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HECTOR BARBOTTA barbotta@diariosur.es
Miércoles, 24 de abril 2013, 14:51
«Que haga ejercicio y vida sana. Y si no puede comer grasas que se pida un filete». Apenas había comenzado el juicio por el 'caso Saqueo 2' y con estas palabras zanjó la petición de un abogado para que su defendido fuese excusado de asistir a las sesiones por su supuesto mal estado de salud. La respuesta pudo sorprender a quienes por primera vez se sentaban frente a un tribunal presidido por el magistrado Alfonso Guevara, pero no a quienes ya conocían al presidente de la Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional.
De baja estatura, delgado, con aspecto consumido y apariencia de superar sus 57 años, la figura encorvada de Guevara parece achicarse aún más en la presidencia de la sala donde se celebra el juicio, en un sillón que da la impresión de haber sido construido para albergar anatomías más contundentes. Pero desde el principio el presidente del tribunal deja claro que la aparente debilidad de su físico no guarda relación alguna con su modo de ejercer la autoridad. «¿Cree que estamos en un debate de cantina? ¿Qué es eso de hablar sin la venia?», pregunta a un letrado que quiso intervenir cuando no le tocaba ya en la segunda jornada, en un momento en el cualquier observador podía considerar que las partes estaban avisadas de cómo entiende Guevara la presidencia del Tribunal. Como si no hubiese sido suficiente el aviso del primer día, todavía en el tratamiento de las cuestiones previas, cuando el abogado de uno de los acusados sugirió que se informara acerca de horarios y comparecencias, para poder organizar la agenda de su despacho. «Cuando se asume una defensa se lo hace con todas las consecuencias. Su pregunta es incalificable», le reprendió el juez, no tan molesto con la solicitud del letrado como decidido a marcar desde el primer momento las reglas del juego. Otro abogado sugirió aportar un nuevo documento con copia digital. «Me da igual que la traiga en disco, en papel, en din A3, en din A4 o que la suba a la nube, pero tráigala usted. Este tribunal no está para hacer fotocopias», le espetó en medio del juicio.
Quienes más le conocen ya saben que irritar a Guevara puede acarrear respuestas destempladas. La falta de un documento fue motivo de que suspendiera la vista durante 15 minutos, tiempo que dio a los funcionarios para que solucionaran el problema si no querían quedarse haciendo fotocopias «todo el fin de semana, con sus noches incluidas». Algún empleado de la sede de la Audiencia Nacional en San Fernando de Henares ha confesado que trabajar con Guevara puede ser una pesadilla.
Estas formas no solo afectan a quienes trabajan con él, sino a veces también a los testigos. En la Audiencia Nacional aún se recuerda la frialdad de Guevara, considerado un jurista brillante, con la madre de uno de los ciudadanos ecuatorianos fallecidos en el atentado de la T4, a quien le requirió para que se expresara con claridad cuando la mujer -visiblemente nerviosa por encontrarse a pocos metros de los terroristas que habían asesinado a su hijo- titubeó en alguna de sus respuestas. En el mismo juicio ordenó a uno de los testigos, un empleado de la T4 herido en el atentado, que le mirara a él y no a un abogado que se sentaba detrás: «Mire al tribunal, la presidencia está aquí. Esta cara es la que tiene que ver. No tengo otra».
Estos comportamientos le han costado disgustos, denuncias y expedientes disciplinarios. El primero de ellos, con 30 años, por su trato con abogados, testigos y detenidos.
Los periodistas con más experiencia en la Audiencia Nacional no se atreven a incluirlo en ninguna de las adscripciones -progresista o conservador- en las que se suele encasillar a los jueces. En su trayectoria, Guevara ha dado muestras de una independencia a toda prueba. «Esta sala es soberana», es un de las frases que más se la ha escuchado durante las dos sesiones del juicio de 'Saqueo 2' celebradas hasta ahora. En su currículum figura haber sentado a Emilio Botín en el banquillo, haber ordenado a la Audiencia que investigara el caso del Yak 42 o, mas recientemente, decidir que la investigación sobre los papeles de Bárcenas los llevara el juez Ruz y no Bermúdez.
Considerado un juez garantista, algunas de sus resoluciones más sonadas fueron objeto de polémica, como cuando ordenó la libertad del etarra Antonio Troitiño, a quien no se aplicó la 'doctrina Parot', decisión que revocó cuando el terrorista ya había puesto tierra de por medio, o más recientemente de la supuesta cúpula de la mafia china al considerar que durante la operación policial se habían superado las 72 horas de detención sin haber pasado a disposición judicial. También se recuerda la frialdad con la que escuchó desde la presidencia del tribunal las bravuconadas del etarra Iñaki Bilbao, quien le amenazó con arrancarle la piel a tiras. El juez lo dejó hablar durante una hora y después se limitó a calificar de «patético» su comportamiento.
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