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R. CORTÉS
Lunes, 9 de mayo 2011, 09:56
Decía Antonio Jiménez que para él la pintura era «un veneno que va por dentro», y tal vez por eso siempre se mantuvo activo en el ámbito de la creación artística. Sin embargo, los problemas de salud han podido finalmente con su eterno afán de innovar en el mundo de la pintura y la escultura, ya que el artista malagueño falleció el sábado a los 66 años en la Clínica del Pilar a consecuencia de una enfermedad pulmonar, según confirmaron a este periódico fuentes de su entorno familiar. El funeral para despedir al artista, maestro de la experimentación pictórica, tendrá lugar hoy lunes, a las 10 de la mañana en el Parque Cementerio de San Gabriel.
Jiménez, nacido en Málaga en 1945, evolucionó desde el realismo de sus inicios hacia el impresionismo y luego, al expresionismo, donde se convirtió en uno de los grandes artistas a nivel internacional. No en vano, expuso sus obras en puntos tan dispares del mundo como Canadá, Estados Unidos, Italia, Bélgica, Holanda, Portugal o Alemania, entre otros. Una intensa actividad creativa que se prolongó durante décadas, impulsada primero desde su estudio de la Calzada de la Trinidad y luego desde su residencia en la localidad gaditana de Caños de Meca. Su obra, de gran calidez y colorido, se acercó al mundo de la materia de la mano del mármol, el papel, la tierra y los aceites.
Una obra que, en palabras del crítico de Arte de SUR, Enrique Castaños, destaca por su «figuración de tipo onírico y surrealista, que representa todo ese mundo que aún cuando pueda parecer abstracto, está asociado a la figuración surrealista, al mundo del inconsciente y lo sueños». Castaños resaltó también la riqueza de colorido de sus obras, con predominio de los tonos verdes, como también la influencia en su creación de la obra del también malagueño Enrique Brinkmann. «Sobre todo en lo que se refiere a la fragmentación del espacio compositivo y esa riqueza de texturas que remiten a la obra de Tàpies».
Antonio Jiménez protagonizó su primera muestra individual a los quince años en la sala de Exposiciones de la entonces Caja de Ahorros de Ronda de la capital, a la que luego seguirían otras exhibiciones por toda la geografía española. En 1973 tuvo su debut europeo con sendas muestras en Berlín y Viena. Era solo el principio de una intensa serie de presentaciones en el extranjero, donde su obra, que está presente en museos y colecciones públicas y privadas de todo el mundo, ha sido objeto de numerosos reconocimientos.
Iniciativa asociacionista
En el año 1978 fundó junto a otros artistas el Colectivo Palmo, cuya labor se prolongó durante una década y que supuso uno de los más importantes ejemplos de colaboración entre los creadores locales y foráneos, cuyo objetivo principal era dar a conocer la labor de estos artistas y potenciar el gusto por el arte y el coleccionismo.
Tras pasar gran parte de la década de los noventa mostrando su arte en distintas galerías españolas y de todo el mundo, en 1998 regresó a su tierra por la puerta grande con la muestra 'Eterna y nueva forma' en la sala de arte de la Universidad de la plaza de la Merced. Posteriormente, protagonizaría sendas exposiciones en el Palacio Episcopal ('El sur del Sol', 2002) y en el Centro de Exposiciones de Benalmádena (2007), con las que recuperó formalmente su contacto creativo con la ciudad que le vio nacer y a la que siempre estuvo muy unido.
«En mi obra -dijo en alguna ocasión a este periódico Antonio Jiménez- busco la esencia o simplicidad de la pintura, que es donde está la belleza, el corazón, donde está todo lo que se ha trabajado. Sólo busco mi satisfacción y hacer una pintura válida».
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