
J. J. BUIZA
Lunes, 23 de marzo 2009, 20:43
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Cristóbal Villalobos y el resto de su cuadrilla se levantó ayer a las siete de la mañana para dar de comer a 7.000 personas, pero su trabajo ya había comenzado dos días atrás. Como cada año, desde hace cerca de una década, un grupo de unos 20 vecinos y él pasan todo el fin de semana enfrascados en los pormenores del guiso más popular de su pueblo, que ha dado lugar a la tradicional Fiesta de la Sopa Mondeña. Ayer se cumplían trece ediciones ininterrumpidas de una celebración que congrega a miles de visitantes de toda la provincia, aunque pocos imaginan todo el trabajo que hay detrás.
«Nosotros empezamos el viernes a migar los 120 kilos de pan cateto que hacen falta para la sopa; después, el sábado le damos la vuelta al pan, y hoy (por ayer) nos levantamos temprano para hacer todo lo demás», cuenta Cristóbal. Y todo lo demás es mucho, porque la sopa mondeña, además del pan, lleva de todo. A saber: 30 litros de aceite de oliva, 50 kilos de ajo, 70 kilos de habas, 3 kilos de sal, 70 kilos de pimientos, mil huevos y lo más importante: cien kilos del llamado tomate de culo.
Y es que es este último ingrediente el que le da el toque especial a la sopa de Monda y lo que la diferencia de otros platos similares de la comarca como la sopa 'perota' de Álora, la 'aplastá' de Pizarra o la 'hervía' de Coín. «Es muy importante que los tomates sean buenos, y que estén 'colgados' por lo menos desde julio o agosto», comenta Villalobos. Los mondeños le llaman 'de culo' al tomate que dejan secar al sol durante meses y que le da un sabor especial a su sopa, un guiso emblemático que antaño era utilizado para saciar el hambre de la gente del campo y que hoy en día se ha convertido en un atractivo turístico más.
El sofrito, la clave
Aunque para estos cocineros de multitudes (la mayoría de ellos miembros de la junta de festejos), la clave no está sólo en los ingredientes. «El secreto es hacer bien el refrito y, sobre todo, echarle muchas ganas; cuando a algo se le echa cariño siempre sale bien», afirma Cristóbal Villalobos. Tras más de diez años enfrascado en estas tareas, este pensionista con alma fiestera se ha acostumbrado a las felicitaciones de los visitantes, que desde las diez de la mañana empiezan a hacer cola para hacerse con una de las miles de raciones de la sopa (que no está terminada hasta las tres de la tarde, aproximadamente).
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El alcalde de Monda, José Antonio Bernal, explicó que la fiesta nació sobre todo con una vocación turística y para promocionar los productos de la tierra, pero en este año de crisis el concepto ha cambiado: «En estos tiempos difíciles, la concebimos como un espacio donde inhibirse de los problemas cotidianos disfrutando con los vecinos». Tal vez por ello, buena parte de los asistentes eran mondeños que se cocinaban su propia sopa en otro rincón.
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