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Andrés Perales, ex conserje de La Rosaleda: Medio siglo dedicado al Málaga
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Andrés Perales, ex conserje de La Rosaleda: Medio siglo dedicado al Málaga

Fui chófer del equipo durante 25 años / Portero del estadio hasta la fecha, en que me he jubilado / Llevé al Santos de Pelé del Pez Espada a Lisboa en un viaje inolvidable / He sido testigo impagable del club en más de cinco décadas de historia

POR PEDRO LUIS ALONSOFOTOS: FERNANDO GONZÁLEZ

Sábado, 13 de noviembre 2010, 17:29

Media vida dedicada al Málaga es algo relativo, dependiendo de la edad. En el caso de Andrés Perales, nacido en Marmolejo (Jaén) en 1935, es mucho. El bueno de Andrés ha sido chófer, responsable de instalaciones, cuidador del césped, masajista y conserje de La Rosaleda, y desde hace unos meses el Málaga Club de Fútbol se lo acaba de agradecer con un sueldo vitalicio, porque sus anteriores funciones de portero en el estadio los asume ya durante veinticuatro horas diarias una compañía de seguridad.

Andrés Perales es de esas personas cuya vida da para escribir un libro. Lejos de la ambiciosa pretensión de sintetizarla de forma merecida en las próximas líneas, habría que empezar diciendo que Andrés nació en el seno de una familia humilde jiennense que se trasladó a Málaga por razones laborales. Estudiante en el Colegio El Buen Pastor, pero sin llegar a la Reválida, muy joven empezó a trabajar: mecánico, conductor de camiones de carga en la empresa de su padre, chófer de bomberos, de autobuses en La Palmilla y, finalmente, de Ruta Soler, una agencia de viajes. Fue esta la que le puso en contacto con el extinto Club Deportivo Málaga. «No era aficionado al equipo, pero lo trasladé a un partido en Granada y Moreno de Luna (por entonces el presidente) me pidió que siguiera llevándolos».

Durante veinticinco años este malagueño de adopción trabó amistad con multitud de plantillas del Málaga por carreteras muy distintas a las de hoy. Con un Pegaso Comet y sin pasar de ochenta o noventa kilómetros por hora. «Tardábamos diez horas en llegar a Madrid y se paraba a comer en Bailén. Cuando había que ir al Norte y nevaba los jugadores cogían el tren en la capital. Podían ser dos días para ir y otros dos para volver».

Grupos más unidos

Eran otros tiempos, cuando con los jugadores iban solo el entrenador y un masajista, Dionisio. «Los jugadores no son los de ahora, todo el día pendientes de los móviles. Hasta se duchan con ellos. Había más unión entre ellos. Iban al cine juntos... Eran golfos, pero sanos», explica. Desde luego Andrés Perales ha trabado grandes lazos de unión con jugadores insignia de la historia del Málaga, tales como Viberti, que en sus periódicos regresos a la Costa del Sol acude a saludarlo, Deusto o el fallecido Juanito. Quizás fue el fuengiroleño con el que llegó a estar más unido. «Cuando salía de entrenarse, en vez de ir a la oficina se iba a mi casa y pedía a Antonia (su esposa) un café de puchero. No había viaje en el que no volviera con algo para mi hija».

Como chófer, Andrés Perales no tuvo ningún accidente, pero su autobús recibió pedradas en las lunas en viajes a Córdoba, Linares, Granada o Almería. En alguna ocasión hubo de conducir con mantas para protegerse del frío por el espacio abierto. Quizás el trayecto del que guarda mejor recuerdo fue una ocasión en la que trasladó al Santos del Pez Espada a Lisboa tras un Trofeo Costa del Sol. «Me llamó el gerente del Málaga, Zárraga, para que los llevara a Madrid, a coger un vuelo que salía a las 11.00. Les dije que no había tiempo, y propuse ir hasta Lisboa, por una combinación mejor. Iban Tostao y Pelé, que se sentó sobre el motor, que entonces estaba junto al volante. Viajaban con varias botellas de vino dulce que les habían regalado y se pusieron contentos... Y un dirigente llevaba cinco millones de pesetas en metálico por participar en el torneo. Me pagaron dos mil de las de entonces, cuando mi sueldo era de veinte mil», recuerda.

Cuando Andrés Perales estuvo cansado de conducir, el club le propuso trabajar en La Rosaleda. En el mantenimiento de las instalaciones, del terreno de juego (el propio Johan Cruyff llegó a elogiarle en una ocasión su estado) y como conserje. Primero, en los antiguos calabozos del estadio, cerca de la grada de Gol y, luego, tras la última remodelación del campo, en la otra punta, junto a Fondo. Sucedió a Juan Cruz, que dejó su función con 84 años. Justo acababa de celebrarse el Mundial 82. Desde entonces, uno de los peores momentos fue el embargo del club para intervenir todos sus bienes, tras la desaparición del Club Deportivo Málaga. Pero la jueza autorizó que siguiera en su puesto, con su inseparable bici, y sus perros.

Andrés llegó a hacer de masajista del Malagueño en Tercera, sustituyendo a Miguelito Alba, al que operaron de cataratas. Además, toda su familia está vinculada al club. Su mujer, Antonia, en la lavandería, junto a Conchi y María Luisa, dos de sus siete hijos. Otro, Andrés, trabaja en mantenimiento. Nuestro septuagenario protagonista, que llegó al club cuando Migueli y Benítez eran juveniles, se atreve a hablar del presente: «Yo de fútbol no sé nada, pero a estos no los veo conjuntados, aunque cuando lo estén serán buenos». Tras media vida dedicada al Málaga, seguirá en la casa junto al aparcamiento. Se jubila en la paz de haberlo dado todo por unos colores.

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