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ANTONIO JAVIER LÓPEZ ajlopez@diariosur.es
Sábado, 2 de febrero 2013, 16:52
Enseñan los grandes cronistas y los buenos maestros de Periodismo que la veracidad está en los detalles. Un gesto en apariencia nimio, una frase de pretendida banalidad adereza y da sustancia a la reseña, muestra que el autor de veras estuvo allí. Unas normas que conoce, usa y subvierte Rinus van de Velde, hasta el punto de usar los textos que acompañan a sus obras para desmentir lo que estas parecen mostrar. Como un pie de foto necesario y perverso que saque al que mira de la equivocación (¿la trampa?) tendida por él mismo.
Así que el espectador puede demorarse con gusto en los reflejos de la pupila que aguarda la gota de presunto colirio, en los pliegues de la sábana del colchón que espera la caída de Rinus en plena partida de tenis, en las hojas de las plantas que lo rodean en su taller o en las imágenes sujetas con cinta adhesiva a las baldosas de un baño donde Rinus se demora en la lectura de una revista sentado en el váter.
Escenas que parecen salidas de la vida cotidiana de Rinus van de Velde cuando en realidad nada tienen que ver con él. O sí. Es él quien aparece solo en todas esas estampas, es su cara, su cuerpo, sus músculos en tensión o relajados. Pero lo que observa el espectador es una ficción. Una pantomima. «Estas obras plantean algo parecido a unas memorias falsas de mí mismo», ofrecía ayer Van de Velde (Lovaina, Bélgica, 1983) en la inauguración de su montaje realizado para el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (CAC Málaga).
Porque el artista belga se inserta a sí mismo en escenas capturadas de revistas o de Internet y con ese material empieza a tejer un sugerente juego de espejos, de identidades, en el que se sirve de un estilo (el hiperrealismo), de una técnica (el dibujo a carboncillo) y de una apariencia (el blanco y negro) para aproximarse a la sensación fotográfica y, desde ahí, a la verosimilitud.
Un asunto abordado con precisión por el profesor y crítico Juan Francisco Rueda en el texto del catálogo de la exposición. Rueda se refiere a la «raíz fotográfica» de la obra de Van de Velde y añade: «El registro figurativo ofrece unas dosis de 'verdad' que le sirven al artista para contrarrestar o, quizás más certeramente, camuflar la ficción».
Y después: «Ese grado de objetividad es el subvertido, la excusa o el gancho para hacer de la ficción la verosimilitud y viceversa. En ese movimiento pendular se construye la estrategia de Van de Velde y nosotros, los espectadores/lectores, nos encontramos atrapados en un continuo debate entre lo verdadero y falso, lo real y ficticio...».
Un discurso de vocación ambigua construido a partir de dibujos a carboncillo de gran formato. Una elección que Van de Velde justificó ayer en la «rapidez» y «energía» que le permite esa técnica. Y en cuanto a la escasa gama cromática apostilló: «Dibujo en blanco y negro porque no soy capaz de elegir entre los distintos tonos de rojo o de azul. Eso me confunde...».
La disfunción de la mirada
Confusión que traslada a sus impresionantes dibujos a partir de las relaciones de las imágenes con los textos adjuntos. Sobre ese asunto también reflexionó el director del CAC Málaga Fernando Francés, quien habló de la «disfunción de la mirada» ofrecida por escenas que se ven contravenidas por sus narraciones adjuntas. Así, Francés abordó «el realismo de las imágenes, cuando es en el texto donde el autor expresa lo que siente».
Un «problema de identidad», en palabras de Francés, plasmado por ejemplo en el enorme dibujo que muestra a Van de Velde aplicándose una gotas en el ojo. ¿Suero fisiológico?, ¿colirio? El texto abre puertas bien distintas: «Autorretrato como Sir Isaac Newton joven, representado como un héroe excéntrico que lleva a cabo experimentos peligrosos consigo mismo para obtener un avance en el campo de la óptica. (...) Por eso, como Newton joven, me administro gotas de pintura blanca y negra en el iris, con la esperanza de que mi vista se transformará y yo me desplazaré libremente en una especie de universo de 'action painting', una galaxia de arte contemporáneo, un cosmos de visión artística...».
Y así, entre la ironía y el manierismo, Rinus Van de Velde firma y dibuja su autobiografía ficticia, su manifiesto sobre el yo, sobre el ego y el genio como tristes construcciones. Apenas trampantojos.
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