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Chano Lobato, recordado por los amantes del flamenco. :: SUR
El embrujo del 'tren del flamenco'
CULTURA Y ESPECTÁCULOS

El embrujo del 'tren del flamenco'

Partía desde Triana y llegaba a El Puerto de Santa María convertido en gran espectáculo didáctico y cultural

ALFREDO GRIMALDOS

Domingo, 10 de julio 2011, 03:42

El 'tren del flamenco' fue un espectáculo didáctico y cultural, escenificado hace pocos años, que pretendía reconstruir la ruta del cante primigenio haciendo un recorrido metafórico por la Andalucía Baja. El trayecto partía desde el barrio sevillano de Triana y pasaba por Alcalá de Guadaira, Utrera Lebrija, Jerez, Cádiz, Puerto Real y El Puerto de Santa María. Con la intención de hacer hincapié de la importancia del sur andaluz en la génesis del flamenco.

El Nano , gitano del jerezano barrio de San Miguel asentado en Sevilla, era una de las figuras que participaba en aquella recreación y, fiel a la herencia de su familia, al mismo tiempo que al magisterio de Antonio Mairena, cantaba la dificilísima bulería por soleá al llegar su tierra.

El sevillano barrio de Triana era la 'estación' de la que partía el 'tren del flamenco', después de que los viajeros escuchasen un corrido gitano en recuerdo de la nieta de Baltasar Montes, seguido de unos tangos por Sevilla y la soleá de Triana. Después llegaba la soleá de Alcalá, evocando el sonido de la cueva donde vivió Joaquín de la Paula. La singular bulería del 'Padrenuestro', de Manolito de María, sonaba antes de que aparecieran los ecos de La Serreta, jerezana asentada en Utrera, cuya herencia inmortalizó La Fernanda. Toná liviana, debla, seguiriyas de El Planeta, malagueñas de Chacón y El Mellizo, cantiñas gaditanas y fandangos locales completaban el viaje.

El Nano de Jerez, siempre dispuesto a desatar con generosidad su eco flamenco, recuerda una vieja letra, trágica, relacionada con el ferrocarril:

iban en el tren.

Como yo no tengo mare,

nadie me viene a mí a ver.

Profesional flamenco precoz, Nano recuerda sus viajes de chaval, junto a 'Tío Chano' (Lobato) en un tren con máquina de carbón, para cantar en Burdeos 'de la Francia'.

En la historia del flamenco, el tren ha sido fundamental, no sólo para la expansión de este arte tan complejo y singular lejos del microclima que lo generó, sino también como forma de vida. Ha habido muchas guitarristas, cantaores y bailaores vinculados, profesional o vitalmente, al ferrocarril.

Por ejemplo, Manuel Balmaseda y González, autor del 'Primer cancionero de coplas flamencas populares, según el estilo de Andalucía, con polos, peteneras, cantos de soléa (vulgo soleares) y playeras o seguidillas gitanas', editado más o menos al mismo tiempo que el famoso recopilatorio de cantes de Demófilo, padre de Antonio y Manuel Machado, fue obrero de líneas ferroviarias y limpiador de vagones de viajeros. No obstante, murió de hambre en Málaga, con sólo 25 años. Era analfabeto y las coplas que el creaba se las pasaban a papel a cambio de una copa de aguardiente.

El Sordo La Luz

A cuenta del ferrocarril, el gran cantaor jerezano Manuel Soto 'Sordera' heredó el apodo que le acompañó a lo largo de toda su vida artística, de su abuelo, llamado El Sordo La Luz. «El tren pasaba por el barrio de Santiago, para cargar vino en las bodegas de Domecq, cruzando las calles de la Merced y Huertas, y mi abuelo no lo oía», nos contaba el entrañable gitano del barrio de Santiago.

Los flamencos siempre han preferido el tren al avión, mucho más desde que existe el AVE. El tocaor sevillano Antonio Carrión nos relataba que coincidió en cierta ocasión en el aeropuerto de Barcelona con Chiquito de la Calzada, un personaje flamenco y muy ocurrente. Y recordaba con chispa la situación que se dio: «Mientras esperábamos para embarcar, tuve que reírme con él, pero lo que más gracia me hizo fue que cuando, ya en el avión, con un poquito de miedo a volar, saludó al piloto en el pasillo, le dijo muy bajito: 'Llévanos despacio, mi arma'».

El miedo a volar también limitó la dimensión internacional del cantaor malagueño Diego El Perote. Según él mismo confesaba: «Una vez me mandó a llamar Picasso, el pintor, porque quería sentir la malagueña en su propia salsa. Quería que fuéramos a Francia el Niño de las Moras y yo. Y yo no me subo en el 'gorrión' porque no me da la gana. Ni pa Picasso, ni pa nadie. Y no fui a ningún lado».

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