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CRISTINA GONZÁLEZ
Sábado, 8 de enero 2011, 02:48
«Venga, los diez primeros. A quitarse la ropa». Son las nueve menos cuarto de la mañana y a las puertas del centro comercial La Cañada de Marbella se arremolinan más de 200 personas bien abrigadas. Lo justo para una mañana en la que el termómetro marca los 13 grados. Las caras de cansancio dejan entrever que la espera ha sido larga, en algunos casos de más de doce horas. Eso incluye pasar la noche al raso con una manta y la compañía de otro puñado de personas dispuestas a quedarse en paños menores por llevarse el premio puesto. «Llegué a las ocho y media de la tarde de ayer (por el jueves) y no he pegado ojo», confiesa David Asenjo, de 34 años. De su cuello ya cuelga el número uno. Es el primero de la cola y el primero en comenzar el striptease. Todo por conseguir un par de prendas de la firma Desigual en un arranque de las rebajas de lo más fresco.
Marbella fue ayer protagonista, junto con Barcelona y San Sebastián, de la campaña 'Entra casi desnudo y sal vestido' de la colorista firma de moda. La iniciativa no tuvo más secretos que ese: Había que quedarse en ropa interior para ser uno de los cien agraciados con un 'look' completo. Pantalón, falda, camisa o abrigo. Solo dos prendas pero al gusto. Un regalo valorado en una media de 200 euros que se convirtió para muchos en un regalo de Reyes algo rezagado. «Me ha costado encontrar lo que quería porque cuando he ido a coger una chaqueta ya no había de mi talla», explicó David con su tesoro a cuestas: Otra chaqueta que en rebajas se vende por 89 euros y unos vaqueros de 69 euros. Su misión estaba cumplida. Entró con unos bóxer grises, sin ningún pudor, y salió hecho un pincel.
A tiro hecho
No fue el único. La marabunta entró en tropel pasadas las nueve de la mañana en el establecimiento. Algunos habían hecho los deberes con antelación y fueron a tiro hecho. A por el abrigo al que ya le habían echado el ojo o a por la misma talla en varias prendas para probárselas con tranquilidad. Pese a su juventud, Lidia Salado, sevillana de 23 años, era de las más veteranas en esta particular contrarreloj. El pasado junio hizo doblete en la tienda Desigual de Madrid. Dos días seguidos entre las cien primeras y cuatro prendas para renovar el armario. «Ahora vengo a por un abrigo», advirtió a pocos minutos de la cuenta atrás.
De su mano llegaron tres amigos más a los que había embarcado en el viaje desde Sevilla. A las diez de la noche del día antes ya estaban en la puerta, compartiendo sitio con David. Y con Kathrin Zando, una alemana de 37 años, entusiasmada con una chaqueta -«mi sueño era tener un abrigo de Desigual»- y un pantalón que sumaban más de 200 euros y que ya tenía a buen recaudo sin haber abierto la cartera. «Pensaba que me iba a dar más vergüenza lo de quitarme la ropa, pero nada», confesó aliviada tras superar la prueba.
Los complejos, definitivamente, se quedaron en la bolsa donde guardaron la ropa que traían de casa. Jóvenes y no tan jóvenes. Cuerpos esculturales y otros más entrados en carnes. Ropa interior de batalla o escogida para la ocasión, para disimular las caderas o para arrancar unas risas. «Los calzoncillos los he elegido a propósito y también me he traído dos pelucas; una se la he dejado al encargado», explicó Manuel Carlos de Molina, de 42 años, sobre su ropa interior salpicada de dibujos de hamburguesas. Toñi Morón, de 48 años, optó por un culote del Capitán América y unas gafas blancas en forma de corazón. «Me enteré por Internet y no me lo pensé. Vengo sobre todo por el ambiente. Lo hemos pasado estupendamente. Es algo excitante», relató acompañada de su hermana y de su cuñado.
Pese a los nervios y la ansiedad por encontrar el estilismo perfecto -y también el que amortizara la noche de espera a la intemperie- hubo orden en medio del caos. Por un lado los hombres y por otro las mujeres, cada uno en su sección, aunque con carreras para pedir consejo a novios, parejas y amigos. Los más decididos apenas tardaron quince minutos en elegir. A partir de ahí todo fue rodado. Había que darse prisa para dejar paso a los clientes ávidos de rebajas. Las diez de la mañana era la hora tope. «Está siendo muy ordenado porque además muchos vienen antes y ya saben dónde tienen que mirar», anotó Pedro Moscoso, responsable de Comunicación de Desigual.
Marketing en estado puro
La estrategia está medida al milímetro. Saben que la campaña, que se vende por sí sola, les garantiza publicidad y nuevos adeptos. «Hay muchos fans. Es lo que nosotros llamamos experiencia de marca», añadió en mitad del trasiego de torsos desnudos y piernas al aire. Marketing en estado puro que ya han experimentado cientos de personas en Amsterdam -aunque con la diferencia de que allí los termómetros marcaban tres grados bajo cero-, en Nueva York o en Lisboa.
Para los que se quedaron a las puertas, más de cien personas que no tuvieron que ponerse en cueros por una hora, también hubo un premio de consolación: Un tique que les permitirá estirar las rebajas que marcan las etiquetas hasta el 50 por ciento. Nada que ver con el triunfal botín de los más desinhibidos y sobre todo de los más madrugadores (o trasnochadores, según se mire). Pasar de estar desnudo a estar vestido no tiene precio. En este caso en sentido literal.
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