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PAULA DE LAS HERAS
Domingo, 24 de noviembre 2013, 02:55
Era el día de Susana Díaz, de su nombramiento como secretaria general del PSOE de Andalucía en olor de multitudes. Pero se convirtió en algo más, en un auténtico canto a la renovación generacional de mano de dos socialistas que no hace tanto que lo fueron todo, José Luis Rodríguez Zapatero y José Antonio Griñán. A su cargo corrió la inauguración del congreso extraordinario que hoy y mañana celebra la federación más poderosa del partido y su mensaje fue inequívoco. «Renovar el proyecto significa - resumió el expresidente de la Junta-, pero también hacerlo con otras personas».
Genérica o personalizada, cada cual en el PSOE hace la lectura que más le interesa, de esa idea se desprenden consecuencias evidentes para el conjunto de la formación y para su actual líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, silencioso aún sobre sus intenciones de cara a las próximas elecciones primarias. No es que sea la primera vez. En el anuncio de su despedida, Griñán ya le puso en un brete al decir aquello de «cualquier oficio envejece si no hay savia nueva». Sin embargo, superada la barrera de la Conferencia Política y abierto ya el periodo de descuento para la elección del candidato a la Presidencia del Gobierno, probablemente en otoño de 2014, el recado cobra aún más fuerza. Sobre todo porque llegó por partida doble.
Zapatero, desentrenado
Zapatero no se había pronunciado aún públicamente sobre este asunto. Y desde el escenario del Palacio de Congresos de Granada, lo hizo de forma quizá alambicada -«estoy desentrenado», bromeó después entre asalto y asalto de admiradores que le requerían para hacerse una foto. Comenzó con una frase de Kennedy: «El cambio es ley de vida y quien sólo vive en el pasado o el presente se perderá el futuro». Y siguió con su confesión de que, incluso en lo momentos duros, tras el batacazo electoral de 2011, él siempre pensó que había que tener paciencia porque en el PSOE había cuadros medios y gente joven capacitada. Para rematar, finalmente, con un elogio a Griñán por su «generosidad» al ceder paso al relevo.
El aludido aseguró haber tenido siempre claro que él era el secretario general del PSOE andaluz que debía «hacer la transición». «Hay que tener ojos para ver-dijo-- y sentido común para tomar la decisión». La decisión de marcharse. La suya no entusiasmó en su momento a Rubalcaba, temeroso de que le abriera otra vía de agua en un barco ya de por sí difícil de pilotar. Pero no hubo manera de convencerle.
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