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RAFAEL MAÑUECO
Domingo, 18 de diciembre 2011, 02:34
El exjefe de Estado, actual primer ministro y candidato otra vez a presidente, Vladímir Vladímirovich Putin, pinta cuadros, conduce coches de Fórmula-1, pilota aviones de combate, canta, toca el piano, se sumerge en el Mar Negro para recuperar objetos arqueológicos, se preocupa del cuidado de las especies animales en peligro de extinción y se codea con estrellas como Leonardo DiCaprio, Mickey Rourke o Naomi Campbell.
También le gusta esquiar, los uniformes militares, los caballos, la pesca, las artes marciales (es cinturón negro de judo) y los relojes Patek Philippe (pueden llegar a costar 850.000 euros), que se los pone en la muñeca derecha. No le importa que le llamen seductor o macho alfa. Pero todo eso es pose, está calculado, forma parte de una estrategia de imagen para promover el culto a su persona.
Los analistas comentan que en realidad es un hombre anticuado, impenetrable y nostálgico. Su popularidad está ahora por los suelos y le han llegado a abuchear. De su vida privada se sabe muy poco. Y es que la prensa rusa tiene prohibido publicar todo lo concerniente a su existencia de puertas para adentro. Es secreto de Estado.
Lo que sucedió con el diario ruso 'Moskovski Korrespondent' es un ejemplo ilustrativo de la suerte que corren quienes violan ese precepto. Hace tres años, el rotativo publicó que el líder ruso se había separado de su esposa Liudmila debido a la relación sentimental que mantenía con la joven Alina Kabáyeva, excampeona mundial de gimnasia rítmica. El periódico desapareció de repente, según la versión oficial, por «problemas financieros».
De manera que todo lo que se comenta en Rusia sobre el patrimonio que posee, lo que hace su familia o su plato favorito proviene de investigaciones no siempre fidedignas, de declaraciones de expertos a veces no del todo contrastadas o de las conclusiones lógicas que se extraen observando al personaje. Todo eso, por supuesto, solo circula en internet. Lo cierto es que ningún otro dirigente ruso ni soviético, ni siquiera Stalin, había tapiado su privacidad hasta tal punto y de forma tan meticulosa. ¿Tendrá algo que ocultar? Es una pregunta retórica.
Se sabe, y eso no es un secreto, que el abuelo de Putin, Spiridón Ivánovich, trabajó como cocinero para el Comité Central del Partido Comunista. Muchas veces tuvo que prepararle la comida a Stalin. Su hijo, Vladímir Spiródonovich, luchó contra los nazis en la II Guerra Mundial. Resultó herido y quedó lisiado. Putin no suele hablar mucho de su progenitor, pero cuando lo hace es con orgullo. «Trabajó toda su vida pese a que era un inválido», declaró en una ocasión. Su vida laboral transcurrió en la fábrica de vagones de ferrocarril Egórov de Leningrado, actual San Petersburgo. En esa misma factoría conoció a la que sería su esposa, María Ivánovna.
Peleón y malas notas
El 7 de octubre de 1952 nació Vladímir, pero el matrimonio había tenido antes dos hijos que fallecieron a una edad temprana. Los tres vivían en la habitación de una 'Komunalka', piso compartido por varias familias, en el callejón Baskov, en pleno centro de Leningrado. El propio Putin cuenta en uno de sus libros de memorias que su infancia discurrió entre decrépitas callejuelas, edificios desvencijados y el olor a humedad de los canales de la antigua capital imperial. Reconoce que las correrías pandilleras le convirtieron en un chico peleón, desobediente y con problemas en el colegio. Sacaba muy malas notas. Pero todo lo que aprendió durante su indómita adolescencia fue una buena escuela para ingresar en el KGB. Aprendió alemán y los servicios secretos soviéticos lo enviaron en 1986 a Dresden, en la entonces la República Democrática Alemana.
Tres años antes se había casado con Liudmila. Ella venía de Kaliningrado y tenia cinco años menos que él. Había trabajado como enfermera, azafata y en el servicio de correos. Terminó por las tardes sus estudios de filología románica. El español es la lengua que mejor domina, además de francés, inglés y alemán. María, la primera hija de la pareja, nació en Leningrado en 1985 y al año siguiente, estando ya en Dresden, vino al mundo Ekaterina. Esas fueron sus dos únicas descendientes. Ambas llevan los nombres de sus abuelas.
María y Ekaterina empezaron a estudiar en la Universidad de San Petersburgo (SPbGU) en 2003: La mayor en la facultad de biología, su hermana en la de lenguas orientales. Una de las pocas fotografías publicadas de las dos hijas de Putin es precisamente la que hizo un paparazzi el día del examen de ingreso en la SPbGU. Ellas aparecen acompañadas de sus padres y de otros aspirantes a superar las pruebas.
Después de aquello, nada más se ha vuelto a saber de las niñas del primer ministro ruso. Ninguna aparición en público, ninguna otra fotografía. Al parecer, María contrajo matrimonio en 2005 en la isla griega de Santorini con un empresario alemán y, según el politólogo ruso Stanislav Belkovski, viven en Munich. Ekaterina se casó hace poco, pero se desconoce su paradero. Dicen que ambas se han cambiado el nombre y llevan ahora los apellidos de sus maridos.
En cuanto a Liudmila, acompañó a su esposo en los actos públicos hasta 2008. Desde entonces no se la ha vuelto a ver, salvo la pasada primavera cuando ambos acudieron juntos a un oficio religioso. Parece que es un hecho que están separados, pero nadie lo ha podido comprobar. También se cuenta insistentemente en la red que la esposa de Putin se recluyó voluntariamente en un convento de Pskov.
Hace tres años y medio, durante un viaje a Italia, el dirigente ruso rechazó ante la prensa, en presencia de su amigo Silvio Berlusconi, haber tenido ningún tipo de relación con la exgimnasta Alina Kabáyeva y se negó a revelar si estaba o no divorciado de Liudmila. «Es justo que se quiera saber cómo viven los políticos, pero existen límites y no permitiré que nadie interfiera en lo privado», respondió.
Putin había regalado a Berlusconi una inmensa cama para sus aventuras amorosas. Si en algo coinciden los dos dirigentes es en su endémico machismo. El jefe del Gobierno ruso nunca se quedó atrás, al menos en cuanto a frases: «Un auténtico hombre debe intentarlo siempre y una auténtica mujer debe resistirse siempre». O la que pronunció en un maratón televisivo: «Me preguntan cuándo tuve relaciones sexuales por primera vez y no lo recuerdo. Pero sí recuerdo perfectamente, incluso al minuto, la última vez que las tuve».
«El político más corrupto»
Hace tiempo que no se ha vuelto a hablar de la relación de Putin con Kabáyeva. Ella misma negó en enero haber tenido un hijo con él y mantuvo que Arseni, el niño que supuestamente engendró con el primer ministro, no es ni siquiera suyo, es un sobrino. Ahora las miradas y las sospechas se centran en Yana Lápikova, una modelo que trabaja para Putin como fotógrafa.
Otro tupido velo se ha corrido en Rusia sobre su fortuna. Oficialmente gana unos 60.000 euros al año y posee un terreno de 1.500 metros cuadrados en Moscú, un piso de 77,7 metros cuadrados en San Petersburgo y dos coches de colección de los años sesenta. Disfruta a cuenta del Estado de una residencia permanente en Novo Ogariovo (un palacete cerca de Moscú), y de otra veraniega en Sochi, a orillas del Mar Negro.
Distintas publicaciones sostienen que el mandamás ruso empezó ya a hacer dinero estando al frente del departamento de comercio y relaciones exteriores del Ayuntamiento de San Petersburgo. De aquella época data su cooperativa de viviendas campestres (dachas) bautizada como El Lago.
Pero eso es pecata minuta, si es cierto lo que afirman publicaciones como 'The Guardian' o 'Financial Times'. Una de las fuentes consultadas por los rotativos británicos es Belkovski, que atestigua que Putin tendría un capital de unos 30.000 millones de euros.
Según el experto, el primer ministro ruso detenta el 50% de las acciones del grupo Gunvor, el 37% de la compañía Surgutneftegaz y el 4,5% del gigante energético Gazprom. Su nombre, sin embargo, no figura en los registros de accionistas. Gunvor es una enigmática empresa con base en Suiza que se dedica a comercializar el 30% del petróleo que exporta Rusia y fue creada por el magnate Guennadi Tímchenko, amigo personal de Putin. De ser ciertas tales informaciones, el dignatario ruso sería uno de los diez hombres más ricos del mundo y, según el diario ruso 'Moscow Times', «el político más corrupto de la historia, superando con creces al filipino Ferdinand Marcos y al dictador zaireño Mobutu Sese Seko».
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