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ANTONIO JAVIER LÓPEZ ajlopez@diariosur.es
Viernes, 25 de febrero 2011, 08:48
A la hora que el común de los mortales intenta echarse una pequeña siesta, Sebastián Palomo Linares (Jaén, 1947) atiende al teléfono desde su finca. «Es que soy de poco dormir...», admite casi como una excusa. Cordial y escueto, el matador de toros retirado acude esta tarde a Málaga para inaugurar (20.00 horas) en la Sala Espacio 3 una exposición con sus obras más recientes. Una vertiente, la artística, que cultiva «desde siempre» y a la que ha podido entregarse con mayor dedicación desde su última retirada de los ruedos.
-Para quienes no conozcan su faceta como artista, ¿qué se van a encontrar los que se acerquen a la exposición que hoy inaugura en Espacio 3?
-Se van a encontrar una obra nueva, de lo último que estoy haciendo. Van a ver mi forma de buscar el color y plasmar la luminosidad de lo que me rodea. Mi obra es abstracta, pero con un matiz suave y siempre vinculado a la luz.
-¿En qué temas y autores se inspira a la hora de pintar?
-Realmente, no tengo temas ni autores predilectos. Si estudia mis cuadros se dará cuenta de que hay mucha naturaleza. Mi mensaje siempre ha estado muy metido en la naturaleza.
-¿Nunca le ha tentado pintar obras más cercanas a la figuración?
-No sé... Si a Plácido Domingo le oímos cantar un rap... No sé... Cada artista refleja su sentimiento y su forma de expresarse es particular. He tocado temas, por supuesto, menos abstractos. Algunos surrealistas, por ejemplo, pero realmente mi pintura es una abstracción, eso sí, sin agresividad.
-¿Percibe demasiada agresividad en el arte actual?
-No necesariamente. La evolución es distinta en cada corriente. Hay muchas tendencias diferentes y formas distintas de ver la vida y sentir el arte. Eso hay que respetarlo siempre. Cada uno tiene su forma de sentir y pensar y no hay por qué fijar unos cánones establecidos y rígidos para todo el mundo. Creo que la pintura está en el interior, en el alma, y transmite lo que sientes en ese momento.
-¿Y cuándo empezó a sentir esa necesidad de pintar?
-Desde siempre. Hace más de 40 años hice mi primera exposición en América, en Colombia. Sería en el año 67... La pintura siempre ha estado conmigo. De niño me gustaba ir a torear y pintar.
Resolver la vida
-¿Pudo hacer compatibles ambas pasiones durante su etapa como matador de toros?
-No era fácil, porque realmente había una pasión y una profesión, las dos se unían en mí, pero tenía que dejar una un poquito más apartada, aunque nunca del todo. Debía resolver mi vida y, en aquel momento, lo que tenía preferencia era el toro. Por eso atendí bastante más al toro que a la pintura, aunque sin dejar ninguna de las dos. La pintura podía esperar; el toro, no.
-En su biografía se unen el toro y la plástica. Como pintor que ha sido matador de todos, ¿a qué cree que se debe el interés que ha despertado la tauromaquia entre los artistas?
-Hay mucha creación en el toreo. Lo que sientes al torear en un arte que tienes que plasmar sobre el ruedo. Tienes que transmitirlo y dejarlo en la retina del espectador. El colorido, los movimientos... todo se presta mucho a la obra pictórica.
-Ha mantenido que torear «es emocionar». ¿Persigue el mismo objetivo con sus cuadros?
-Son dos cosas distintas, porque el arte del toreo tienes que transmitirlo en el momento y la pintura, sin embargo, mientras la estás creando la estás viviendo, pero luego, aunque sea una materia fría, tiene que transmitir esa emoción que debe sentir el que vea la obra.
-¿Le han intentado dar más cornadas en el ruedo artístico o en el albero?
-(Risas) No, no... Cornadas en el arte no... Hay más cornadas en el mundo del toro. Son dos universos apasionantes, que merecen la pena, por supuesto. Como torero tenía mis detractores y mis admiradores y en la pintura debe suceder exactamente igual. No a todo el mundo le gusta la obra de Dalí o de Velázquez o de Kandinsky.
-¿Teme que su labor en los ruedos condicione la manera en la que el público se acerque a su obra?
-Espero que no. Ojalá el público se acerque a mis cuadros con la mirada limpia, sin prejuicios. Me gusta que vayan con la mente limpia a juzgar lo que tienen enfrente. No tiene nada que ver lo que yo haya hecho con el toro a la hora de juzgar al artista plástico. Tienen que juzgar a la obra y estoy muy tranquilo porque mi obra sabe hablar y defenderse sola.
El peso de la tradición
-¿Cree que quien conozca su carrera taurina se llevará una sorpresa al ver sus cuadros?
-No tiene por qué... En realidad, creo que todo lo contrario. Quien me haya visto torear puede verme reflejado en mis cuadros. Mi toreo tiene una gran carga de tradición y creo honestamente que mi pintura también la tiene.
-¿Se parece en algo el miedo que se siente en la plaza al que provoca un lienzo en blanco'
-(Risas) Son miedos distintos... Un lienzo en blanco puede ser algo parecido a cuando sale un toro difícil, pero lo puedes apartar. Cuando te sale un toro complicado lo tienes que resolver en ese momento; sin embargo, a un cuadro puedes darle vueltas, vueltas y más vueltas. Puede que tengas en la cabeza justo el color que buscas, pero tienes la posibilidad de trabajarlo con otro ritmo.
-¿Le ha ayudado la pintura a conocerse mejor?
-No creo... La pintura siempre ha estado en mí.
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