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En apenas diez minutos los pescadores furtivos despliegan la red y recogen el boliche desde la misma orilla de la playa de Torre del Mar . :: A. P .
Ocultos en el rebalaje
REPORTAJE

Ocultos en el rebalaje

El paro empuja a la pesca furtiva de inmaduros a cientos de trabajadores del ladrillo

AGUSTÍN PELÁEZ apelaez@diariosur.es

Sábado, 25 de septiembre 2010, 20:56

«Llevo tres años que no sé lo que es un contrato. Antes estuve trabajando en la construcción como ferrallero, pero desde que empezó al crisis no tengo más remedio que buscar donde sea y prefiero echar un lance antes que robar», se justifica Juan, de 23 años y vecino de Torre del Mar.

Juan, que es un nombre ficticio, forma parte de esa generación de jóvenes españoles que no acabaron siquiera la secundaria para subirse al carro de la construcción y aprovechar el chollo del ladrillo. Ganó lo suficiente como para comprarse un coche, aunque desde que está en paro vive con sus padres. Hoy se sabe un trabajador no cualificado, que no acabó la ESO y que necesita unos ingresos mínimos para vivir. «Estoy en paro y si alguien me dice que si quiero echar un lance para ganarme 20 euros lo hago», asegura, aún sabiendo que la pesca de inmaduros es una práctica ilegal y por tanto perseguida por la Ley.

La historia de Juan no es muy diferente a la de cientos de jóvenes y no tan jóvenes que tras los años boyantes del ladrillo se ven ahora con una mano delante y otra detrás, agotando las prestaciones del desempleo, realizando chapuces cuando la oportunidad se tercia para conseguir un ingreso extra o viendo pasar el tiempo en el rebalaje practicando la pesca furtiva para tener unos euros en el bolsillo.

'Litri' es un marinero-pescador divorciado de 44 años. Tiene fama, entre aquellos que también viven de la pesca de inmaduros, de ser una persona inteligente y formada. No en vano logró terminar primero de BUP. En su caso acaba de salir de un centro de desintoxicación para dejar la drogadicción y necesita ganar dinero como sea para poder mantenerse. Una familia conocida le ha alquilado una pequeña casita por la que debe pagar 150 euros al mes para que no duerma en la playa. Su último trabajo fue de guarda nocturno en una obra. De eso hace más de dos años. «La pesca furtiva es la única posibilidad que tengo para sobrevivir. Para un ex toxicómano como yo no es fácil encontrar trabajo, de manera que la única actividad que realizo, ahora, es esta. Cada cuatro o cinco días ayudo a echar un lance y con eso voy saliendo», señala.

'Litri' ayuda a tirar del boliche, una de las tres artes de pesca que se suele utilizar en la provincia, junto con la jábega y la birorta. Si el lance es bueno puede ganarse unos 30 euros, si no se tendrán que conformar con menos o nada.

Regreso a la jábega

En Torre del Mar la práctica más extendida de furtivismo es la jábega, modalidad que consiste en utilizar un bote para extender el boliche dejando un cabo en la orilla y después recoger la red desde la arena tirando de los dos extremos. El boliche se caracteriza por terminar en una malla totalmente ciega o copo que impide escapar a cualquier pescado, sea del tamaño que sea, que se vea atrapado en su interior.

La presión de las administraciones ha dejado el litoral malagueño apenas sin las típicas jábegas fenicias que se han utilizado tradicionalmente para la pesca de inmaduros, de ahí que ahora la embarcación mas usada sea el bote, mucho más pequeñas y de menor envergadura. Pero si no se cuenta con un bote se utilizan incluso tablas de windsurf y barcas hinchables de plástico para extender la red.

Otra modalidad, más común en la zona de Málaga, es la birorta, que consiste en desplegar y recoger la red desde la embarcación sin pisar tierra.

Quienes ponen el bote y el boliche se llevan más a la hora de repartir las ganancias. No en vano, dada la feroz vigilancia que existe sobre este tipo de pesca siempre hay un alto riesgo de perderlos e incluso de ser sancionados si son pillados 'in fraganti'.

«A esto no se dedica nadie por gusto. La mayoría no tiene desempleo ni baja médica ni nada», asegura Manuel, que a sus 55 años ha llegado a ser sancionado con 2.000 euros por haber sido sorprendido cuando pescaba, junto a otros, con un boliche.

Su persecución no ha logrado todavía erradicar esta modalidad de pesca, aún cuando la Junta no deja de insistir en el enorme daño que causa al caladero y al sector pesquero profesional que vive del mar, sin olvidar el peligro que supone para la salud, dado que este pescado no pasa los controles sanitarios de las lonjas, y además suelen llevar aditivos conservantes como orina y formol.

Multas que no se pagan

La experiencia indica además que quienes son sancionados por pesca furtiva no llegan a pagar las multas porque se declaran insolventes y no tienen propiedades a su nombre que puedan ser embargados. Al menos, así lo asegura la jefa del Servicio de Desarrollo Pesquero de la Delegación Provincial de Agricultura en Málaga, Elvira Frapolli.

«Yo soy hijo de pescadores -dice Litri- y muchos de los que se dedican a esto también. Hemos crecido gracias al boliche, incluso no hace muchos años se promocionaba como algo típico para el turismo. Ahora dicen que es ilegal, pero bastante más dañino es lo que hacen la flota de arrastre y la de cerco, que tiran por la borda todo lo que no da la talla antes de llegar a puerto», afirma para justificarse.

La pesca clandestina en la provincia se realiza indistintamente de día o de noche. Para sortear la vigilancia de la Guardia Civil hay quienes prefieren hacerlo de madrugada, pero también los hay a los que no les importa hacerlo a pleno día.

«Sabemos que estamos vigilados por tierra, mar y aire, pero cuando se pesca de noche las patrullas de vigilancia se piensan que estamos haciendo contrabando de drogas, por eso prefiero echar el lance a pleno sol», dice Juan.

Si es produce de día siempre hay alguien atento para alertar de cualquier movimiento sospechoso para desvelarles la presencia de la policía. Lo malo es que están parados y no les importa retrasar el lance hasta que estimen que no existe ningún riesgo.

«Hacerlo a pleno sol no está exento de peligros, porque cualquier persona que vea lo que estamos haciendo desde el paseo marítimo puede llamar a la Guardia Civil», relata Antonio, otro joven parado que no tiene reparos en pescar de inmaduros.

El rebaje les oculta en parte de las miradas curiosas de los turistas y visitantes que toman el sol e incluso de quienes transitan casi de manera permanente en lugares como Torre del Mar.

Cuando se saben sorprendidos lo dejan todo para salir corriendo. «Yo he corrido muchas veces. Es preferible perderlo todo, antes de que te pillen y tener que pagar encima una multa de más de 2.000 euros», asegura Juan.

El problema, según Frapolli, es que, lamentablemente, sigue habiendo quien demandan este tipo de pescado y establecimientos que los compran, de ahí la importancia que tiene el consumidor en la lucha contra la pesca furtiva.

Quienes se dedican a esta práctica saben dónde se demanda: bares, restaurantes, marisquerías, pescaderías y particulares. Su precio oscila entre 10 y 30 euros el kilo. Todo depende de la oferta y la demanda, por eso no es de extrañar que, a pesar de su prohibición, todavía existan establecimientos en los que se ofrezcan, fuera de la carta, a determinados clientes al módico precio de 12 euros la ración e incluso más.

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