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ANTONIO FUENTES
Jueves, 12 de julio 2012, 13:42
Nacho Moya (Málaga, 1988) y Chispi (Sevilla, 1983) son dos jugadores profesionales de balonmano. Ambos son muy conocidos en la provincia por haber militado varias temporadas en el Balonmano Antequera de la mano de Antonio Carlos Ortega. Y el destino parece que los ha unido para siempre. Tanto Moya como Chispi dejaron el club la pasada temporada para fichar por el Puerto Sagunto y el Granollers, respectivamente. Pero su amistad no solo se ha mantenido durante ese tiempo, sino que se ha estrechado.
Citados por este periódico, volvieron a verse las caras en una cafetería de Antequera cercana al Pabellón Fernando Argüelles. Hacía poco que se habían visto, ya que compartieron vacaciones veraniegas en Ibiza. El motivo del café era explicar su inminente aventura. Ambos han decidido jugar en la liga rumana la próxima temporada y compartirán equipo, el CSM Bucarest, y piso.
Ya con el café en la mano se nota el papel de cada uno en su estrecha amistad. Chispi es el 'padre' y Nacho el 'hijo'. Chispi, más racional, y Nacho, más aventurero. Solo con poner el nombre de su futuro club sobre la mesa surge la primera pregunta espontánea del malagueño al sevillano: «Oye, ¿tú qué nivel crees que habrá en la Liga rumana». A lo que Chispi responde: «Pues no sé, será inferior a la de aquí, habrá que verlo».
Ilusión
Obviamente, ambos no saben lo que se van a encontrar en Rumanía ni el nivel de su equipo, pero si algo los une es la ilusión por el nuevo proyecto. «Cuando me llamó mi representante y me dijo que estaba cerrado, pensé que me había tocado la lotería, porque mi idea era irme al extranjero», comenta Moya.
Las negociaciones comenzaron, como recuerda Chispi, también de forma singular. Los dos se encontraban en el aeropuerto de Málaga esperando un vuelo para Ibiza cuando los llamó Juan Alemany y les dijo que el entrenador del CSM Bucarest, el mítico Vasile Stinga, le había pedido cuatro jugadores españoles y que ellos eran los elegidos. Y ninguno de los dos dudó. Eso sí, antes se aseguraron de poner unas cláusulas al contrato y que les permiten, por ejemplo, dejar el club si se acumulan dos meses sin cobrar.
Tras firmar sus contratos, los dos andaluces se encuentran ya en Rumanía, donde el lunes comenzaron la pretemporada. Una aventura en lo deportivo y en lo personal, ya que han decidido compartir piso y eso les pone una sonrisa en la boca. «Ya lo estoy viendo, yo haré de comer y las tareas de la casa y este estará tumbado en el sofá esperando a que salga a la calle para pedirme gominolas», bromea Nacho. «Es totalmente falso, sobre todo, por la comida. La que mejor le sale es llamar por teléfono a cualquier sitio para que la hagan», responde Chispi. Lo de la convivencia no es algo nuevo para ellos, ya que los impagos que sufrieron cuando estaban en Antequera les obligaron a compartir piso para ahorrar gastos.
Los dos saben que serán piezas clave en su nuevo equipo. Junto a ellos también viajará el exportero del Guadalajara Jorge Oliva. El malagueño está convencido de que aprenderá inglés y el sevillano dará un paso más: «Me apuntaré a clases de rumano, porque tal y como está España lo mismo me viene bien para el futuro».
Chispi y Moya son los primeros españoles que jugarán en la Liga de ese país. Seguramente les habría gustado conectarse a Internet para seguir lo que hace el Antequera, pero no será posible ante la desaparición de su antiguo equipo. «No me sorprende lo que ha pasado, era cuestión de tiempo», zanja Chispi.
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