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JOSÉ ANTONIO GRIÑÁN MARTÍNEZ
Domingo, 27 de febrero 2011, 02:44
El 28 de febrero de 1980 es una fecha épica para Andalucía. Ese día, los andaluces y andaluzas nos ganamos el derecho a decidir nuestro futuro, en igualdad, sin marginaciones ni exclusiones. Ese día cambió para siempre el rumbo de Andalucía, y el de España entera.
Treinta y un años después, son muchos los andaluces a los que esta fecha les suena a pasado, a cotidianeidad. Nada más lejos de lo que realmente fue aquel ilusionante mes de febrero. Por ello, los que vivimos esa gesta tenemos una responsabilidad con la historia: la de recordar que los andaluces unidos somos imparables en nuestra lucha por la igualdad y la justicia, y que el Estado autonómico actual se configuró desde Andalucía para el beneficio de los andaluces y de todos los españoles.
El Estado autonómico es una historia de éxito que comenzamos a escribir los andaluces, desde el convencimiento de que nuestro empuje y capacidad merecían un futuro mejor. Un modelo que podemos entre todos mejorar, desde el consenso constitucional en el que se asienta, pero del que nadie puede cuestionar su funcionamiento y que ha sido tremendamente útil para la cohesión territorial de nuestro país, para el progreso del conjunto de la sociedad sin distingos.
La autonomía ha dado lugar a la mayor época de prosperidad de Andalucía. Tras treinta años de aventura autonómica, la comunidad andaluza ocupa hoy el lugar que merece en el conjunto de España y de Europa. Ha sido un periodo inédito de modernización y transformación social y económica, que nos ha posibilitado dejar atrás el atraso secular de nuestra tierra hasta convertirnos hoy en una región de competitividad en el marco de la Unión Europea.
Desde la implantación de la autonomía, Andalucía ha multiplicado por 35 su red de autopistas y autovías -hoy contamos con 2.637 kilómetros frente a los 75 de 1980-; ha multiplicado por siete su tejido empresarial (de 1.641 empresas a 12.537); ha triplicado el número de bibliotecas públicas y ha duplicado sus universidades, por poner algunos ejemplos cuantitativos. En lo cualitativo, nuestra comunidad se ha convertido en estas tres décadas en líder en energías renovables, en biotecnología, en aeronáutica, en turismo y en producción ecológica, sector del que generamos más de la mitad de los productos del país.
Somos además la tercera potencia investigadora de España, gracias a los 11 parques científico-tecnológicos de nuestra región (en los que se asientan casi 1.000 empresas) y a nuestros 25.000 investigadores. Asimismo, las exportaciones andaluzas han aumentado un 175% en trece años. 16.000 empresas andaluzas venden hoy a más de 200 países, algo impensable a principios de los 80.
Pero ninguna conquista es irreversible si cruzamos los brazos. Ningún logro es duradero si no lo sostenemos con el mismo entusiasmo. El 28 de febrero no puede ser un recuerdo nostálgico o un paradigma para la reflexión. Debe ser un referente, un revulsivo frente a los nuevos retos que nos plantea el siglo XXI.
Es cierto que nuestros desafíos y aspiraciones no son ahora los de entonces. Pero la fortaleza acumulada en estos años de autogobierno nos ha posicionado mejor frente a ellos. La autonomía nos ha posibilitado más formación, una moderna red de infraestructuras, unos servicios públicos universales de calidad. En definitiva, el Estado autonómico ha supuesto más bienestar para Andalucía y ello nos ha de servir para superar nuestro reto prioritario en estos momentos: la creación de empleo y la construcción de un nuevo modelo económico más sostenible y justo.
El espíritu del 28 de febrero está hoy plenamente vigente. Es preciso recuperarlo para que los andaluces volvamos a pilotar nuestro futuro. En primer lugar, defendiendo el Estado Autonómico de los ataques centralistas y nacionalistas de los que está siendo objeto con la excusa de la crisis económica.
Ni un paso atrás en nuestras conquistas como pueblo. Ni un paso atrás en la igualdad, en la solidaridad, en el progreso. Ni un paso atrás en nuestros sueños y aspiraciones. Nadie pudo detener el empuje del pueblo andaluz hace tres décadas y nadie podrá interponerse hoy ante nuestra firme determinación de seguir siendo una comunidad de primera, que mantiene su modelo de protección social y que trabaja por la igualdad de oportunidades.
Para lograrlo es necesario aunar esfuerzos. Apostar por un nuevo logro colectivo, alejado de los provincialismos que tanto nos han erosionado. Tenemos que emprender, innovar, ser más competitivos, más creativos y más respetuosos con el medio ambiente. Debemos confiar en nuestras capacidades porque es la mejor manera de mantener vivas nuestras esperanzas en el futuro.
Andalucía ha sido, es y será siempre garante de la igualdad territorial en España. Que nadie sea más ni menos que nadie, viva donde viva. Lo demostramos hace 30 años, en nuestro primer Estatuto de Autonomía y en su reforma en 2007. Lo demostramos también hoy con nuestro compromiso con el valor España en estos momentos de dificultades económicas, cumpliendo con los objetivos de estabilidad presupuestaria y de reducción del déficit público, tan necesarios para generar confianza en los mercados financieros.
El 28 de febrero es una fecha simbólica que cambió el rumbo de Andalucía. Forma parte de nuestra identidad, de nuestra historia y de nuestra cultura. Su espíritu debe ser constantemente renovado y reforzado, especialmente en épocas de incertidumbres. Y sus valores permanentemente transmitidos. Porque hoy, igual que ayer, sólo desde la unidad y la igualdad podremos avanzar.
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