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Aquí nacieron, tras los de Málaga, en los años 40 los primeros chiringuitos de la Costa. / SALVADOR SALAS
Cuando el chiringuito se hizo playa
MÁLAGA

Cuando el chiringuito se hizo playa

La figura del merendero nace cuando se empieza a ir al litoral con el ánimo de pasar un día de recreo, a principios del siglo XX. Ahora, su pervivencia en la arena depende de la adecuación a la ley de Costas. Las negociaciones no han hecho más que empezar

PILAR R. QUIRÓS

Domingo, 15 de febrero 2009, 03:46

Han vivido siempre al calor del sol y el salitre de la playa. Nacieron como la pareja perfecta de un buen día de baño. Para servir una gaseosa, un vino, una cerveza y un pescaíto. Son los llamados chiringuitos, una de las herramientas básicas para entender el turismo de sol y playa, el binomio de oro de la Costa del Sol. Pero, tras un largo recorrido, que se remonta a principios de los años XX, su pervivencia se tambalea y las concesiones están en el aire.

El quid de la cuestión está en que buena parte de ellos no cumple los requisitos que a priori les impuso la Dirección General de Costas: 150 metros cuadrados de superficie, una distancia mínima de 200 metros entre cada uno de ellos, y la parte más polémica -con matices- que abandonen la arena y se reubiquen en los paseos marítimos. Esta limitación ha provocado que los empresarios de Playas lancen un grito de guerra para mantener sus posesiones dentro del dominio público marítimo-terrestre. Pero la realidad, hoy por hoy, es que casi todas sus concesiones han caducado y que ahora les toca negociar con Costas para volver a obtenerlas.

La temporada alta está a la vuelta de la esquina y la situación es «desoladora», en palabras del presidente de la Asociación de Empresarios de Playa, Miguel Arrabal. ¿Por qué? En las fechas en las que nos encontramos, todavía 300 de los 400 chiringuitos que se reparten por los 143 kilómetros de litoral no tienen concesión de la Demarcación de Costas.

Uno de los ejemplos claros, como indica Arrabal, es el de La Malagueta, donde el Ministerio de Medio Ambiente todavía realiza obras para estabilizar la arena de la playa -un hecho que pasa de forma recurrente en este espacio y en otros del litoral- «pero donde las concesiones, pese a haber sido anunciadas, todavía no han llegado». En una situación parecida está Estepona, donde los propietarios de chiringuitos tendrán que devolver unas subvenciones a la Junta, con sus intereses incluidos, por no haber recibido todavía sus licencias.

El problema ha llegado tan a mayores que el subdelegado del Gobierno, Hilario López Luna, ha tenido que alzarse como negociador entre las partes, es decir, Costas, chiringuitos y ayuntamientos. Su propuesta pasa, tal y como explica a SUR, por tomar como referente el artículo 60 de la Ley de Costas, «que viene a decir que se podrá admitir la ocupación del territorio público marítimo-terrestre con actividades que, por su naturaleza, no puedan estar en otro espacio. Además, hay que tener en cuenta la normativa andaluza, en la que se alude al carácter específico de los chiringuitos», sostiene López Luna.

Entre las voces a favor de que se mantengan pegados a la arena están las del consejero de Turismo, Luciano Alonso, que reitera la singularidad de estas instalaciones, a lo que se suma el secretario provincial del PSOE, Miguel Ángel Heredia, mientras que el PP critica la falta de claridad del PSOE.

Y la gran pregunta es: ¿Qué pasará finalmente? Las negociaciones han quedado en manos de los ayuntamientos y Costas, y cada uno de los casos deberá estudiarse. Pero los dueños de chiringuitos no desistirán: piden 150 metros cuadrados de instalación y 100 de terraza. Si no se accede a sus peticiones, prometen movilizaciones, según explica su presidente Miguel Arrabal.

Para entender cómo los chiringuitos son intrínsecos a esta costa sólo hay que revisar la historia y ver cómo los turistas y estas instalaciones nacieron uno al amparo del otro. Desde que la playa se entiende como un lugar de recreo, los chiringuitos están ocupando su sitio en la arena. Los años 20 fueron decisivos para este despegue. Los primeros turistas que pisaron la Costa lo hicieron para bañarse y tomar el sol, algo que a los oriundos todavía les parecía curioso y extraño, máxime cuando la burguesía malagueña de la época se refugiaba durante el verano en sus casas de campo, en Ciudad Jardín y el Camino de Antequera.

Un foco de atracción

La playa empezó a ser un foco de atracción, algo que aprovecharon las mentes inquietas para hacer negocio. Como bien cuenta el periodista Francisco Lancha, el primer chiringuito del que se tiene noticia en Málaga fue en la playa de La Malagueta, que instaló el malagueño Antonio Martín, que le dio su nombre a lo que es hoy un restaurante.

Este establecimiento histórico tuvo la ocasión de servir boquerones de la bahía al mismísimo Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia, que vinieron a la ciudad para inaugurar el Hotel Príncipe de Asturias en el palacio de Miramar allá por el año 1926. Según los estudiosos, no cabe duda de que éste es el germen de lo que hoy se conoce por chiringuitos, aunque antes se les llamaba merenderos.

También por los años 20 se instaló una pequeña taberna a pie de playa en El Palo, Casa Pedro. Al poco tiempo, montaron un comedor al aire libre sobre la arena, que como techo tenía palmeras, que más tarde acabó siendo un cañizo, según cuenta uno de los hijos del precursor, Lorenzo Martínez. La ruina llegó, como cuenta, cuando Costas les obligó a dejar la arena y montar el restaurante en el paseo marítimo. Eso fue allá por el año 89, época en la que contrajeron una deuda de 200 millones de las antiguas pesetas, que todavía aún les pesa, y que seguramente les abocará al cierre.

Sólo hay que dar un pequeño salto para ver cómo se instaló el famoso merendero María, en las playas de Huelin, que aún hoy regenta la familia Manzano. Corrían los años 40, cuando en su casa, que estaba en plena playa, empezaron sirviendo vino blanco y gaseosas y unas sardinas que ensartaban en cañas, lo que hoy se conoce por espetos. «Mi padre compraba una botella de vino y la ponía en una mesa con vasos, y cuando acababa iba a comprar otra. Más tarde, dedicó parte de la casa donde vivíamos a merendero, y montó unas casetas para que los que se bañaban guardasen sus ropas», como rememora Antonio Manzano.

Éste fue el inicio de una actividad comercial espontánea. Los merenderos, que más tarde al parecer los madrileños rebautizaron como chiringuitos, según dicen los entendidos del sector. Se crearon porque había una necesidad, unos futuros clientes y ganas de hacer algo de dinero.

Auge en Torremolinos

Los merenderos son o eran, según el diccionario, lugares donde se merienda, pero esta acepción más bien parece venir en este caso porque eran sitios donde los turistas y oriundos, que disfrutaban de la playa, se tomaban un tentempié. El Bajondillo y La Carihuela en los años 40 y 50 fueron la punta de lanza del turismo de playa, y no pocos propietarios de estos establecimientos recuerdan al pionero de la zona, Casa Miguel, de Miguel Cerdán, en El Bajondillo. Más tarde surgieron otros como Los leones de Miguel o Playa Miguel, de Miguel Sierra.

«Teníamos las bebidas con barras de hielo porque ni siquiera disponíamos de luz. Nacimos para dar servicio, porque el turista nos necesitaba a pie de playa, y aquí es donde seguimos, haciendo nuestro trabajo», subraya Sierra. El famoso Ayo, de Nerja, el restaurador Santiago, de Marbella, que empezó también en la playa, y los que poco a poco fueron poblando esta costa son el signo distintivo del litoral de Málaga. Ahora, los famosos 'beach clubs' de Marbella. Todos o casi todos están sobre la arena. Así son los chiringuitos.

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