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JUAN CANO
Lunes, 29 de octubre 2012, 19:12
José Miguel Domingo iba a perder su casa y su negocio. El banco lo denunció por impago de la hipoteca de 240.000 euros que había solicitado para comprarle a su hermana la parte que había heredado de ambos inmuebles. Asfixiado por las deudas, se ahorcó una hora antes de ser desahuciado. La comisión judicial que acudió a su domicilio para comunicarle el desalojo se encontró con el médico forense, que procedía al levantamiento del cadáver.
El caso de este vecino de Granada de 54 años muestra con toda crudeza la desesperación a la que mucha gente se ve sometida por la crisis, una situación que también tiene su reflejo en Málaga. Al menos, en las estadísticas forenses. La tasa de suicidios, que ya venía aumentando en los últimos tiempos, se han disparado en la provincia. En apenas una década se ha pasado de 70 casos (2002) a las 172 muertes registradas en 2011. En lo que va de año, 164 personas se han quitado la vida, con lo que se supera ya la cifra contabilizada en 2010 (163).
Los expertos consultados encuentran en la recesión económica una de las explicaciones al incremento. El director del Instituto de Medicina Legal (IML) de Málaga, José Caba, asegura que está presente en muchos de los suicidios que investigan. «La crisis lleva a la desesperación, ya que las víctimas se sienten en una situación de absoluta desprotección», aclara el médico forense, quien considera que las estadísticas han encendido las «alarmas» ante lo que debe enfocarse como un «problema sanitario».
No en vano, el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte no natural en Málaga, donde casi multiplica por diez el número de homicidios y cuadruplica el de fallecidos en las carreteras. «Sin hablar de que algunas veces los suicidios se camuflan como siniestros de tráfico», apunta el doctor Lucas Giner, miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría, que critica la ausencia de programas de prevención: «Es un problema que no está abordando y, sin embargo, hay muchos más muertos que por accidentes de coche».
Los forenses detectan cada vez con más frecuencia casos como el de José Miguel al indagar en las vidas de los difuntos. Ruinas económicas que arrastran a la ruina personal. El director del IML explica: «Nos encontramos con empresarios jóvenes que se han visto sin ingresos y endeudados, que han vivido bien pero que ahora no han sabido cómo salir de la crisis, o al menos cómo hacerle frente. Son personas sin patologías previas, ni físicas ni psiquiátricas, que puedan justificar el suicidio». Y es entonces cuando se intuye que es el drama de la crisis el que está detrás.
Factor de riesgo
Para Giner, las dificultades económicas son un factor de riesgo cuya intensidad, evidentemente, ha aumentado con la recesión económica. «Pero casi siempre hay algo más», subraya este miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría. «Mucha gente tiene problemas económicos y no se quita la vida. Siempre hay algo que media entre el acontecimiento vital -un despido, una deuda o un desahucio- y el suicidio: la enfermedad mental. Puede ser un cuadro depresivo u otra patología, pero en cualquier caso se trata de aspectos que sí son tratables».
Psiquiatra y forense coinciden en prestar atención a las señales -«en el suicidio, las alarmas deben estar siempre encendidas», apostilla Giner- que emite la víctima a modo de «petición de auxilio». El doctor advierte de que las luces de emergencia pueden ser una actitud depresiva, un estado de decaimiento o, simplemente, un comentario que denote falta absoluta de esperanza. «El tópico de que 'cuando se dice no se hace' es falso. La mayoría de los que lo anticipan no lo llevan a cabo. Pero la mayoría de los que lo han hecho, lo han dicho antes», sentencia.
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