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POR NURIA TRIGUEROFOTOS: N. T.
Sábado, 28 de mayo 2011, 03:39
A Pepe Maldonado, Pepekitchen para sus miles de seguidores en Internet, no se le conquista por el estómago, sino más bien por la nariz. Aún tiene apresados en su memoria olfativa los olores de su infancia -el puchero de su abuela, el mercado, el pescado recién sacado del copo en Pedregalejo- y reconoce que vuelve a ellos una y otra vez cuando busca inspiración para una nueva receta.
Si Pepe hubiera estudiado en una escuela de hostelería como La Cónsula, hoy quizá sería otro Dani García. Pero no lo hizo, y tampoco se arrepiente. Su camino hasta cumplir la vocación gastronómica que ya tenía de pequeño, cuando se pegaba a las faldas de su madre en la cocina, ha sido más largo e intrincado. Porque él, para seguir la tradición familiar, se matriculó en la carrera de Medicina. Aunque no llegó a terminarla: en cuarto la dejó para empezar a trabajar como visitador médico.
«Era un trabajo bien pagado y me ayudó a superar mi timidez», recuerda. Casi quince años estuvo Pepe viajando de acá para allá con su maletín de muestras de medicamentos. No se planteaba cambiar de trabajo, «más bien me lo plantearon», bromea. El laboratorio para el que trabajaba fue absorbido por una multinacional y, de repente, se vio en la calle con 40 años. Eso sí, con una buena indemnización bajo el brazo, que le dio para construirse una casa con aspecto de fortaleza en Benalmádena Costa y para pasarse dos años viajando por el mundo.
Fue entonces cuando empezó su segunda vida. A la vuelta de su paréntesis como trotamundos decidió seguir su instinto culinario, aunque no sabía muy bien cómo. Empezó por apuntarse a un curso de formación ocupacional, del que sacó un título de cocinero y unos meses de prácticas en hoteles. «Pero estar de pinche lavando lechugas a los 40 años no se lleva demasiado bien», confiesa. Así que decidió enfilar la senda de la formación, impartiendo cursos organizados por la Junta y diferentes ayuntamientos.
Cambio de vida
En 2008, Internet se cruzó en su vida. Le ofrecieron trabajar como editor en Directo al Paladar, uno de los blogs de gastronomía más leídos en lengua española. Y su creatividad culinaria despertó. «El primer año publiqué más de 600 recetas», afirma. ¿Cómo se inventa un nuevo plato? «Es un proceso parecido al artístico: una inspiración y después, mucho trabajo», explica. «Aunque ojo, no soy Ferrán Adriá. Yo cojo recetas tradicionales y les doy mi toque».
Y es que Pepe Maldonado reivindica la comida casera, tradicional, mediterránea. ¿Su plato preferido? «El puchero. Soy un loco de la cuchara», confiesa. España, Italia, Marruecos, Grecia, Líbano... le parecen el mismo idioma, con diferentes dialectos. «El otro día encontré una receta griega que es calcada a nuestro estofado», revela. La cocina japonesa es su otra pasión, y cuando puede se escapa a Rocío Tapas y Sushi, un pequeño local de Huelin donde se come «uno de los mejores sushi del mundo», en su opinión. También tiene su lado 'gamberro': prueba de ello son sus homenajes al Phoskitos y la Pantera Rosa.
Tras curtirse un par de años escribiendo para el citado blog y también para la revista de Thermomix, Maldonado decidió lanzarse en solitario a la red de redes. Para ello creó a su alter ego, Pepekitchen. Al principio fue «una travesía en el desierto» pero hoy su blog, uno de los diez más seguidos de gastronomía en español, recibe cinco mil visitas al día.
Su fama virtual le ha abierto puertas: ahora trabaja también como asesor gastronómico para Supersol y Hojiblanca. Y ha vuelto a ejercer de profesor, pero ya con su propia escuela de cocina. Cada fin de semana, grupos de aficionados llegados de distintas ciudades visitan su casa para aprender a hacer sushi, pasta artesanal o un buen 'rissotto'. Dentro de poco, la escuela dará un paso adelante al trasladarse a un local.
¿Cómo es la vida de un famoso bloguero gastronómico? Es fácil imaginárselo de restaurante en restaurante, pero no: «Es muy tranquila. Puede pasar una semana sin que salga de casa porque también es mi lugar de trabajo», confiesa. Normalmente, Maldonado pasa el día de la cocina al estudio de fotografía que tiene montado en su salón, donde inmortaliza sus creaciones -«fotografiar comida y que no parezca un plato combinado de una cafeterías tiene su arte», asegura-, y de allí a su iMac de 27 pulgadas, el «pequeño monstruo que devora mi tiempo». «Me considero bloguero, más que cocinero. Paso más tiempo en el ordenador que en los fogones», confiesa. Y cuando se cansa de tanta receta, pasea con sus tres perros -Moro, Hugo y Barro-, lee una novela de ciencia ficción o ve una peli clásica de terror.
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