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FRANCISCO GRIÑÁN En twitter: @pacogrinan
Lunes, 23 de diciembre 2013, 03:06
Hace ya un tiempo que deslumbra. Uno se acerca o rodea esa fachada limpia que durante tanto tiempo fue oscura y se le van los ojos hacia arriba. A esa cubierta plateada y esbelta que corona la rehabilitación del Palacio de la Aduana ya concluida, aunque todavía con la cuenta pendiente de ser (el) Museo de Málaga. A la espera de mostrar las joyas de su interior, el brillo está en su envoltorio, en el fulgor tirando a mate que corona el edificio. Una gama de grises tirando a azul que al arquitecto Ángel Pérez Mora le recuerda el color de un sardina recién sacada del mar. De hecho, esa piel plateada está compuesta por más de 6.000 tejas de aluminio que reproducen un grabado de Málaga del siglo XIX en el que aparece la propia Aduana y cuyo diseño ha sido registrado por la Oficina de Patentes y Marcas del Ministerio de Industria.
El origen de esa cubierta está en una de las primeras visitas de trabajo que hicieron los arquitectos Fernando Pardo, Bernardo García Tapia y Ángel Pérez Mora, a los que el Ministerio de Cultura encargó hacer realidad el grito ciudadano 'La Aduana para Málaga'. El último de ellos, con estudio en Málaga, llevó a sus colegas a Gibralfaro, desde donde tuvieron una visión de conjunto del edificio y su trama urbana. Precisamente esa es la imagen que los arquitectos eligieron para las tejas que recubren el Palacio de la Aduana y que reproducen en relieve un dibujo de un viajante inglés del XIX. «En la documentación que manejamos sobre el edificio histórico nos tropezamos con ese grabado y nos pareció emblemático utilizarlo para dotar a la nueva cubierta de una monumentalidad del Siglo XXI», explica Fernando Pardo.
Así, el techo se ha convertido en otra pieza de museo, a la vez que ha permitido sumar la planta que se perdió en el incendio que sufrió el edificio en abril de 1922 cuando tenía allí su sede la Diputación de Málaga.
«Lo primero que nos planteamos fue si recuperar la imagen original del palacio con el techo que desapareció en el incendio y una vez que tomamos esa decisión, el espíritu era no disimular la intervención sino que se notara con respecto a los materiales antiguos», explica Pérez Mora, que también destaca el singular método constructivo empleado en la cubierta y que también ha sido registrado por el Ministerio de Industria. Así, el estudio madrileño PardoTapia diseñó un montaje inclinado de las tejas de aluminio, que ha permitido recubrir en su totalidad el nuevo tejado.
La recuperación de la cubierta ha permitido además aumentar la capacidad del Museo de Málaga y del propio edificio. «Ese tejado a dos aguas existía, pero no esa última planta que ahora hemos creado ya que los elementos constructivos del XIX no permitían que fuera transitable», explica Fernando Pardo, que añade que en el nuevo ático se ha habilitado una zona para un restaurante (en el lateral que se asoma a la Alcazaba), un salón de actos (hacia la plaza de la Aduana) y oficinas y administración (con vistas a Cortina del Muelle). En los laterales se han abierto balcones desde los que, además de ver de cerca los grabados reproducidos en las tejas, se observan vistas inéditas de la ciudad.
Recuperación de bóvedas
«La Aduana reúne las colecciones del Bellas Artes y el Arqueológico, pero como su propio nombre indica es el Museo de Málaga y el proyecto entendió desde un principio que la reforma tenía que convertirlo en el museo de la ciudad», señala Pérez Mora que apostilla que, precisamente, la cubierta que cierra el edificio con el grabado de la Málaga decimonónica resume esa filosofía.
Junto a la representativa cubierta metálica de la Aduana, Fernando Prado desciende hacia el resto de plantas del edificio, donde lo que predomina es la piedra con una superficie de 18.450 metros cuadrados -de los que son útiles unos 14.100-. «La labor de rehabilitación de las diferentes plantas también ha sido fundamental y, en esto, quiero reconocer el trabajo de los grandes profesionales que han trabajado en los diferentes tipos de piedra, desde la ostionera a la caliza», explica Pardo, que también destaca la recuperación de las bóvedas de la planta baja.
Una labor en la que ha tenido protagonismo la empresa adjudicataria, Sacyr, bajo la supervisión de los técnicos del Ministerio de Cultura -titular del Museo de Málaga y que financia la obra- y de la Junta de Andalucía -gestora del centro artístico-. Un largo proceso que arrancó en 2008 y que, pese a diferentes cambios sobre el proyecto inicial -fundalmentalmente por los hallazgos arqueológicos-, ha cerrado su factura final en 28 millones de euros. «Menos de lo que se había presupuestado la obra, que salió a concurso por un precio de 30 millones», apostilla Pérez Mora.
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