de mediados del siglo XIX. Así, dicen que durante los años de crisis, las gentes de la mar se comían hasta la 'morralla', que son los peces más pequeños extraídos con el copo.
Referencia animal
El mundo animal sustenta otros muchos apodos repartidos por el mapa malagueño. La mayoría, despectivos e impuestos por los residentes de municipios limítrofes. Así, los habitantes de Benadalid llaman jabatos a los de Benalauría. Como relata Alfredo Carrasco, gerente del Centro de Iniciativas Turísticas Serranía de Ronda, el término podría tener relación con la rivalidad entre ambas poblaciones, que se encuentran muy próximas entre sí. «El jabalí, del que derivaría jabato, es un animal muy competitivo y se relaciona con los robos de uvas registrados antaño en la localidad, que era una zona muy fértil en viñedos», apostilla este experto.
El caso de Algatocín también es singular. Y es que sus habitantes, además de algatoceños, son gatos y gatas. La primera teniente de Alcalde de este municipio, Rosa Pacheco, indica que existe una leyenda que apunta a que antiguamente había muchos gatos por las calles del municipio y de ahí el apodo. No obstante, otros defienden que el propio nombre del pueblo, Algatocín, lo contiene, por lo que ha podido surgir por tradición oral.
No son los únicos felinos de la provincia. En Humilladero, también se denomina popularmente a sus gentes gatos. El primer edil de Humilladero, Félix Doblas, se remonta a otra historia popular para explicar este fenómeno. Según cuenta, hace años hubo un enfrentamiento sonado entre niños de Humilladero y Mollina (pueblos vecinos), y alguien dijo que ambos se llevaban tan mal como los perros y los gatos. De ahí que los mollinatos se hayan quedado con el mote de perros.
A los oriundos de Gaucín, por su parte, se les conoce como zorros. Cuentan sus habitantes que antiguamente existían muchos de estos animales en un bosque del pueblo, por lo que tuvieron que optar por matarlos. Entonces se les llamó zorreros, de donde ha podido derivar el apodo.
Gatos, perros, zorros...Y burros. Los bermejos se definen a sí mismos como borricos o burros en defensa de otro mote. El director del Instituto de la Villa de Casabermeja, Bartolomé Ruiz, explica que a raíz de un enfrentamiento entre Colmenar y Casabermeja unos a otros se llaman juagazos, sólo que los casabermejeños se defienden diciendo que ellos no son juagazos sino borricos, y argumentan que ello se debe a que un alcalde que mandó construir un abrevadero respondió a los albañiles que le preguntaron por la altura, que debía tener: «la que permita alcanzarla yo y los borricos», dijo, inclinándose como si estuviese bebiendo.
Además del caso de Casabermeja y Algatocín (que comparten el apodo de gatos), la provincia cuenta con otras dos poblaciones que tienen en común un mismo mote: moriscos. Se trata de Casarabonela y Almogía.
Tal y como explica Francisco Armada, estudioso de la historia de Casarabonela, el municipio tuvo una mayoría de residentes moriscos hasta 1570, a diferencia de otros pueblos donde primaban los cristianos, circunstancia que pudo motivar la denominación, que se ha conservado a lo largo de los años.
En el supuesto de Almogía, no existe ninguna documentación que explique el origen del término, argumenta el historiador Francisco Moreno, al tiempo que recuerda que un morisco es un moro bautizado que permanece en España tras la reconquista.
Familias con cristianos
Al respecto, apunta que posiblemente existieron matrimonios entre cristianos y moriscos que habrían dado lugar a que se mantuviese el término en el municipio. En este sentido, Moreno apunta que apellidos moriscos como Amor se han mantenido en el pueblo, donde existen muchos vecinos apellidados Amores.
Además, según añade el historiador, los moriscos podrían haber permanecido mucho tiempo en la localidad e incluso parece ser que muchos de los que se fueron acabaron volvieron, bien por tener propiedades, bien por mantener algún vínculo familiar en la zona.
Y eso no es todo. El historiador señala que también existió una familia morisca de bandoleros muy conocida que era originaria de Almogía.
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