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ALEXIS OJEDA
Sábado, 5 de abril 2014, 15:48
«Hemos ganado la batalla». La misma frase la pronunciaban ayer el concejal de Seguridad, Julio Andrade, y Nano, un joven veinteañero que, copa en mano, se jactaba de haberlo conseguido. Y es que las cosas se ven distintas según el prisma desde el que se miran. Porque la fiesta de la primavera quedó reducida a apenas mil personas, frente a las cinco mil del año pasado y las nueve mil del anterior. Pero, pese a estar prohibida, llegó a celebrarse.
La 'guerra', no obstante, comenzó mucho antes. La Policía Local emprendió hace semanas una campaña de espionaje en las redes sociales para perseguir a los organizadores del macrobotellón -localizaron cuatro cuentas desde las que se difundieron mensajes para convocar el evento- y obtener información de los posibles puntos de reunión. También contactaron con todas las empresas de autobuses para advertirles de que podrían ser sancionadas si trasladaban a jóvenes a Málaga para asistir al botellón; varias de ellas cancelaron los servicios que tenían contratados.
En el otro flanco sabían que los agentes infiltrados en las redes les acechaban a cada movimiento. Y optaron por cambiar de estrategia. La fiesta de la primavera se convocó, sí, pero no de forma pública. Los jóvenes se citaron entre ellos mediante mensajes directos en Twitter, Facebook o WhatsApp, sin dar pistas al 'enemigo'. En secreto.
Y llegó el día 'D', el 4 del 4. Y la hora 'H', también las 4. Los tres posibles puntos de reunión conocidos eran la avenida de Plutarco, el auditorio municipal en Cortijo de Torres y la explanada frente a la Facultad de Derecho. Al final, curiosamente, no se celebró en ninguno de ellos. Aunque lo intentaron. Los primeros grupos de jóvenes empezaron a llegar a las 16.45 horas a los alrededores del auditorio y se encontraron hasta con la caballería. Un fuerte despliegue de la Policía Local los disuadió incluso de sacar las botellas de las bolsas. Tras algún conato de enfrentamiento con los agentes, dieron media vuelta y se fueron.
De allí se trasladaron al campus de Teatinos y, antes de que la policía pudiera evitarlo, invadieron la zona de aparcamientos de la Facultad de Ciencias de la Comunicación. «Era lo previsible», susurraba un agente a otro al ver a los jóvenes instalarse entre los coches. Las patrullas, muy numerosas -desplegaron a medio centenar de efectivos-, se colocaron en la zona central, brazos en jarra.
Abucheos a los policías
La tensión se resolvió cuando uno de los grupos rompió el hielo y los chavales empezaron a servirse las primeras copas. El efecto dominó fue inmediato. Todo el mundo empezó a sacar las botellas de las bolsas y, ahora sí, sobre las seis y pico de la tarde, comenzó la fiesta de la primavera. Los policías locales, que intervinieron más de 100 botellas, formularon -a falta de un recuento definitivo- casi medio centenar de denuncias por beber alcohol en la calle, consumir drogas o llevar encima algún arma. Además de abucheos, hubo refriega. Lanzaron cubitos de hielo -y según fuentes municipales, alguna botella- contra agentes del Grupo Operativo de Apoyo (GOA). Dos jóvenes acabaron detenidos acusados de atentado a la autoridad.
A las ocho y media de la tarde, la legión de policías locales desplegada en el campus conquistó los aparcamientos de la facultad. Los jóvenes, ya reducidos a medio millar, tomaron entonces el aulario Gerald Brenan. Por dentro y por fuera. Cuando consiguieron expulsarlos y cerrar el edificio, colonizaron los alrededores, donde permanecieron, rodeados, hasta la noche. «Hemos ganado la batalla».
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