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SELENE VEGA
Domingo, 26 de agosto 2012, 04:05
El incendio de ayer le pilló durmiendo la siesta. Laura Bernardos es una madrileña que está pasando unos días en la urbanización Bahía Azul de Estepona junto a su pareja, José Fernández. Él mismo la despertó para salir corriendo porque oyó los gritos. «Huimos del fuego hacia la playa», explicó Bernardos, quien pensó que sería un lugar seguro. Esta pareja y otros vecinos regresaron a por sus pertenencias cuando todo parecía estar más calmado, pero poco después los bomberos les advirtieron de que no podían quedarse porque era posible que cambiara la dirección del viento.
Pasaron unas cinco horas contemplando la gran humareda desde la autovía muy preocupados. «Esperemos que no se haya quemado nuestra casa», apuntó la mujer. Su pareja agregó: «Si no nos dejan volver, buscaremos un hotel o llamaré a casa de un amigo o a mi prima que tiene un apartamento en San Pedro».
Los turistas y conductores que pasaban por allí también estaban impresionados por la magnitud del incendio. «Estábamos en el hotel y vimos todo cubierto de humo», expuso horrorizado un veraneante italiano, Massimo Cassinare.
También contemplaban el terrible paisaje un grupo de empleados de un supermercado de la zona. «No hemos podido pasar para ir a trabajar porque está cortada la carretera; han dicho que iban a desalojar el supermercado pero al final creo que no lo han hecho», mantuvo Sergio Florida. Explicó que algunos compañeros habían dado un rodeo por Casares para llegar al trabajo. «Luego tendremos que echar más horas», dijo.
A su lado había otro coche esperando a que las llamas cesaran para acceder a las urbanizaciones. Lo conducían unos jóvenes. Eran los nietos de una vecina, Ana Ruiz, que se había llevado un gran susto. Acaban de llegar de visita con las maletas y la Policía Local les cortó el paso, como a Ángel Rogado, otro ciudadano que iba a pasar unos días en el piso de unos amigos.
Una vez que dejaron pasar a los vecinos, se podía ver como algunos colaboraban para que no se reavivaran las brasas. Uno de ellos era Jesús Villa Torres, que se encontraba en Bahía Azul refrescando una parcela abandonada y un contenedor calcinado con una manguera. El fuego se quedó a las puertas de su casa.
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