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REGINA SOTORRÍO rsotorrio@diariosur.es
Domingo, 23 de octubre 2011, 18:09
Mucho antes de que suenen los primero acordes de 'El ciclo vital', la función ha empezado en el teatro Lope de Vega. No se les ve, no se les oye, pero decenas de personas se mueven con rapidez tras el escenario con pasos muy estudiados. Por un lado se preparan las jirafas, por otro entra la gacela, del techo desciende una cebra, en una esquina se colocan las máscaras, más allá se retoca el maquillaje, se visten las leonas... El zoológico de 'El Rey León' cobra vida y no hay margen para el error. «Es como un dominó, si una pieza falla caen todas», cuentan. Es el otro 'El Rey León', una coreografía de 150 personas (entre técnicos, actores, músicos, maquilladores.) mil veces ensayada que nunca llegará al espectador de la producción musical más cara de España.
Diez millones de euros ha costado poner en marcha el engranaje del rey de la sabana africana, el doble que el musical 'Los miserables' y lo mismo que la película 'La piel que habito' de Almodóvar. La ambiciosa apuesta de Stage Entertainment España merecerá la pena si logra mantenerse al menos tres años en la Gran Vía madrileña. Y de allí no saldrá. El complejo montaje lo hace inamovible e imposibilita la gira. Hasta el Lope de Vega se ha tenido que someter a un 'lifting' durante el verano para acogerlo: se ha transformado el patio de butacas incorporando dos pasillos laterales, se han instalado dos palcos para la percusión, se han habilitado nuevas zonas de descanso para los espectadores y, entre otras reformas, se ha adecuado el 'backstage' a la gran cantidad de material que desfila durante la función.
Muchos ojos han vigilado el proceso desde hace meses. Disney lleva un estricto control de calidad sobre todas sus criaturas. El resultado es que 'El Rey León' español es idéntico en vestuario, maquillaje y producción al que desde hace catorce años se representa en Broadway o al que ahora ocupa la cartelera de Londres, Tokio, Singapur o Hamburgo. Solo hay una diferencia: el de Gran Vía es el único espectáculo en el que Simba y los demás hablan en español. «Sabía de la pasión de los españoles y estoy encantada. El 'casting' es increíble», dice Julie Taymor, la directora y diseñadora de 'El Rey León'.
Habla con una pasión que contagia sobre su 'hijo'. Y como toda madre preocupada, Taymor no se ha apartado de él en estos últimos días, antes de su estreno oficial el pasado viernes. No deja nada al azar y es perfeccionista como la que más: tres días antes del debut pidió volver a pintar a mano todas las máscaras. Esto es lo que hay detrás de 'El Rey León'.
200 esculturas, figuras animadas y máscaras
Es un musical ambientado en el reino animal, pero en él no encontrarán a ningún actor a cuatro patas o disfrazado de pies a cabeza. Al contrario. Los protagonistas andan erguidos, con una postura regia y la cara al aire. Julie Taymor tenía claro que no quería «esconder a la persona tras el traje o la máscara» e inventó «el doble acontecimiento: se ve al animal y a la persona simultáneamente».
Se logra con los llamados 'puppets' (títeres en su traducción literal al español); es decir, esculturas, figuras animadas y máscaras de una amplia variedad de ejemplares que sirven de armazón al actor. Hay unos 200 'puppets'. Combinados con el vestuario y el maquillaje, crean la ilusión de estar frente a una hiena o un jabalí aunque se reconozca claramente a los intérpretes. Para que la magia funcione, han tenido que aprender a andar de una manera concreta -como en el caso de la sinuosa gacela- o se han visto obligados a cambiar su centro de gravedad para moverse con cuatro zancos (dos cortos en los pies y dos más largos en las manos) y recrear jirafas de siete metros y medio de altura.
Además, los personajes principales llevan sobre la cabeza máscaras de fibra de carbono -pesan muy poco- fabricadas en Canadá que dejan al descubierto el rostro de los actores. Ellos añaden expresividad a la imagen fija que dan las caretas. Simulan estar realizadas con diferentes materiales que aportan rasgos de personalidad: así por ejemplo para Scar se ha elegido la fría arcilla, Mufasa y Simba tienen la calidez de la madera y Nala la belleza del mármol.
Están pintadas a mano, son muy delicadas y, de hecho, ni quienes las lucen pueden tocarlas. «La grasa de los dedos se va marcando y va oscureciéndolas», explica Victoria Núñez. Ella trabaja en «el hospital de urgencias de 'puppets'». «Aquí los reparamos y los ponemos guapos», detalla. Por si acaso, cada protagonista tiene dos recambios de máscaras. Y solo Mufasa y Scar cuentan además con un mecanismo secreto: los actores que les dan vida esconden en su mano un botón que al pulsarlo baja la máscara y la coloca delante de su cara. El efecto se usa únicamente en momentos puntuales, para dar intensidad y un toque de agresividad animal a la escena. Pero no es el sistema más complejo. «El más difícil de manejar es Zazú (el ave que acompaña a Mufasa), que hay que cargarlo en una mano y moverlo a la vez con la otra», indica Núñez.
El 'backstage': Un zoológico sobre la cabeza
Más de 25 animales diferentes conviven en el universo de Simba y Nala. ¿Dónde se esconden cuando no pisan las tablas? «Ahí está el cocodrilo y aquí una parte del cementerio de elefantes», dice señalando hacia arriba Fernando Daubler, regidor. Cebras, rinoceronte, ñus, jirafas y demás fauna de 'El Rey León' descansan entre el techo y las paredes de la trastienda del escenario. El 'backstage' del Lope de Vega se ha dotado de una doble altura para poder colgar de estructuras móviles buena parte de los armazones de animales que usarán el medio centenar de actores de la producción.
Durante la función, unos motores bajan las figuras y vuelven a subirlas cuando ya han cumplido su misión. «Esta zona es un caos durante el espectáculo. El espacio es muy reducido y hacemos malabares para movernos. '¡Cuidado que pasa la cebra!', '¡que viene Berta, la elefanta!'», cuenta. «Es muy divertido, pero es necesario que todos respetemos el hueco del otro», añade Lola Trives, jefa de vestuario.
Piezas únicas hechas a medidaEn un pasillo justo detrás del escenario cuelgan las cientos de prendas que lucen los actores. Todo sucede allí. «Los camerinos apenas se usan, los cambios son tan rápidos que no hay tiempo para llegar a ellos», explica Lola Trives, jefa de vestuario. Lo llaman «el búnker».
Cada ropa se ha confeccionado a medida para el actor y en función de su color exacto de piel en Londres. Son piezas únicas, muchas pintadas a mano, con telas de todo tipo y de todo el mundo. En algunos casos, incluso se han empleado técnicas que aquí se desconocen (como un traje de planta realizado con una técnica japonesa secreta). Y cosiendo piedra a piedra se ha dado forma a los corsés que lucen las leonas, Mufasa y Simba. Unos 19 profesionales forman el equipo de vestuario y sastrería, con una lavandera -tras cada sesión hay que lavar la ropa y, en algunos casos, volver a pintarla- y un «reparador de averías». Esta persona dedica todas las mañanas a arreglar los desperfectos de la noche anterior.
Además de los modelos del reparto principal, en el búnker también se guardan los trajes a medida de cada suplente. Porque cuando se trata de bailar y cantar, suele haber bajas. «El otro día tuvimos dos lesionados», dice Trives.
Maquillaje: quince minutos para retirar la pintura
Su trabajo comienza tres horas antes de la función. Cinco maquilladores se reparten al medio centenar de actores que hay que caracterizar. Los primeros, los protagonistas. Entre media hora y una hora se dedica a cada uno de ellos. ¿El más elaborado? Scar. «Es el que tiene más tonos diferentes en la cara para darle esa expresión de malo», cuenta Gema Amor, del equipo de maquillaje. Otros, como Simba, llevan pintura por casi todo el cuerpo. En desmaquillarse tardan nada menos que quince minutos. Y una vez que empieza el musical, su trabajo no ha terminado en absoluto: unos caracterizan a quienes salen en la segunda parte del espectáculo y otros se colocan junto al escenario para los retoques de última hora. Como el tiempo es oro, tienen preparados pinceles triples y cuádruples para pintar rayas de cebra y de leonas de una sola pasada.
Técnicas teatrales: de Japón a África, con parada en Indonesia
Julie Taymor insiste en que no es un espectáculo americano, aunque ella, su mentora, lo sea. Tampoco es africano, aunque la trama transcurra en la sabana. «Está abierto a todas las culturas», aclara. Se ve en los trajes, donde se mezclan motivos orientales con otros africanos; y en las técnicas teatrales.
Taymor se inspiró en las sombras balinesas -para escenas de mucho movimiento, como la estampida- y en la técnica japonesa Bunraku. En esta, los artistas manipulan unas figuras de gran tamaño a la vista del público. «Al espectador no hay que darle todo hecho, hay que jugar con la imaginación», declara la directora. Por eso, el engranaje y la tecnología con la que el actor mueve los animales quedan al descubierto en 'El Rey León'. Y otro ejemplo: el sol no se proyecta, «eso sería lo fácil, pero no es teatro», matiza Taymor. En su lugar, usa madera y telas con forma circular que reposan en el suelo y se levantan con cuerdas cuando amanece. «Es simple, pero funciona», afirma la directora.
Idiomas: castellano, inglés y siete lenguas africanas
El inglés es el idioma oficial en el 'backstage' de 'El Rey León'. Con él se entienden todos en esta particular Torre de Babel. En el reparto hay españoles, americanos, panameños, mexicanos, brasileños... y una buena representación de africanos. Son parte fundamental del elenco y del coro, que canta en siete lenguas africanas. «No es necesario entender lo que dicen, es auténtico, transmiten con el sonido y la expresión», mantiene Julie Taymor. Sobresale Brenda 'Brinzo' Mhlongo, Rafiki en el espectáculo, con una voz tan característica que le ha hecho interpretar ese papel en Alemania, Sudáfrica, Broadway y en el tour de Estados Unidos.
Y una única concesión del sello Disney al primer 'El Rey León' en español: Timón, el inseparable amigo de aventuras de Pumba y Simba, tiene un marcado acento andaluz. El toque de la casa.
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