VIVIR

¿Los amigos de mis amigos son mis amigos?

Las redes sociales han promovido un nivel sin precedentes de divulgación de información personal en Internet, pero muchos usuarios no son conscientes de los riesgos

MARINA MARTÍNEZ

Domingo, 1 de febrero 2009, 12:38

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«Tienes una solicitud de amigo». El mensaje se repite a menudo. Así se va creando la cadena. Y ya son más de 2,3 millones sólo en España. No está mal, teniendo en cuenta que hace un año apenas eran 300.000 los que se reunían en torno a Facebook, una de las principales redes sociales del mundo en Internet. Hoy hay donde elegir, pero a principios de siglo no eran tan populares. Todo parte de la teoría de los 'seis grados de separación', según la cual todos los habitantes del planeta están conectados a través de no más de seis personas. Está comprobado. Sólo hay que echar un vistazo a alguna de estas redes.

Las hay para todos los gustos, tanto generales como temáticas (literatura, música, cine, televisión, viajes y, lo último, las de compras). Encabezan el ranking YouTube, Tuenti, MySpace, Orkut, Live Spaces, Xing, LinkedIn, Plurk, Twitter o Friendfeed. Entre todas han promovido un «nivel sin precedentes de divulgación de información de carácter personal», según la resolución sobre Protección de la Privacidad en los Servicios de Redes Sociales, derivada de la 30 Conferencia Internacional de Autoridades de Protección de Datos y Privacidad, celebrada el pasado mes de octubre en Estrasburgo.

Tienen sus ventajas: las oportunidades de comunicación y el intercambio en tiempo real de todo tipo de información. Sin embargo, como recoge la resolución de Estrasburgo, la utilización de estos servicios «puede plantear riesgos para la privacidad de sus usuarios (y de terceras personas): los datos personales son accesibles de forma pública y global, de una manera y en un volumen sin precedentes, incluidas enormes cantidades de fotografías y vídeos digitales».

Ahí está la clave. En principio, la idea es compartir información, ya sea de amistad, profesional, sobre aficiones o de ocio. Pero lo que aparentemente son datos inocentes se puede volver en contra. Algo tan simple como colgar una fotografía en la Red puede tener sus consecuencias. Sin ir más lejos, hace apenas unos días, un colegio madrileño expulsó a tres alumnos por insultar a sus profesores en Tuenti a partir del vídeo que uno de ellos grabó en el móvil -a pesar de que están prohibidos en las aulas-. También la Fiscalía de Menores de La Rioja investiga a otros alumnos por hacer lo mismo y, en Sevilla, la Policía sigue la pista de Marta del Castillo -la joven de 17 años desaparecida hace una semana- en su ordenador. Al parecer, se conectó a Internet esa noche, lo que preocupa al padre por su carácter «confiado» con los amigos, a los que facilitaba incluso sus contraseñas personales de mail y chat.

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Derecho al control

Todos estos casos son sólo la punta de un iceberg que empieza a dar la cara. Detrás de todo está la Ley Orgánica de Protección de Datos, que regula el derecho a controlar el uso que puedan hacer terceras personas de los datos privados. Lo que ocurre es que no todo el mundo le presta atención. Como recuerda el coordinador del área de estudios de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD), Ricard Martínez, lo primero es ser conscientes de los riesgos. «Los usuarios no suelen caer en la cuenta, pero cada información es visible, todo lo que se comparte puede ser objeto de tratamiento por terceras personas», advierte.

Las cifras lo dicen todo: según la Comisión Europea, sólo el 33 por ciento de los jóvenes entre 15 y 24 años conocen sus derechos en este campo. ¿Por qué esta edad? Es la franja que más preocupa. No sólo porque son los principales usuarios de las redes sociales, sino porque, como observa Ricard Martínez, «son especialmente vulnerables ya que tienen todos los medios, pero no están formados adecuadamente». Aquí los padres y el colegio juegan un papel fundamental. Los primeros, como protectores, deberían informarse y orientar al niño, acompañándole cuando está frente al ordenador. Los segundos, complementando esa educación en el aula. Como granito de arena, la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid ha puesto en marcha una campaña divulgativa entre institutos de Enseñanza Secundaria con el fin de sensibilizar a los estudiantes sobre el uso de las nuevas tecnologías. También la UE se ha puesto manos a la obra con el programa 'Safer Internet', cuyo objetivo es garantizar que los jóvenes sean «capaces de identificar los riesgos potenciales».

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Ante todo, prudencia

Para empezar, el número de móvil y el domicilio sobran en cualquier perfil. Y, para seguir, la prudencia y el sentido común son herramientas básicas. Así lo entiende el profesor de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Navarra y creador del proyecto eCuaderno, José Luis Orihuela, investigador del impacto de la innovación tecnológica sobre los medios y los modos de comunicación. «Si estás en Internet y tienes un secreto, es mejor que ni lo pienses», asegura.

La máxima es no dar más datos de los que no se darían a un desconocido por la calle. Y es que es fácil perder el control de la cadena. A veces, los amigos de nuestros amigos pueden no ser nuestros amigos. La AEPD aconseja cuidar las relaciones que se establecen. En opinión de Ricard Martínez, ya no basta sólo con que la red garantice los derechos del usuario (supuestamente, debe informar de la utilización que va a hacer de sus datos).

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«El propio entorno obliga a extremar las precauciones. Nunca hay que olvidar que no estamos en el salón de casa», apunta, poniendo como ejemplo la publicación de instantáneas de un cumpleaños donde hay niños o el caso de un grupo de amigos que se van de juerga y uno de ellos cuelga en la Red la imagen del momento. «Si esa foto la ve el empresario que tiene el currículum de uno de ellos sobre la mesa, se lo pensará a la hora de contratarlo», comenta Martínez.

Y lo peor es que en Internet las palabras no se las lleva el viento. Existe el llamado 'derecho al olvido', pero no es tan fácil hacer uso de él cuando la información facilitada ya ha empezado a circular de forma virtual. La resolución sobre Protección de la Privacidad en los Servicios de Redes Sociales es clara al respecto: «Puede resultar muy arduo (y en ocasiones imposible) eliminar por completo determinada información una vez que ha sido publicada en Internet: incluso eliminada del sitio original, es posible que terceras partes o los propios proveedores de los servicios de redes sociales conserven copias».

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Un ejemplo de esos usos secundarios se está empezando a ver en las empresas. Algunas ya investigan los perfiles de los candidatos a un puesto de trabajo o de los propios empleados. Como añade la resolución de Estrasburgo, «las personas se enfrentan a posibles pérdidas de control sobre la forma en que terceros emplearán la información una vez publicada en la red».

En realidad, la difusión de los datos personales en Internet no es comparable a la que se pueda producir cara a cara, ya que el virtual no es precisamente un cara a cara en 'petit comité', en él tienen cabida muchos más interlocutores. A veces, incluso millones. De ahí la recomendación de prudencia. Eso sí, todo depende de la red que se elija. A juicio del sociólogo Francisco Javier Cortázar, unas «son más voraces» que otras en lo que a nivel de información y preferencias personales se refiere.

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En este sentido, y aunque el propio internauta es el que tiene en sus manos buena parte de la responsabilidad, dependiendo de la red que escoja, podrá estar más o menos expuesto al riesgo. Según Ricard Martínez, lo normal es que se trate de redes sociales abiertas, es decir, cualquiera puede acceder a ellas (caso de la propia Facebook). Pero también existen las redes cerradas, exclusivas de una comunidad (un ejemplo es Tuenti, a la que se accede sólo por invitación).

También hay redes, como Fickr, que disponen de distintos niveles de privacidad, detalla el sociólogo especializado en nuevas tecnologías y subdirector del Observatorio para la Cibersociedad, Fernando Garrido. En su opinión, la tendencia es hacia una sofisticación. «Poco a poco los usuarios aprenden y demandan estos niveles de acceso a sus contenidos», agrega, convencido de que «si no estás en las redes no existes».

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Los nuevos espacios

«Las redes sociales son los nuevos espacios virtuales en los que nos relacionamos y en los que construimos nuestra identidad», considera José Luis Orihuela, optimista, pese a las críticas. Al fin y al cabo, como recuerda el profesor, revelar información propia en el perfil de usuario es condición necesaria para ser encontrado. Por tanto, cuanto más completo esté el perfil, más sentido tiene la pertenencia a la red.

«Es el propio interesado quien define qué datos de los que aporta pueden ser consultados por qué usuarios de la Red. La existencia de un perfil privado para amigos y de uno público para el resto es una de las más elementales defensas contra intromisiones indeseadas», recomienda. Si no, siempre queda la opción de cambiar de identidad. Otra de las prácticas habituales, y a veces, incluso aconsejada.

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