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J. GÓMEZ PEÑA ENVIADO ESPECIAL
Miércoles, 11 de julio 2012, 03:28
El ciclismo rueda sobre una palabra movediza: dopaje. Se hunde en fango farmacológico. Ayer, el Tour volvió a sentir el terremoto de ese escándalo por capítulos. Agentes de la Oficina francesa contra el daño a la Salud Pública detuvieron en la noche del lunes a Remy di Gregorio, ciclista galo del equipo Cofidis que ocupa el puesto 35 en este Tour. Al parecer, la Policía tenía pinchado su teléfono y le grabó una conversación con un presunto traficante de dopantes. El corredor fue detenido en el hotel que ocupaba en Bourg-en-Bresse y trasladado a Marsella, donde permanece arrestado junto a dos presuntos traficantes. Salió entre lágrimas. Un juzgado de instrucción de Marsella abrió el año pasado una investigación en torno al equipo Astana, al que entonces pertenecía Di Gregorio. De ese ovillo ha salido este hilo. Cofidis y Astana son adictos al escándalo: en 2007 las dos escuadras fueron expulsadas del Tour.
Ayer sus marcas volvieron a verse salpicadas. El Cofidis suspendió a Di Gregorio hasta conocer la resolución del caso. Si es condenado, será «despedido, tal y como se especifica en el contrato y según la reglamentación ética del equipo». Como el caso está incluido en una investigación sobre otro conjunto, el Astana, los dirigentes anunciaron que hoy sus corredores saldrán. Yvon Sanquer, mánager de Cofidis y en 2010 de Astana, dejó entrever la culpabilidad de Di Gregorio. «Si se lo ha llevado la policía es que es importante. Me siento traicionado», dijo. Y añadió: «Hay ciclistas que no comprenderán nunca». Sentenciado.
En un comunicado, Cofidis se desligó del corredor detenido y criticó las «acciones aisladas de individuos sin escrúpulos que dañan la imagen del patrocinador y de sus compañeros». Otra sentencia: «Quien engañe no tiene sitio aquí». Cofidis es un patrocinador fiel al ciclismo. De hecho, ha renovado su compromiso hasta 2016. Y eso pese a las zancadillas que le ha puesto el dopaje durante más de diez años.
Del Tour 2007 quedan muchas imágenes policiales. Una de ellas es de la cima del Aubisque. Tres agentes aguardaban firmes en la meta la llegada del italiano Cristian Moreni, que entró a 21 minutos de Rasmussen. Subió tarde y bajó enseguida. Metido en la luz alarmada de un coche policial. A la comisaría de Pau. A explicar cómo restos de testosterona exógena habían aparecido en su orina. El Tour 'invitó' a la escuadra a dejar la carrera. François Migraine, patrón entonces del Cofidis, explotó: «No quiero pagar a dopados». Migraine estaba harto. Venía de otra crisis, el 'caso Cofidis'.
La Fiscalía de Nanterre había procesado en 2004 a siete corredores de la escuadra -Millar, Lelli, Gaumont, Sassone, Clain, Rutkiewiicz y Majewski-, a un médico polaco y a un par de auxiliares. Acusados de dopaje organizado entre 2001 y 2004. Al final, solo el médico, Madejak, fue condenado a un año de cárcel. Pero quedó para el recuerdo el desolador relato de Gaumont, que habló de la «cultura de la jeringuilla». Relató escenas de Millar y O'Grady «esnifando» tras la cortina de la roulotte del Cofidis. Y contó alguno de sus trucos: «Te rascas los testículos con sal para irritarlos. Vas al dermatólogo para que te recete 'Diprosole' -un corticoide- en pomada. Y luego ya te puedes inyectar 'Disprostene' sin arriesgarte a dar positivo».
Somnífero
Tiempo después 'L'Equipe' publicó la existencia de un informe psiquiátrico, datado en 1999, que desvelaba el consumo en dosis masivas en el Cofidis de un somnífero, 'Stilmox', que provocaba cambios en la conducta de los deportistas. Los ciclistas tomaban hasta diez pastillas para acudir a fiestas. Embriagados con el fármaco. Al volver al hotel desde la discoteca, acababan saltando de ventana en ventana. Sin miedo al riesgo, sin vértigo. Usaban los medicamentos para todo: para dormir, para correr y hasta para divertirse. Era la época más oscura del ciclismo, que aún tiene capítulos abiertos. Como la investigación abierta en 2011 por una juez francesa sobre el Astana.
Días antes de que el Cofidis saliera por la puerta de atrás del Tour 2007 se había ido el Astana, acorralado por el positivo por transfusión sanguínea de Vinokourov. El kazajo, pese a tener la rodillas trituradas por una caída, aplastó a todos sus rivales en la contrarreloj de Albi. Un héroe. Pero el milagro era una transfusión sanguínea. Trampa. El ciclista abandonó el Tour y se recluyó en su casa, en Mónaco. Su equipo dejó la carrera, rodeado de furgones policiales.
Astana llegó para ocupar el hueco dejado por Liberty, la firma que huyó de este deporte tras el positivo de Roberto Heras en la Vuelta a España de 2005. Y desde entonces su nombre ha ido pegado a la polémica. El año pasado, una juez de Marsella abrió una investigación sobre el equipo de origen asiático. Entonces, el marsellés Di Gregorio pertenecía al Astana. Ganó un etapa de la París-Niza. Durante años, en Francia le consideraron el 'nuevo Virenque'. Ha acababo como él. Arrestado por dopaje.
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