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María vive con una hija enferma en una casa de campo en un pueblo del valle de Ayora, que será desde ahora el hogar de Antonio. :: SUR
El abrazo de Antonio y María
MÁLAGA

El abrazo de Antonio y María

El hombre que vivía bajo un puente se instala en su nueva casa en ValenciaUna mujer de 74 años acoge al desahuciado de la precaria vivienda que él mismo se había construido en el cauce del arroyo Jaboneros

LAURA GARCÉS

Miércoles, 29 de diciembre 2010, 21:29

Antonio y María no se conocían, solo habían hablado por teléfono. Pero ayer, cuando se reunieron en la estación del Norte de Valencia se fundieron en un emocionado abrazo. Ella le ha ofrecido su casa para vivir, en pueblo valenciano de Cortes de Pallás. Él la ha aceptado porque no tiene un techo que lo cubra.

Vivía en la chabola que construyó bajo el puente del arroyo Jaboneros (ver vídeo), en la barriada malagueña de Pedregalejo. Pero las autoridades decidieron que lo que Antonio Díaz, un andaluz de 67 años, llamaba «mi chalecito» debía derribarse. La 'construcción' entrañaba muchos riesgos. Y él se quedó en la calle hasta que una llamada amiga, a 600 kilómetros de distancia, le abrió su hogar.

El tren que ayer trajo a Antonio desde la ciudad andaluza a Valencia llegó con retraso, 40 minutos más tarde de lo previsto. María llevaba esperando una hora. Estaba nerviosa. Por fin el convoy se detuvo en el andén y entre los viajeros que descendieron de sus vagones estaba Antonio. Llegó arrastrando una gran maleta negra y una mochila roja colgada del hombro.

Y ante la visión, María se emocionó. Le saltaron las lágrimas. Antonio y la mujer que le ha dado un techo se abrazaron. Apenas podían hablar. «Mari, no llores, venga. Vales un montón. Esta mujer tiene un corazón de oro», repetía Antonio para consolar a la anciana. «Me he emocionado un poco», confesaba ella.

María ya ha cumplido los 74. Enviudó a los 35 y es madre de dos hijas. Una, de 38 años, «esta enferma y vive conmigo». La otra «está casada y tiene dos hijas». Ellas aprueban la decisión de su madre.

No es la primera vez que hace algo parecido: «Con nosotras, durante 20 años, vivió otro señor que estaba en una situación igual. Se llamaba Ricardo y murió hace dos años». Richi, como le llamaban cariñosamente, «era uno más». María espera que esa historia se repita con Antonio y que lo que comenzó con una llamada se convierta en una bonita amistad.

Pero ¿qué la ha llevado a poner su casa a disposición de alguien a quien no conocía? «Tengo una hija enferma. Necesito compañía, alguien con quien hablar de algo distinto a lo que hablo con ella. Y dispongo de una habitación libre en mi casa», justifica la mujer.

Con ese planteamiento, después de haber conocido a través de los medios de comunicación la situación de Antonio, no dudó en llamar a cuantos lugares se le ocurrieron hasta dar con el malagueño que había sido desalojado de debajo de un puente. Quería facilitarle una casa. Nada la detuvo: «Yo no conozco el miedo y esto tendría que hacerlo más gente porque hay muchas personas que lo necesitan».

Un corazón de oro

María no fue la única que prestó su ayuda. Desde distintos lugares de España otros también ofrecieron vivienda, siete invitaciones. Pero Antonio la eligió a ella: «Cuando hablamos por teléfono la primera impresión que tuve es que tiene un corazón de oro. Por eso la elegí. Esto es Dios, que lo ha decidido así. Tendría que haber mucha gente como ella».

Ayer, cuando se encontraron en la estación hablaron poco. Estaban cansados. Tenían ganas de llegar a casa. María había hecho la compra y tenía previsto poner para cenar «un poco de pescado y alcachofas». Los dos montaron en el todoterreno blanco que conduce María y se encaminaron a Cortes de Pallás, con cuidado porque hace mucho frío y puede haber placas de hielo.

En una casa de montaña próxima al pueblo, donde la generosa mujer cuida su huerta y sus gallinas, el malagueño que hace unos meses vio desmoronarse su futuro va a aprovechar «la oportunidad» para iniciar una nueva vida. Quizás pueda olvidar todas sus penurias.

Quién iba a decir a Antonio, un niño que nació en Jaén y paseó su infancia por las playas de Málaga, que con los años llegaría a un pueblo del interior valenciano, en el valle de Ayora. Cómo iba a pensar que recibiría al año 2011 tan lejos del arroyo Jaboneros.

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