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REGINA SOTORRÍO
Jueves, 2 de octubre 2008, 03:58
Fue director del Museo de Málaga, ocupó un sillón en la Academia de San Telmo, tuvo algún escarceo con la política ... pero, ante todo, era un arqueólogo. A la investigación de los orígenes de Málaga dedicó buena parte de su vida y de su pluma, con decenas de artículos y libros publicados sobre la ciudad que le acogió, a cientos de kilómetros de su Huesca natal. Rafael Puertas Tricas falleció ayer en Málaga -de donde no quiso marcharse tras su jubilación en 2005- de una embolia en el pulmón. Tenía 65 años y un sueño a medio cumplir: ver el que fue su museo durante más de tres décadas en el Palacio de la Aduana.
Rafael Puertas llegó a Málaga a principios de los 70 para hacerse cargo del Museo Arqueológico y de Bellas Artes de Málaga, entonces en el Palacio de Buenavista. «Desde el principio se integró perfectamente porque era muy cordial. Le gustaba llevarse bien con todo el mundo», recuerda el periodista Julián Sesmero. «Era muy trabajador y competente», señala Manuel del Campo, presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, institución de la que Puertas era miembro y, durante años, su bibliotecario.
En los inicios de la Transición, probó suerte en la política y durante un breve periodo ostentó el cargo de delegado provincial de Cultura de la Junta de Andalucía. Pero «no era lo suyo». «Él cumplió, pero tenía poca vocación política, lo que verdaderamente le apasionaba era la arqueología», asegura el escritor Alfonso Canales.
Dirigió excavaciones y plasmó sus investigaciones en artículos y libros centrados, en su gran mayoría, en Málaga. «Él solía bromear con esto y decía: 'la fulgurante carrera de un arqueólogo queda reducida a una cita en un pie de página'», rememora Sesmero. Y es que quienes lo conocieron le definen como un hombre con «un sentido del humor fantástico», «simpático», «buena persona», «un erudito», «enamorado del arte»... y un sinfín de elogios.
«Era nuestro timón»
A mediados de los 90, le tocó vivir una «dolorosa experiencia» cuando cerraron el Museo de Málaga para comenzar las obras del ahora Museo Picasso. Desde entonces, luchó activamente por recuperar una sede para su centro y porque ésta fuera el Palacio de La Aduana. «Él era nuestro timón, nos daba mucha fuerza moral porque quería que su museo no se olvidara», cuenta Mariluz Reguero, viceportavoz del PSOE y, por aquel entonces, portavoz de la plataforma ciudadana 'La Aduana para Málaga'. Y lo consiguió. La rehabilitación de La Aduana para convertirla en el Museo de Bellas Artes de Málaga comenzará en los próximos meses. «No podrá verlo, pero sabemos que sin él no hubiera sido posible», concluye emocionada Reguero.
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