FERMÍN APEZTEGUIA
Sábado, 7 de marzo 2009, 02:52
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Ya son cinco. El Ministerio de Sanidad confirmó a última hora de ayer la muerte de una mujer en Santander el pasado mes de enero como consecuencia de la variante humana del mal de las 'vacas locas'. Los expertos vaticinan que en los próximos años seguirán apareciendo, como un goteo, nuevas víctimas de la Encefalopatía Espongiforme Bovina (EBB), que es como se llama esta patología. Fallecerán a causa de la enfermedad las personas que en su día comieron carne contaminada. El riesgo sanitario para el resto de la población es, sin embargo, nulo. La producción cárnica hoy está controlada. «Esta muerte no tiene consecuencias epidemiológicas, es decir, no pone en riesgo la salud de los ciudadanos», se esforzó en aclarar un portavoz ministerial.
Las autoridades sanitarias venían siguiendo este último caso desde noviembre de 2007, cuando una mujer cántabra comenzó a presentar síntomas que apuntaban a que se tratase de un nuevo episodio de la forma humana del mal de Creutzfeld-Jakob, una afección neurológica que daña las células hasta destruirlas. La enfermedad se manifiesta con depresión, temblores y ataxia, es decir, movimientos involuntarios.
Proteína perversa
El diagnóstico de la enfermedad sólo puede hacerse mediante la práctica de una autopsia que determine la causa de la muerte. El protocolo, común para todas las autonomías, obliga a notificar todos los casos al Registro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III de Madrid, que actúa como centro de referencia en España para la red de vigilancia de la UE sobre enfermedades espongiformes humanas. De ahí el tiempo que transcurre entre la muerte y la confirmación de lo ocurrido.
La EBB es una enfermedad que se desata entre cinco y diez años después de que uno haya ingerido tejidos animales infectados por priones. Sesos, mollejas, espinazo y médula, criadillas... El prión es una proteína perversa que se cuela en el cuerpo humano a través de la alimentación. Del intestino pasa al sistema linfoide y alcanza el sistema nervioso central, que es su objetivo. Allí encuentra su hábitat ideal, el lugar idóneo para reproducirse, viajar al encéfalo y destruirlo. El cerebro queda como una esponja, de ahí su nombre, y las neuronas mueren.
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La primera víctima española del 'mal de las vacas locas', una patología que se cebó sobre todo con la población inglesa, se dio en 2005 en una joven madrileña de 26 años. El resto de los fallecidos han procedido todos de León. Hasta ahora, que la dolencia ha llegado a Cantabria.
El ministerio y la consejería de Sanidad cántabra insistieron en que la aparición de una nueva víctima «entra dentro de las previsiones que desde hace más de ocho años se han estimado a nivel de España y de toda Europa». No hay razón para la alarma social, pero las asociaciones de consumidores vienen quejándose desde que comenzaron a darse los primeros fallecimientos del retraso con que informan las instituciones sanitarias, comunes y autonómicas.
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Recuerdan, asimismo, que en 2001 se pusieron en marcha en toda España «las medidas de control veterinario para impedir el consumo humano de carne procedente de animales que no hubieran confirmado la negatividad de las pruebas de la enfermedad».
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