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BARQUERITO
Domingo, 3 de octubre 2010, 03:44
Abrió corrida una mole inmensa de 615 kilos: un toro Retaco, número 18, negro, de Torrealta, muy cabezón. Juan Mora lidió con cabeza y estilo: lances de buen dibujo pero de sujetar al toro, que tardó en fijarse y estuvo haciendo hilo por sistema. Joya de la lidia fueron unos lances a una mano por delante, con cambio de mano de uno en otro, para meter al toro casi bajo el caballo. Luego iba a llegar, sin dudas ni prisas ni pausas, una muy notable faena de Juan Mora. Notable por todo. Por la resolución, por la autoridad y por la sencillez muy fluida. Fue faena breve y grande, de las llamadas de «veinte muletazos», porque no fueron muchos más, y porque, a medida que ganaba tiempo, ganaba en ritmo.
La fortuna: primero, la mano derecha, sin que el toro rompiera en serio, sólo que seguía el engaño bien templado; y luego, la que fue, casi de sorpresa, la mano buena, la otra. Inteligente la solución de torear en un solo terreno, entre rayas y tablas. Ni un metro más. Detalle privativo de los maestros. En el momento justo, una estocada hasta la bola cobrada con fe ciega. Y rodó sin puntilla el toro. Dos orejas. Gran triunfo.
Curro Díaz anduvo torero y fácil con un segundo que se rajó antes de tiempo y fue, además, toro de sólo una mano y poco gas. Se devolvió en banderillas por un sobrero de casi seis años del ganadero malagueño José Luis Martín Lorca, que embistió a porrazos y con el que se empleó un entregado Morenito de Aranda.
Saltó de cuarto un jabonero de amplísimo balcón, que hizo, de salida, cosas de toro corrido en el campo. Una lidia precisa de Juan Mora. No un calco de la primera faena, pues fueron toros distintos, pero muy pareja la estrategia. A la salida de un pase de pecho, igualado el toro en la suerte natural, volvió Juan a volcarse con la espada. Entera, pero un punto trasera. Lenta la agonía. Metido entre pitones para verlo rodar, Juan salió volteado y con un puntazo en el muslo. ¡Nada! Una oreja, la tercera. Juan le anudó al toro en el cuerno derecho la toalla de su mozo de espadas. Tarde redonda.
Y más luego: con un quinto de imponente remate Curro Díaz acertó con la tecla de torear de frente por abajo y despacito, en faena paciente y de aguante indesmayable, y remató con una de esas estocadas suyas en que la espada entra en parábola letalmente por el hoyo de las agujas.
El sexto fue el toro de mejor impulso, sobre todo por la mano izquierda, y Morenito de Aranda no lo dejó ir sino que, con majeza, ajuste y temple, lo ligó en tres tandas de mano baja que llegaron de verdad a la gente. Adornos clásicos del toreo de pastel. Con todo en la mano -la puerta grande, la plaza embalada- se le fue la espada a los bajos.
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