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CRISTINA GONZÁLEZ
Domingo, 21 de diciembre 2008, 03:13
Ana María Mata, escritora e historiadora, no tiene reparos en reconocer su fascinación por la figura de monseñor Rodrigo Bocanegra, al que conoció personalmente. De Don Rodrigo, como le llamaban popularmente, destaca el papel fundamental que jugó para el despegue de la Marbella de hoy y su capacidad para ganarse a partes iguales a las más altas esferas y al pueblo llano. Una intensa vida que repasa en su sexto libro, 'Marbella fue una sotana', que mañana, a las 20.00 horas, se presenta en el Centro Cultural Cortijo Miraflores. Precisamente en el año del centenario de su nacimiento.
¿Qué le animó a escribir un libro sobre Rodrigo Bocanegra?
Siempre, desde que empecé a escribir, tuve una especie de fijación por la figura de este hombre porque creo que fue decisivo en la historia última de Marbella. Desde que llegó en el 49 hasta que murió en el 73. A través de él Marbella consiguió una serie de logros importantísimos y además fue una figura de unas particularidades muy curiosas para el momento histórico-político. Finalmente lo he enfocado en un género a mitad de camino entre una biografía y una crónica. Intento a través del personaje hacer paralelamente una crónica de lo que pasaba en Marbella y España.
¿Qué fuentes ha empleado para documentarse?
Sobre Don Rodrigo hay escritos dentro de los libros de Fernando Alcalá o de Juan Carlos Reina, y algunos datos los conozco porque yo viví aquella época. También tuve la suerte de que su familia me prestara su diario personal durante la Guerra Civil y durante su llegada a Marbella. Esa es la médula del libro, aunque hay otras aportaciones del Archivo de Málaga, del Diocesano o de las hemerotecas.
Su legado es amplio, ¿cuáles fueron sus logros más importantes?
Lo primero que hizo como logro social, a través de Girón, ministro de Trabajo que fue su amigo personal, fue el Patronato Social Nuestra Señora del Carmen, conocido vulgarmente como 'el esparto'. Era una minifábrica de esparto y palmilla donde trabajaron gran cantidad de mujeres. Fue un gran éxito. Coincidió con la llegada de los ministros que luego serían sus amigos y la gente de poder, como el jefe de la Casa Militar de Franco. Ese conocimiento produjo una urdimbre curiosa que sólo se dio en Marbella. Hubo una serie de factores circunstanciales que él aprovechó de una manera espléndida.
Pero su apego a las altas esferas fue polémico.
La gente lo analizará desde muchos puntos de vista pero para mí lo más interesante, como historiadora, es lo que consiguió para Marbella. Tuvo amistad con todos los ministros y, de eso, lo destacable es lo que trajo para la ciudad como que consiguiera, tras entrevistarse con Franco, el puerto de pescadores. Después vinieron la barriada de La Bajadilla, el Colegio María Auxilia de enseñanza media, escuelas en El Ángel o numerosas viviendas sociales, por citar algunos.
Usted le conoció personalmente. ¿Cómo fue su relación con él?
Afectuosa, dentro de lo que cabe. Entonces era una niña. Vivíamos cerca y me llamaba por mi apodo, 'Matita'. Años más tarde ofició mi boda. Don Rodrigo tuvo siempre la sabiduría de entonar con los grandes pero también con muchísima gente del pueblo.
¿Fue un cura atípico?
Por supuesto. Y eso juega a su favor, porque si se hubiera apoyado en la doctrina fuerte de moralidad de entonces, por ejemplo con la separación por sexos en la playa, el final de Marbella habría sido distinto. Fue un liberal extraordinario. De hecho, en un triángulo de lo que fue el desarrollo de Marbella, indiscutiblemente llegó primero Ricardo Soriano y éste trajo a Alfonso de Hohenlohe, pero el lado tercero del triángulo sería la oficialidad de todo eso a través de Don Rodrigo. Lo canalizaba toda al hacerse amigo de los que tenían el mando en España. Cuando empezaron a llegar los ministros, Marbella empezó a tener empuje.
¿Por qué ha elegido el título de 'Marbella fue una sotana'?
Porque verdaderamente en aquel momento todo el mundo conocía Marbella a través de él. Se cuenta, de hecho, la anécdota de que era la única persona en España a la que se podía mandar una carta donde pusiera Don Rodrigo y España y llegaba a Marbella.
¿Se sorprenderá mucho la gente cuando lea el libro?
Más que sorprenderse conocerán cosas que no sabían de la enorme importancia que tenía Don Rodrigo para todo el gobierno de aquella época. A mí me ha llamado la atención cómo le piden consejo cardenales para ordenar sacerdotes o incluso cómo la Duquesa de Alba llegó a pedirle un favor. Podría haber utilizado mucho más su poder de lo que lo hizo.
¿Pudo llegar más alto?
Sí. Se llegó a comentar que intentaron nombrarle obispo y que no quiso. De no haber sido cura habría sido diplomático; como mediador no había otro.
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