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CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Baudelaire, la carroña y la modernidad

ÁLVARO GALÁN CASTRO

Viernes, 22 de febrero 2008, 02:52

UNA de las más significativas muestras del feísmo literario es sin duda la contenida en 'Les fleurs du mal', tanto por sus méritos estéticos como por su trascendencia en la historia del arte. Particularmente, el poema titulado 'Une charogne', en el que Charles Baudelaire, recuperando el motivo barroco de la 'vanitas', despliega toda su capacidad morbosa en la recreación de un cuerpo en descomposición que, a la vera del camino, se presenta a los amantes que pasean y les recuerda la fugacidad de la vida.

Si bien Baudelaire está considerado por muchos como el poeta de la modernidad por excelencia, y uno de los argumentos que suelen esgrimirse para ello es el de la introducción de lo feo, se ha de tener presente que el tema no es en absoluto nuevo para la literatura.

Ya hemos señalado los orígenes barrocos del tema. Piénsese también en los horribles suplicios de los condenados al 'Inferno' del Dante. Pero basta remontarnos unos decenios para, sin movernos de París, hallar el ejemplo de Victor Hugo, que en su poema 'Cadavre' hace gala de toda la ampulosidad del romanticismo y, en una visión tenebrista a la vez que esperanzada, recoge la idea orientalizante del eterno retorno y la fusión con la natura.

La diferencia entre ambos poemas es, sin embargo, palmaria. En Hugo falta la provocación del dandi y, en lugar del distanciamiento elitista, hay una pretendida apelación a la fraternidad humana. En Baudelaire, la minuciosa descripción, con sus moscas, sus larvas y sus hedores, llega hasta una cáustica, casi humorística, iconoclasia, convirtiéndose en un ataque antiburgués (desde dentro) contra la impasibilidad que legitima el ideal clasicista de belleza.

Es en este sentido que el poeta de 'Las flores del mal' es, sin ser tampoco el primero en recrearse provocativamente en lo repugnante, 'absolument moderne'. A partir de él, la putrefacción de la carne denota, por correspondencia, esa otra inmundicia, la moral.

Así, por ejemplo, el expresionista Gottfried Benn describe en 'Hermosa juventud', texto perteneciente al ciclo 'Morgue y otros poemas' (1912), el cadáver de una joven como la corrupta y repulsiva anatomía en cuyo útero, más precisamente «en una glorieta debajo del diafragma», han hecho su nido las ratas. Y ello a través de un lenguaje médico que satiriza los excesos objetivistas del naturalismo.

Provocación y, por qué no, cierto placer morboso se dan la mano aquí en pos de la conmoción, de una paradoja más del arte, por la que lo feo puede ser, sin pretenderlo, terriblemente bello.

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