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MARINA MARTÍNEZ mmartinez@diariosur.es
Lunes, 19 de marzo 2012, 08:52
Eulogia le pide a su hijo como regalo de cumpleaños un curso de escritura por Internet. Hasta ahí, nada especialmente anormal. De no ser porque Eulogia padece una enfermedad degenerativa. Es una mujer de 70 años, pero podría ser cualquiera. Especialmente, cualquiera que reúna su ternura, mala leche, frustraciones, ilusión y contradicciones. El olvido, la familia, el envejecimiento, y por qué no, también el humor y la ironía, planean sobre su existencia. Antonio Báez (Antequera, 1964) se ha asomado a ella en forma de relato. 'La memoria del gintonic' le puso por título y Talentura le ha dado la oportunidad de verla publicada.
Con ella debuta en la novela. Y la bienvenida no ha podido ser mejor. Los elogios son unánimes en los medios especializados y los principales blogs literarios. «Excelente novela», «calidad indudable», «original y sorprendente», «llena de frescura», «todo un ejercicio de literatura»... Son solo algunos de esos calificativos con los que el malagueño se ha encontrado. Él mismo ha sido el primer asombrado al verse en revistas como 'Qué Leer' o 'Culturamas', y en influyentes blogs literarios como El Síndrome Chéjov o La Tormenta en un Vaso.
«No puedo estar más satisfecho con las críticas», reconoce este profesor malagueño un tanto escéptico ante la falta de apoyo comercial. Porque, a su juicio, ese unánime interés por parte de los especialistas choca sin embargo con el de las grandes librerías: «Cuesta que les interesen productos que no pertenecen a las grandes empresas editoriales. Los lectores también deberían arriesgar en sus elecciones».
Salvo esta pequeña reivindicación, Báez no puede estar más contento. Dar que hablar, y bien, no es fácil. Él lo ha conseguido, pero para eso ha tenido que arriesgar. Para empezar, 'La memoria del gintonic' está contada en primera persona. Con el reto que eso conlleva teniendo en cuenta que la protagonista es enferma de alzhéimer. Curiosamente, fue su paisano José Antonio Muñoz Rojas y sus 'Objetos perdidos' quien le inspiró para poner en pie esta historia en la que Eulogia cuenta su vida «al tiempo que el olvido y las lagunas mentales irrumpen en ella».
Construida con «un tramado psicológico, otro menor costumbrista y otro poético -quizás el más importante», como define el propio autor, los actos, las palabras y la imaginación de la protagonista «corresponden a su espíritu radical e inconformista». Lo demuestra desde el día en el que pide a su hijo ese curso virtual de narrativa. Es entonces cuando tiene que decidir lo que contar. «Ese momento es muy importante para todas las personas», considera Antonio Báez, convencido de que eso es lo que «nos singulariza, qué contamos y sobre todo cómo lo contamos».
Con poesía y humor
Al iniciarse el deterioro de su memoria, Eulogia sigue contando, así que «tiene que inventar, echarle valor y construirse sobre la ruina». Lo hace con poesía y con humor. Según el autor, «camina por un filo muy delgado sin caer en la chifladura».
Juega Antonio Báez entre realidad y ficción. Pero la vida de la protagonista es real. «Eulogia existe», asegura. Lo que ocurre es que, a juicio del escritor, la experiencia literaria es «una más de las que conforman el vivir». «Hay que tener cuidado. Nos quieren hacer creer que nuestra vida real se parece a esa vida del trabajo, la hipoteca, los fines de semana y las vacaciones. Ahora con la crisis todavía peor, lo pretendidamente real se focaliza sobre lo económico», sentencia sin dudarlo Antonio Báez, para quien «el acto de contar no es inocente». En su opinión, «tiene implicaciones políticas y filosóficas».
«A estas alturas nadie debería confiar en una historia que no fuese acompañada de las pistas sobre el lugar y las intenciones desde las que se cuenta esa historia», apunta este profesor de latín y griego de secundaria que ahora debuta en la novela, pero que ya había publicado un libro de relatos y había aparecido en varias antologías.
Sobre la vejez
No es la primera vez, por tanto, que escribe sobre la vejez. Le interesa el tópico de las edades de la vida. Lo tiene claro: «La plenitud difícilmente es literaria. No deja lugar a otra cosa que a lo que está completo, sea de lo que sea, de felicidad o de tristeza». Para Antonio Báez, la literatura está «en los huecos, en las grietas, en el desgaste».
En el caso de 'La memoria del gintonic', Eulogia tiene un hijo «que es un cretino». Ella lo sabe, pero no le impide quererlo. Su bálsamo es ese gintonic que le da título a la novela y al que aficiona a Palmira, la inmigrante caboverdiana que le ayuda en las labores de la casa. En sus historias suele aparecer a menudo el alcohol por alguna parte. Eso sí, sin llegar a la borrachera, avisa el autor entre risas.
El humor es muy importante para el malagueño, para el que dar el salto a la novela «era un reto». Aunque él, modestamente, prefiere definir 'La memoria del gintonic' como una «novelita» por su volumen (120 páginas). Pero no es algo que le preocupe: «Lo importante no es el género, sino el uso que de él se hace para contar».
De hecho, ha querido incluir en la misma publicación dos relatos, 'El regalo' y 'Banquete'. ¿Por qué? Simplemente «por gusto». «Hay un fundamentalismo sobre la novela de gente que no lee relatos, como lo hay sobre el relato desde quienes desprecian a los novelistas», constata Báez con conocimiento de causa. No es un recién llegado. Desde hace años compagina su trabajo como profesor del Instituto Mare Nostrum con la narrativa y el blog Cuentos de Barro (http://cuentosdebarro.blogspot.com). Ahora se conforma con «seguir en el camino». De momento, prepara un nuevo libro de relatos. Así que promete seguir dando que hablar.
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