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TEXTO: ANTONIO M. ROMERO
Domingo, 24 de febrero 2008, 02:37
APESAR de que entonces sólo era un niño de apenas cuatro años, de su memoria no se ha borrado el recuerdo de cuando su madre, Carmen, se tuvo que marchar de su Yunquera natal a trabajar a Alemania y unirse a su marido, Manuel, que ya llevaba un tiempo en el país germano buscando un futuro mejor para su familia. También mantiene fresco en su archivo vital cuando la volvió a ver, dos años después, y la pregunta que le formuló: «¿Cómo tengo que llamarle de tú o de usted?»; ni su respuesta: «De tú». La soledad de aquellos días y la distancia de sus progenitores, que vivieron en primera persona la emigración que recorrió todos los rincones de la piel de toro no hace tanto tiempo, son sentimientos que siempre han marcado la vida de José Andrés Torres Mora, y que le llevan a afirmar: «Todo régimen político que no te garantiza a tu madre, es un fracaso». Una actitud que marcaría, posteriormente, la vida política de este profesor universitario que vino al mundo en pleno corazón de la Sierra de la Nieves el 1 de enero de 1960. Por eso, suele decir, que él inauguró la llamada 'década prodigiosa' de la que no se perdió ni un día.
Aquel niño pasó su infancia junto a sus abuelas paterna y materna. En casa de la primera, durmió en la misma habitación que había sido el dormitorio de su tío abuelo Juan Duarte, un seminarista fusilado durante la Guerra Civil y que el pasado octubre fue elevado a los altares por la Iglesia católica. Con ocho años entró como interno en el colegio salesiano de Ronda. Poco después, pasó a estudiar en el colegio menor Mediterráneo, situado en lo que hoy es el albergue juvenil en la zona de Carranque de la capital, tras la recomendación que el médico del pueblo le hizo a su padre, para estudiar el bachillerato. En 1972 sus padres regresaron, Manuel para trabajar en Citesa y Carmen como limpiadora de la antigua Caja de Ronda y se instalaron en un piso que habían comprado en el barrio de Cruz de Humilladero. «En ese momento toda la familia se reunió por primera vez en mi vida: mis padres, mi hermana y yo. Así estaríamos cinco años», dice.
Año crucial
El año 1977 es crucial en la vida de este hombre a quien, los que le conocen, definen como humilde y discreto. En esa fecha empieza a salir con la que hoy es su mujer, María, con quien tiene un hijo, Andrés, de 16 años; pero es también el momento en que se afilia a las Juventudes Socialistas de Málaga. Y lo hace por diversos factores: el primero es que en el Colegio Mediterráneo se respiraba socialismo, puesto que su director era Enrique Martínez, quien con el tiempo sería diputado del PSOE; el segundo es que, un día, su padre, «que no era político y al que le aterraba la política por lo que había pasado en su familia», le habló de lo bien que se había portado con los trabajadores y los inmigrantes el presidente alemán, el socialista Willy Brandt; y el tercero por su anhelo de libertad y su firme compromiso de lucha contra las injusticia.
Asimismo, en ese año, comenzó sus estudios de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid que compatibilizaba con un pequeño trabajo en un internado que le permitió pagarse sus estudios. En segundo de carrera, gracias a una beca, pasó al colegio mayor San Juan Evangelista -del que con el tiempo sería su director- que se convirtió en su particular Residencia de Estudiantes, donde conoció a gentes de todo el país, de diversas carreras y de todos los estratos sociales que le ayudaron a enriquecerse personal y profesionalmente.
Tras hacer la mili en Astorga (León) se quedó en el paro y, en el momento en que iba a empezar a trabajar como camarero en un bar de la capital, le asignaron la plaza a la que optaba como profesor en la Facultad de Políticas y Sociología en la Complutense. En esa Universidad, poco después, consiguió su plaza como titular tras doctorarse con una tesis sobre 'La desigualdad educativa'. En la década de los noventa, cuando el intelectual Ludolfo Paramio es nombrado secretario de Formación en la última ejecutiva del PSOE liderada por Felipe González entra a formar parte de la dirección federal del PSOE hasta 1997. Ahí en la escuela de formación del partido conoce al diputado leonés José Luis Rodríguez Zapatero.
Tiempo de cambios
La noche de la derrota electoral de Joaquín Almunia en 2000 y su posterior renuncia como secretario general del partido la vive Torres Mora en la calle Ferraz de Madrid. Allí empieza a meditar la necesidad de que haya una nueva dirección socialista y un nuevo líder. Y él lo tiene claro: debe ser Rodríguez Zapatero y así se lo hace saber al día siguiente. Y va más allá, en determinados círculos de amigos y militantes va dejando caer esta idea. «Yo era de Zapatero cuando él era todavía de (José) Bono, el otro candidato», subraya quien sería, posteriormente, su jefe de gabinete. De la debacle de aquellos días germinó el movimiento 'Nueva vía', que conseguiría la victoria en el XXXV Congreso del PSOE en el año 2000.
Este ponente de la Ley de Memoria Histórica y miembro de la ejecutiva federal del partido no suele aparecer en las fotos pero le gusta estar «en la primera línea del trabajo»; rechaza ser el ideólogo de Zapatero «porque ese oficio no aparece en el catálogo de ocupaciones»; colabora estrechamente con el actual presidente del Gobierno redactándole discursos, aportándole ideas o aconsejándole lecturas, y no se ve como 'un fontanero' de La Moncloa.
Conserva su casa en Yunquera, adonde suele ir cuando tiene tiempo y donde sigue militando en la agrupación local; asegura que no es el prototipo de chico humilde que llega a grandes cotas en la vida y concluye diciendo que lo único que ha hecho es hacerle llegar al hombre más poderoso del país el mensaje de aquel niño de cuatro años que vio a su madre emigrar y todo lo que aquello significó para él y para tantos como él, ayer y hoy.
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