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UNA ENTREVISTA DE MONTSE MARTÍN
Lunes, 20 de agosto 2007, 03:58
PRESUME de cateto, de Cuevas Bajas, casi en la orilla del Genil.
Más que presumir, de ser cateto. Siempre digo que soy administrativamente malagueño y culturalmente cordobés. Y tanto es así que, en mi casa, se dice salmorejo y no porra. Lo de juez ha sido una forma de ganarme la vida.
Un cateto con muchas leyes y muy listo, porque Felipe González le fichó para director general de Instituciones Penitenciarias en 1985.
Es que verá, eso fue un poco por azar. No es que el cargo me cayera por la chimenea o que conociera a Felipe González. Yo estaba de juez de Vigilancia Penitenciaria de Andalucía oriental, unos juzgados recién creados entonces y era en un momento en el que las prisiones estaban muy mal. En Madrid debieron decir «mira, éste de prisiones sabe algo» y, nada, me llamaron.
Ese era un cargo político ¿Se sintió en algún momento prisionero de la política?
No, yo siempre he tenido una gran vocación política, pero no en el sentido de ejercer la política activa, sino de ocuparme de lo común, de lo público. Un juez tiene que ser político por naturaleza. El juez que no se interese por lo común no puede ser buen juez. Cuando era un pipiolo en la carrera y estaba en Badajoz le pregunté a un juez mayor un asunto de arrendamientos rústicos que me preocupaba y me dijo: «Mira, niño, la ley de arrendamientos rústicos la interpretan distinto un juez que sea hijo de arrendadores y el que sea hijo de arrendatarios. Y las dos son buenas». El origen y la formación influyen. Va en la naturaleza de las personas, en la condición humana, también en los jueces.
¿Y los jueces pueden expresar sus opiniones públicamente o deben tragárselas?
No deben expresar opiniones personales. En las sentencias, deben aplicar la ley y ya está, les guste o no. Sus opiniones las deben guardar para la familia o para el café con los amigos. Puedes ser antiabortista, pero tienes que aplicar la ley. No puedes estar jugando a dos bandas.
Usted asistía a las reuniones de Justicia Democrática en la clandestinidad. ¿De quién había más fotos: de Pablo Iglesias o de 'Pasionaria'?
Creo que había más de 'Pasionaria'.Y hay otros que podrían decir que habían más crucifijos porque eran de la democracia cristiana.
Una época muy intensa y emocionante. Supongo que entonces no habría mucho tiempo para jugar al dominó...
No (risas). Fueron unos años apasionantes. A los jueces ni nos tocaron y mire que sabían quiénes éramos... Después tuvimos que adaptar la legislación franquista a la Constitución. Y claro, eso de no aplicar la ley era una gozada, porque lo que ayer era delito hoy es el ejercicio de un derecho fundamental. Es estupendo. Ahora, eso sí, quedamos como los jueces políticos, ¿como si los otros no entendieran de política!
Siguiendo con el dominó, ¿qué prefiere blanca doble o seis doble?
La blanca doble, siempre. El seis doble tiene muchos agujeritos.
¿Y usted se dobla?
(Piensa) Creo que no me he doblado ante nada ni nadie. Confieso que ni siquiera he recibido presiones espúreas.
¿Pero todos tenemos un precio?
Creo que sí, lo que ocurre es que no hay que meterse en la boca del lobo para que se dé oportunidad a que se ofrezca el precio. Hay que poner barreras antes.
Siempre se resistió a pisar Marbella. En los inicios del 'gilismo', ni asistió a unas jornadas jurídicas que se celebraban allí a tutiplén. ¿Es que se olía la tostada?
Ya veo que ha cogido usted el hilo. Gil y yo entramos al mismo tiempo: él como alcalde y yo como presidente de la Sala de lo Contencioso del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. En cuanto a las jornadas jurídicas, empezaron antes de llegar Gil y, efectivamente, me negué a que, siendo presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, mi nombre figurase allí. Me invitaron y yo pregunté quién pagaba y no se me pudo dar razón. Nunca pisé Marbella. El juez debe gastar cuidado en las relaciones.
Si hubiera podido elegir el color de la toga, ¿se hubiera puesto una de color rojo?
(Risas) El rojo es muy atractivo, es el color de la vida, de la sangre. El negro es luto, tristeza, dolor y también respeto. El azul es el que no me gusta, le tengo cierta manía.
¿Se echaría una partida de dominó con Aznar?
Depende de si sabe jugar o no. Si es un petardo no, claro, porque aquello iba a durar cinco minutos y acabaríamos insultándonos. Ahora si sabe jugar, encantado. Pero claro, para jugar conmigo hay que saber jugar muy bien.
¿Zapatero es 'Bambi' o el rey de la selva?
Me parece que de 'bambi' tiene poco. Aparenta. Está haciendo cosas interesantes y tiene un buen equipo.
Usted dimitió y dio el portazo dos años después de ser nombrado presidente del TSJA, ¿por qué?
Es que me tomé el trabajo muy a pecho. Estaba todo por hacer. Y había una falta de medios impresionante. Sinceramente, como yo no pedí ser presidente... Lo mismo me ocurrió cuando fui presidente de la Sala de lo Contencioso y tuve que explicarles a los ciudadanos que no recurrieran a la Sala porque no podía ampararlos. Entonces, como ya tenía la hipoteca pagada, hice cuentas y vi que, con lo que me quedaba, podíamos tirar mi mujer y yo, los dos 'solicos', y me jubilé voluntariamente.
Mostró un raro desapego al cargo que debió de romper los esquemas a más de uno.
Nunca tuve apego al sillón. De hecho, me negué a que se me diera una comida por la jubilación. Y sí, mi madre ya me lo decía desde chico: «Niño, tú no eres muy normal».
¿Si tuviera que vivir otra vida, a qué le gustaría dedicarse?
Me haría franciscano. De verdad. Esa vida de huir del mundo, de humildad, de paz y de ayuda... es lo más bonito del mundo. De hecho, de joven, estuve dudando entre hacerme juez o irme de franciscano ¿Qué que tienen que ver?, pues en que la virtud principal que debe tener un juez es la humildad.
Además de tertuliano radiofónico, ¿a qué dedica su vida de jubilado?
Pues sí, ahí estoy en la cadena SER. También me gusta la cocina, pero con libro, ¿eh? Los 'sudokus', las partidas de dominó e Internet, pero no chateo, porque eso de hablar con una persona que no sé quién es...
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