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REGINA SOTORRÍO rsotorrio@diariosur.es
Lunes, 30 de julio 2012, 09:50
Es nieta del bailaor El Sali. Su madre es la bailaora La Salinera. Su padre el guitarrista Miguel Cortés. Y su cuñado Antonio de Verónica. El arte es cosa de familia. Ella zapatea desde los cuatro años encima de un tablao. Ser artista flamenca era su destino. Pero, pese a todo, se ha apartado de la norma. Mujer de raza y garra, la joven Triana Cortés ha elegido salir al escenario con chaqueta y pantalón. Nada de traje de volantes. «Me limita mucho a la hora de transmitir. La primera vez que bailé con pantalón supe que eso era lo mío», declara.
Recuerda perfectamente que lo descubrió después de ver a Farruquito en una gala de fin de año que presentaba Raphael. Ella tenía 13 años. Se enamoró de la fuerza de sus pasos y de la intensidad de sus movimientos. Eso era lo que a ella le salía hacer sobre las tablas... pero el vestido lo hacía casi imposible. «No estaba cómoda», admite. Así que empezó a devorar vídeos y vídeos del bailaor sevillano y de otros como Joaquín Grilo, Alfonso Losa y Juana Amaya, «la única mujer que tomé como referencia». Ahora Triana tiene 22 años. Con ellos como maestros y con su trabajo diario, la bailaora ha dado forma a una personalidad propia en la que el traje masculino no quita feminidad al baile. «No se me ve hombruna, se me ve mujer», aclara Triana.
Ella tenía claro que ese era su camino, pero los demás no tanto. «A mis padres no les gustó nada la idea cuando se lo dije», recuerda. Si ya está complicado el trabajo en el mundo del flamenco -muchos artistas y cada vez menos tablaos-, su decisión lo hacía aún más difícil. «No puedo ir en una compañía como cuerpo de baile, únicamente puedo ser solista», reconoce. Pero cuenta que bastó que sus padres la vieran moverse sin la falda para que cambiaran de opinión y la apoyaran sin condición. «Ahora son mi bastón», señala la joven, nacida en Barcelona pero residente desde hace un año en Málaga.
Primera prueba superada. Luego vendrían más. En los ambientes puristas no está del todo bien visto que una mujer se coloque chaqueta y pantalón para bailar. «Hay gente para todo y algunos no me aceptan. Ocurre como con las mujeres que torean. Cuando ven que tienes la misma fuerza de un hombre... ya estás criticada», lamenta Triana. Pero ella no se deja afectar por los comentarios. Y si el trabajo no viene a ella... ella irá al trabajo.
La bailaora lucha en estos momentos por crear su propia compañía y sacar adelante un espectáculo con su firma. Se llamará 'Las caras de la esencia' y lo ensaya durante tres días a la semana. Muchas mañanas cuenta con un espectador de lujo, su pequeño de diez meses. «Viene conmigo, tiene que acostumbrarse a acompañarme a los espectáculos», relata la joven, que volvió a las tablas apenas dos meses después de dar a luz.
Sensibilidad
Su hermano y guitarrista Israel Cortés es el director musical del montaje, en el que defienden que no solo en el flamenco puro y ortodoxo está la esencia del arte jondo. «Todo depende de la sensibilidad que tú le des», mantiene Triana. Con música original compuesta por Israel -que fusiona el flamenco con otros ritmos-, la idea de la bailaora es subirse a la tarima con un hombre a cada lado. Para dejar claro que ella, como ellos, también puede.
Porque bailar de pantalón tiene sus riesgos. «No puedes fallar ni un paso porque tienes los pies al desnudo», argumenta. Y tampoco se puede adornar con la falda para un lado y para otro. «Como no te cojas del chaleco o la camisa...», apunta. Pero Triana tiene formación más que de sobra para afrontarlo. Sus primeras clases las dio en la academia que su madre, La Salinera, tenía en Tenerife. Su primera actuación fue con un grupo que crearon las niñas de la escuela y ya con 12 años subió un escalón profesional para acompañar a su familia por todos los tablaos de los hoteles tinerfeños. Ellos junto con Antonio de Verónica forman la compañía Sánchez Cortés. Fines de semana, fines de año, días festivos... «Hay que bailar cuando te llaman. Es nuestro trabajo, y nos encanta», admite.
Pasional y decidida, Triana Cortés recoge así el testigo de muchas otras mujeres que se vistieron de hombre para zapatear. Ya a finales del siglo XIX, La Cuenca (Málaga, hacia 1860) revolucionó con sus soleares con pantalón. En la actualidad, la malagueña Rocío Molina y Belén López también dan intensidad a su baile flamenco con traje masculino. «Pero de forma excepcional, lo mío es para siempre», asegura convencida.
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