TEXTO: AMANDA SALAZAR
Domingo, 17 de febrero 2008, 11:55
TIENE casi 110 años, pero el tiempo no ha pasado por ella. La ferretería El Llavín, situada en la calle Santa María no se muestra hoy muy distinta de hace un siglo. Su dueño, Pedro Arribere, muestra orgulloso en una fotografía antigua el aspecto original de la tienda. De no ser por la vestimenta de los trabajadores y por sus bigotes engominados, la fotografía podría haber sido tomada ayer: las mismas estanterías de madera, el mismo brillo del metal y las mismas cajas que guardan miles de tornillos, tuercas y clavos. Sus cuatro paredes esconden decenas de historias y han visto crecer la ciudad a su alrededor. Aunque en ocasiones, como asegura Pedro Arribere, parece que la ciudad quisiera devorarla.
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Como El Llavín, muchos comercios en Málaga resisten estoicos el paso de los años. Pese a la vorágine del mercado, los negocios tradicionales, que a menudo pasan de generación en generación en una misma familia, guardan el sabor de lo antiguo. Por estética o «porque funcionaba bien sin cambiar nada», como dicen sus propietarios, entrar en una de estas tiendas supone hacer un viaje al pasado. Sus dueños reivindican su lugar por derecho propio en las calles malagueñas, pero se han convertido en una especie en peligro de extinción en la selva de las calles comerciales de la capital, donde franquicias y grandes superficies invaden cualquier esquina.
Sin duda, el Centro de Málaga es donde quedan más negocios tradicionales. Al pasear por la calle Santa María, se descubren establecimientos que se han transformado en una parte más de la historia malagueña. Pedro Arribere asegura que muchos de sus clientes visitaban el local con sus padres en pantalón corto y que ahora vuelven con sus hijos. «Creo que hay gente a la que le gusta que la tienda siga igual que siempre y yo no cambiaría por nada las cajas de madera que construyó mi padre con sus propias manos», asegura Pedro.
Su autenticidad le valió para convertirse en uno de los escenarios de la película de Antonio Banderas 'El camino de los ingleses'. «Aquí es donde trabajaba Miguelito Dávila, aunque Banderas tuvo que cambiar el guión para rodar, porque, en la historia original, el protagonista trabajaba en una droguería; pero no encontró ningún sitio como éste», afirma Pedro Arribere. De ese día, guarda el cartel que le pusieron al peso antiguo de la tienda. «Cambiaron el nombre por Ferretería Dávila para la película», añade.
A unos pasos, caminando hacia la catedral, se encuentra Ultramarinos Bandera, especialista en alimentación desde 1952. Francisco Bandera afirma que el negocio ha caído mucho en los últimos años. «Vienen menos personas a hacer la compra porque van a los supermercados», asegura, aunque confiesa que es uno de los lugares más fotografiados por los turistas por sus balanzas y su escaparate antiguo; también suelen llevarse vino de Málaga, pasas e higos. Francisco no tiene claro lo que pasará cuando su mujer, que es quien lleva ahora el negocio, se jubile. Sus hijos no parecen muy interesados en continuarlo.
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Nuevas generaciones
El problema de los negocios tradicionales es que las nuevas generaciones no siempre quieren hacerse cargo de ellos. Aunque esto no ha pasado en la papelería Morales, en la calle Ángel. Fundada en 1939, ha sido imprenta, mayorista de papel, filatelia y papelería. La fundó el abuelo de Isabel Morales y ahora ella ha cogido el testigo de su madre. «Tenemos el mismo mostrador y la misma ventanilla de caja con la que abrió la tienda», asegura Isabel, quien cuenta que muchos clientes han impreso en ella las estampitas de su bautizo, de la comunión y las invitaciones de boda.
La librería Cervantes también tiene su clientela fija. Fundada en 1939, este negocio de la plaza de la Constitución es el único de las librerías antiguas cercanas a la calle Larios que ha sobrevivido. «Muchos clientes nos vienen diciendo que han visto un libro en el Corte Inglés, pero lo compran en nuestra tienda porque nos conocen de toda la vida», asegura Laura Rodríguez, dueña del negocio y nieta del fundador. «No queremos cambiar, creo que una librería debe tener ese toque clásico y esa mezcla de olor a papel y a madera», añade, mientras muestra las estanterías que instaló su abuelo Cristóbal hace ya siete décadas.
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Gusto por lo clásico
También presumen de muebles antiguos en la farmacia Mata, en plena calle Larios. Esta botica guarda los botes y los expositores que se instalaron cuando se abrió el comercio y la calle, hace 117 años. Aunque el fundador original fue un farmacéutico granadino, la familia Mata es propietaria del establecimiento desde 1920. El aspecto exterior del negocio ha cambiado poco desde entonces. Pero la farmacia no ha renunciado a modernizarse y cuenta con ordenadores y sistemas electrónicos, además de un laboratorio con las últimas tecnologías, asegura Pilar Romero, nieta del primer Mata.
Aunque no sólo el Centro guarda vestigios de tiempos pasados. En los barrios, muchos negocios se han convertido en toda una institución, aunque su creación sea mucho más reciente. Es el caso del zapatero Juan Carrégalo, situado en la avenida de Velázquez. Juan ha heredado el negocio de su padre, que lleva casi dos décadas arreglando botas y tacones de todos los vecinos de El Torcal, La Luz y la barriada de la Paz. Los vecinos de la zona no tienen dudas. Cuando se le pregunta por el mejor lugar para confiar tus zapatos favoritos recomiendan siempre a Juan. «Incluso viene gente de la otra punta de Málaga porque tenemos buena fama», dice Juan, que señala que no cambia el ajado mostrador de su negocio por superstición. «Me va bien como está y prefiero no tentar a la suerte», añade.
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La barbería de Francisco Javier Arias también tiene sus años. Casi 70, de hecho. Por sus butacas han pasado las barbas y pelos de casi todo el Molinillo y ha sabido guardar ese aire de peluquería antigua de las que ya apenas quedan unas pocas en Málaga. Entre sus paredes, como en las del resto, guarda recuerdos de otros tiempos, historias del pasado de Málaga y su gente. Un museo vivo que aún forma parte de la ciudad. Ruta por las tiendas con sabor antiguo
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