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ARANTZA FURUNDARENA
Viernes, 18 de abril 2014, 04:15
Si alguien camina ahora mismo a diez centímetros sobre el suelo esa es Sandra Ibarra. Su 40 cumpleaños la ha dejado con «resaca emocional». Más de 10.000 personas le enviaron el 8 de abril mensajes a través de las redes sociales y su pareja, el periodista Juan Ramón Lucas, le preparó una fiesta sorpresa en un restaurante al que acudió engañada («creía que íbamos a comer los dos y allí estaba toda mi gente»). Lucas también realizó para ella un vídeo especial que recogía emotivas felicitaciones de celebridades como Antonio Banderas o Paulo Coelho... «No puedo responder a tanto cariño», admite la modelo vallisoletana, implicada activamente desde hace veinte años en la lucha contra el cáncer. Y es que para alguien que ha superado dos leucemias y que escuchó de boca de un médico que no llegaría a los 21, entrar en los cuarenta es casi un milagro. «He peleado tanto por cumplirlos... Al final -explica Sandra-, no celebras el cumplir años, celebras el haber llegado a esta edad. Y encima cómo he llegado... ¡Por fin no me duele nada! La dolencia que tuve en los ojos, los problemas secundarios de lágrima y de saliva, la alergia... Todo ha desaparecido. Estoy impecable, me siento en plenitud. Y con una energía que me permiten llevar un ritmo de vida frenético».
Con ese espíritu acaba de presentar Sandra Ibarra en Madrid su proyecto 'Kiss & Fly', una marca solidaria de ropa y complementos, diseñados en gran medida por ella misma, que destina el 20% de las ventas con carácter vitalicio a la fundación filantrópica que lleva su nombre y que está volcada en la lucha contra el cáncer y en otros muchos proyectos humanitarios: desde programas de alimentación saludable a ayudas concretas a comedores sociales o apoyo psicológico a niños enfermos. «La utopía es poder financiar la fundación en el futuro gracias a la moda», anuncia su creadora. La marca ya cuenta con 22 'córners solidarios' en aeropuertos, estaciones de tren y gasolineras españolas, además de una tienda 'online'. «Al final -razona Sandra- he terminado haciendo lo que se truncó en mi vida, ser modelo y comunicadora, pero con más sentido que nunca. Y eso hace que encajen todas las piezas del puzzle».
Todas no. Falta una: ser madre. Y Sandra está por fin dispuesta a aprobar también esa asignatura pendiente. «El calendario biológico manda -reconoce la modelo- y yo me tengo que poner a ello porque en mi caso no va a ser fácil. Me radiaron los ovarios y necesitaré estimulación ovárica. Me dicen que no hay muchas posibilidades pero que hay alguna y yo me quedo con la parte positiva del mensaje. También me dijeron que era muy difícil sobrevivir a dos leucemias, que no iba a recuperar el periodo y que no me iba a crecer el pelo. Pero los médicos son médicos, no futurólogos. Conmigo llevan veinte años equivocándose». Si la estimulación ovárica no funciona, Sandra tiene previsto pasar a la donación de óvulo. Y si eso tampoco resulta, optará por la adopción.
«Se me duermen los bebés»
«Lo voy a hacer con tranquilidad, sin obsesionarme y también sin resignarme. Quiero ser madre y buscaré la forma. Tengo unos sobrinos maravillosos y están los hijos de Juanra, con los que soy muy feliz y que han crecido conmigo, pero me gustaría tener la oportunidad de sentirme realizada como mujer. Me encantan los bebés. Cuando mis amigas no pueden dormirlos me los mandan a mí; dicen que les transmito paz. Se me duermen».
No es solo el haber llegado a los cuarenta. Es que además a Sandra Ibarra, como proclama en su libro, las cuentas de la felicidad le cuadran. «Pero porque me lo he currado», recalca. Con Juanra, como ella le llama, lleva casi diez años y todavía van de la mano por la calle... «Y eso que nadie daba un duro por nosotros como pareja». El secreto, dice, está en complementarse. «Yo soy su agenda personal porque tiene muy mala memoria. Nosotros lo compartimos todo. Hemos crecido juntos emocionalmente. Nuestro universo está en orden. Con él las penas son la mitad y las alegrías, el doble». Y otra virtud a tener en cuenta: «Juanra hace las camas bastante mejor que yo», asegura la modelo. Solo hay algo que a Sandra le gustaría cambiar en su vida: su tremendo perfeccionismo. «Busco la excelencia en todo y eso me lleva a exigirme demasiado a mí misma y a los demás, pero ahora, a mis 40, estoy aprendiendo a corregirlo».
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