Antonio Sánchez, farero de Estepona: «La gente tiene la idea romántica de lo que es un farero»

Es uno de los dos fareros que quedan en la provincia de Málaga y ahora tendrá un enorme jardín que rodeará su hogar. Antonio Sánchez vive y trabaja desde hace unos 14 años en el faro de Estepona. Está contento por la puesta en valor del entorno de su hogar, que ahora está de obras y en el que se construirán jardines y viales.

«La gente tiene la idea romántica de lo que es un farero», expresa antes de subir por la torre para mostrar los secretos de la maquinaria que ilumina el mar esteponero por las noches. El técnico de señales marítimas además es inventor. Dedica su tiempo libre a crear hélices, motores y otros instrumentos por los que se han interesado incluso empresas extranjeras.

Reconoce que su trabajo es tranquilo, pero el faro necesita vigilancia permanente. No descansa un solo día a la semana, pues debe asegurarse de que todo está en orden en las entrañas de la maquinaria que guía a los barcos.

Su casa también necesita un mantenimiento continuo, por lo que se vale de su habilidad y conocimientos técnicos para hacer pequeños arreglos. Entre sus funciones, según explica, también está la inspección de los balizamientos del puerto y las zonas náuticas.

«Es una profesión tranquila», asevera Sánchez. No obstante, su trabajo está abocado a extinguirse, pues no se ha contratado a nadie más para estas labores desde hace años. Peldaño tras peldaño, el farero recorre varias veces al día la torre.

«Solemos decir que hay que subir hecho un viejo, despacio, para bajar hecho un chaval», bromea.

Según se puede leer en un cuadro que tiene colgado Sánchez, la construcción del faro de Estepona comenzó en el año 1861. El autor del proyecto fue el ingeniero Antonio Molina. La linterna tenía una altura de 8,5 metros sobre el terreno y 18 metros sobre el nivel del mar. La instalación actual conserva la torre, aunque el edificio ha sido reformado. Ahora tiene dos lámparas, por si falla una.