Borrar
DOS ORILLAS. Casas y paseo de Sanlúcar. Al otro lado lado del río Guadalquivir, ya en su desembocadura, Doñana. / P. A.
De Sevilla a Sanlúcar. Por el Guadalquivir De Sevilla a Sanlúcar
ESCÁPATE. RUTAS DE IDA Y VUELTA

De Sevilla a Sanlúcar. Por el Guadalquivir De Sevilla a Sanlúcar

Una oportunidad para emular a los grandes navegantes junto al parque nacional de Doñana

PABLO ARANDA

Sábado, 23 de agosto 2008, 03:10

QUE sí, que hace mucho calor, de acuerdo, pero busquen un sombrero de paja y un abanico, beban menos cerveza y más agua, y dejen de quejarse, que no vamos a esperar encerrados que llegue el otoño, oño, lo que vamos a hacer es desafiar al calor, coger un libro para el tren y plantarnos en el corazón de Sevilla. Fresquitos, leídos y sin necesidad de buscar aparcamiento gracias al tren. Vale, cuando abandonemos la estación de Santa Justa el calor nos estará esperando, pero quedamos en que no nos quejaríamos, además: nos esperan otras muchas cosas, como Sevilla, para darnos un baño de historia, de belleza y de tapas, y Sanlúcar, para contar las rayas de los langostinos y pedirnos una copa de manzanilla, y el río, para creernos que somos marineros de los de antes.

Un viaje diferente y cargado de historia, otra propuesta de fin de semana recorriendo esta parte del mundo que tenemos la suerte de que nos haya tocado cerca. Lo ideal sería dormir en Sevilla, tomar el barco a Sanlúcar pronto y volver por la tarde.

Sevilla

Darse un paseo por el centro de Sevilla es un lujo que conviene repetir cada cierto tiempo. Busquemos la referencia de la Giralda y rodeemos la catedral, seguro que no la imaginábamos tan grande. Y entremos, no seamos tímidos, y subamos a La Giralda y contemplemos desde arriba el centro enorme de Sevilla, el río, la Torre del Oro, Triana. Después bajemos y olvidemos las referencias, perdámonos entre callejones, seguro que nos topamos con alguna placa del tipo aquí vivió Luis Cernuda, otro bar de tapas donde repostar cerveza helada, una plaza, una iglesia, el rumbo que volveremos a perder en seguida y de nuevo otra taberna y otra plaza y otra iglesia. Sevilla ha jugado siempre un papel importante en la historia y de cada capítulo ha guardado un pedazo, pero si la visita es la primera limitémonos a callejear un rato, ver desde fuera la catedral y los reales alcázares (están al lado) y cruzar el río (recomendamos el uso del puente) para tomarnos algo en la calle Betis, la otra orilla. Desde allí debemos controlar la Torre del Oro, que no se la lleven, pues junto a ella se encuentra nuestro embarcadero, un sitio inmejorable ya que la función de esta torre era albergar la aduana para los barcos que partían y arribaban de las Américas, esas tierras avistadas por un marinero de esa orilla de enfrente donde estamos tomándonos algo, Rodrigo de Triana, el gaviero, aunque Colón en sus diarios dice que la noche antes de que éste gritara eso de tierra a la vista ya le pareció a él ver el resplandor de una fogata, por lo que intuyó la tierra, el listillo, que está enterrado en la catedral de Sevilla, aunque algunos afirman que no, o que sólo es una parte de su maltrecho cuerpo (el tiempo no pasa en balde), en fin, sólo una excusa más para entrar a la catedral.

El río

Si pensamos viajar por el río lo mejor es hacerlo hacia su desembocadura, pues hacia Cazorla no es navegable, lo que complica bastante las cosas. Nos gustará que alguien nos recuerde algunos de los muchísimos viajes que se iniciaron ahí mismo, como el de las cinco naves que partieron a dar la primera vuelta al mundo, al mando de Magallanes, muerto en Filipinas en combate con indígenas, así que el viaje se terminó en Sevilla tres años después al mando de Juan Sebastián Elcano, que partió como contramaestre de la Concepción, una de las naves, La única que regresó. La primera escala de Magallanes (es una empresa tan basta que podría llamarse la Mogollones) fue de un mes en Sanlúcar, justo adonde vamos nosotros. Hasta que empiecen las lluvias funciona un barco que sale cada sábado a Sanlúcar, un viaje de cinco horas emulando a los grandes navegantes. El barco sale a las 8.30 de Sevilla (bien, eso nos medio obliga a pasar noche allí) y llega a las 13.30 a Bajo de Guía, en Sanlúcar, allí dejan tiempo para comer como casi sólo se come en Sanlúcar, para un bañito y para volver en autocar a Sevilla (una hora y pico), pues otras cinco horas de vuelta sería demasiado, por eso pillaban el escorbuto esos grandes navegantes, uf, tanto navegar.

Sanlúcar de Barrameda

Sanlúcar es lo que hay alrededor de esa estampa que habremos visto más de una vez de unas carreras de caballos en una playa de arena blanca, con la marea baja que mece unas barcas de pescadores y que muestra al otro lado la orilla de enfrente, pues es la desembocadura del Guadalquivir y aquí no se distingue lo que es mar de lo que es río. Y con la presencia constante de Doñana enfrente, esa amenaza de belleza que ya hemos sentido en el barco, en esas 'cinco horitas de nada' hasta arribar a Bajo de Guía, el embarcadero y barrio de pescadores, donde podemos bajar del barco y sentarnos en uno de los restaurantes que dan al mar (o al río), en el famoso Casa Bigote, o en alguno de los que están al lado, que no son tan famosos pero que también nos sirven los langostinos con sus rayas, y los guisos de cazón y tanto plato que nos hacen comprender que tenía razón ese que nos dijo que Sanlúcar era un paraíso gastronómico.

También podemos preguntar por la Plaza del Cabildo y darnos un paseo hasta allí. La plaza está rodeada de bares de tapas, el más famoso es el Balbino, grande y decorado con fotos de toreros y de toros, y con alguna cabeza disecada de un toro (de torero no, qué mal gusto sería). Allí pedimos un vaso de gazpacho y una tapa de tortilla de camarones inmejorable, caracoles sin su casita, carne mechada y hasta cien tapas cien, y nos van apuntando la cuenta en la barra con tiza, a ver quién le explica que es que soy autónomo, que si me puedo llevar el trozo de barra para desgravar, y luego al Barbiana, en la esquina opuesta de la plaza, con una barra mucho más chica pero con tapas también muy buenas, como todos.

Podemos callejear un rato o acercarnos al hotel Guadalquivir, en un edificio de los setenta que es el más alto de Sanlúcar, para tomarnos un café en la cafetería de la azotea, y ver el río, los barcos, el Coto, y el castillo y las iglesias de Sanlúcar, que no es uno de los evangelistas como creía uno en el barco, hombre, que ese era San Lucas.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur De Sevilla a Sanlúcar. Por el Guadalquivir De Sevilla a Sanlúcar