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VICEPRESIDENTA PRIMERA Y MINISTRA DE LA PRESIDENCIA

Teresa Fernández de la Vega (Valencia 1949): La mujer imprescindible

El 'alter ego' del presidente volverá a situarse en la primera línea de todos los frentes de la política española durante los próximos cuatro años

PPLL

Domingo, 13 de abril 2008, 03:49

Será otros cuatro años la mujer más poderosa de España. María Teresa Fernández de la Vega se convirtió en 2004, casi sin querer, en la mano derecha de José Luis Rodríguez Zapatero, y su trabajo en la pasada legislatura la ha llevado a ser una persona imprescindible para el presidente del Gobierno. Mantendrá todas sus competencias en esta nueva etapa.

Fernández de la Vega, que en junio cumplirá 59 años, se sorprendió cuando en abril de 2004 fue llamada por el líder socialista para ser la 'número dos' del Gobierno. No formaba parte entonces del círculo de amistades de Rodríguez Zapatero e incluso se había mostrado crítica con su liderazgo en el PSOE. Pero cogió con fuerza las riendas de la vicepresidencia, multiplicó su horario y a los pocos meses estaba ya a la cabeza como la más valorada del gabinete en todas las encuestas de opinión.

Todoterreno

En el Gobierno ha hecho de todo y seguirá siendo la pieza clave del equipo de Rodríguez Zapatero. Desde su posición se ha ocupado de presidir la comisión de subsecretarios, donde se preparan los Consejos de Ministros, y de coordinar los ministerios, tarea nada fácil porque cada titular quiere siempre barrer para casa y acaparar el protagonismo.

Ha tenido también bajo su mando las relaciones con Las Cortes y ha puesto todos los viernes cara y voz al Gobierno como portavoz, una misión que, aunque cuando le fue encomendada algunos dudaron de su capacidad, ha llevado con precisión y buen gesto, a pesar de que el punto negro del primer mandato ha sido, según los propios dirigentes socialistas, la política de comunicación.

De la Vega se ha metido en todos los charcos, ha corregido entuertos y hasta ha matizado algunas declaraciones de Rodríguez Zapatero para aclarar algunos extremos o limar reacciones y asperezas. Asumió el problema de la inmigración en los momentos más duros, se plantó en Canarias cuando la avalancha de pateras desbordó los centros de acogida, viajó después por sorpresa a Melilla para comprobar la debilidad de su frontera, y se desplazó a Bruselas para arrancar a los socios comunitarios más medios para controlar las barcazas cargadas de sin papeles en su rumbo hacia Europa.

También ha coordinado la política exterior y, sin restar protagonismo al presidente o al ministro del ramo, dedicó los veranos a recorrer América Latina o África para preparar acuerdos o abrir nuevas vías diplomáticas. Y no faltó en su gestión las relaciones con el Vaticano y con la cúpula episcopal, con la que negoció para reducir su agresividad contra el 'laicismo' de Rodríguez Zapatero.

Lo curioso es que esta mujer trabajadora hasta el límite, responsable hasta la exageración, de firmes convicciones y ajena a la militancia del PSOE, no pensó nunca en dedicarse a la política de forma profesional. Mamó la política, como tantos de su generación, en la lucha antifranquista y un año antes de morir el dictador se afilió al Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), cuyo carné conservó hasta 1979. Pero ella quería ser juez y a ese objetivo dedicó sus estudios y afanes.

Carrera judicial

Con 24 años ingresó en el cuerpo de secretarios jurídicos laborales con el número uno de su promoción y comenzó su vida profesional en Barcelona, ciudad a la que se siente especialmente vinculada aunque nació en Valencia, y donde contribuyó a crear Justicia Democrática, que luego se denominaría Jueces para la Democracia.

Fernando Ledesma la nombró jefa de gabinete cuando Felipe González le eligió como ministro de Justicia de su primer gobierno. En 1990 entró como vocal en el Consejo General del Poder Judicial y cuatro años más tarde regresó al Ministerio de Justicia, esta vez como secretaria de Estado con el ministro Juan Alberto Belloch.

Con su poder renovado, Fernández de la Vega se moverá los próximos años como 'alter ego' del presidente y seguirá robándole horas al sueño, su única queja. Dejará para más adelante el reencuentro con sus amigos, la recuperación de su espacio privado y hasta el disfrute de su nueva casa en Segovia que aún no ha podido estrenar.

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