

Secciones
Servicios
Destacamos
TEODORO LEÓN GROSS
Domingo, 23 de septiembre 2012, 11:58
Málaga tiene un atractivo, que por cierto también tiene Nueva York aun siendo tan diferente, y es que dentro de la gran ciudad puedes vivir en un pueblo. Eso me gusta mucho.», comenta Fernando Francés, director del Centro de Arte Contemporáneo, de paseo a la Casa de Guardia elogiando el crisol de tabernas y cafés. Desayunar a diario en el Café de Colón saludando a los parroquianos por su nombre o tomar un vino en esta casa fundada en 1840 por la familia Guardia, a donde ha llevado a algunos de los grandes artistas contemporáneos -Anish Kapoor, Tony Cragg, Jason Rhoades, Raymond Pettibon.- le invita a pensar en «la inteligencia emocional de vivir la vida apaciblemente» y a recordar cómo Málaga le cambió la vida.
-Málaga fue uno de los núcleos del liberalismo, y ese espíritu liberal y un poco libertario se aprecia mucho. Es una ciudad cosmopolita, por eso gusta tanto a los foráneos.
Cuando llegó a Málaga, Fernando Francés descubrió que hasta entonces no había vivido. «Los años anteriores se me han borrado; solo trabajaba». Su empresa entonces apuntaba al centenar de empleados y hacía más de ciento cincuenta exposiciones al año, una cada dos días. Se había enroscado en un espiral estresante que había llegado a asfixiarle con la pasión por el arte, que le atrapó muchos años atrás, siendo un adolescente en los setenta en Torrelavega, núcleo industrial de Cantabria en contraste con la capital burguesa de Santander. Su pandilla se hace habitual de una galería, Puntal 7, que cada semana organizaba conferencias. «Quedamos marcados. Todos, literalmente todos, acabamos en la gestión cultural, desde Amnistía Internacional a los pueblos blancos de Cádiz». Estudia Historia en Santander; y esos años de la Universidad, que remata en Salamanca, van de la bohemia al 'deprisa, deprisa', con la movida en ciernes. «Muchos se inclinaban por la política, y otros por los movimientos sociales. En mi caso, por el pacifismo. Una idea obsesiva durante toda mi vida».
La presión familiar le empuja, por tradición casi sagrada de generación en generación, a ser profesor. Así empiezan cinco años de frustración porque el trabajo le hace infeliz. «Me defendía escribiendo por las tardes, artículos y críticas de arte», primero allí, en el Cultural de ABC durante años. Pero no resiste; y se rinde al quinto curso. «No lo calificaría de fracaso, porque esas cosas forjan tu personalidad; tampoco tiempo perdido, porque aprendes, pero son años de descontento». Y decide dedicarse a la cultura, al arte, con todo el riesgo. «Era una decisión temeraria: cambiar la seguridad total por la incertidumbre total». Pero funciona. La Caixa le ficha en Cantabria, después le amplía casi todo el territorio español; más tarde él funda una empresa para sumar actividades propias; estrena el siglo XXI con una agenda abrumadora, decenas de empleados, ciento cincuenta exposiciones al año. «apenas puedo recordar nada de esa década; solo que trabajaba desde la madrugada hasta las tantas. No era vivir». Y surge el CAC.
-Siento que en Málaga empieza mi vida.
Al llegar se encuentra con un muro de desconfianza y una ciudad con poco nervio para los grandes proyectos culturales. Eso cambiará con el CAC, y después el Museo Picasso. «Recuerdo los gestos de incredulidad cuando yo sostenía que podía convertirse en un centro de categoría europea; entendí que aquí estaban acostumbrados a que se dijesen cosas dando por sobreentendido que no se harían nunca». Pero se hizo. Y a diferencia de los grandes -Reina Sofía, IVAM, Macba- aplastados por la crisis, «aquí el modelo ha sido al revés, poca estructura, gran programación». La continuidad , sin ninguna temporada fallida, le ha dado prestigio europeo: Gerhard Richter, Louise Bourgeois, Raymond Pettibon, Paul McCarthy, Thomas Ruff, los Chapman, Anish Kapoor, William Kentridge.. «Han venido los mejores de la época; nombres clave del arte contemporáneo». Y con esos antecedentes ya no dejarán de venir.
Sabe que los políticos sólo empezaron a creer en el CAC ante su repercusión nacional e internacional, al verlo en The New York Times. «Ya han asumido que esto hace ciudad». Entretanto él disfruta de su trabajo y de su estilo de vida aquí, «donde se sabe vivir». Asume que tal vez su trabajo le lleve a otros sitios, pero no su casa. «Ya nunca me iré de Málaga».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.